1/9/14

Océano (III): Incontables en el Mar

La comida se me hace larga teniéndome que cambiar y haciendo esperar a todo el mundo.
No paro de disculparme hasta que es evidente que me acerco a sobrepasar el limite.
Así que guardo la lengua y ocupo la boca en comer y enfriar mis pensamientos.

No me es posible, sin embargo, apagar el fuego por completo. No hay remedio estando Metis en la misma mesa y siendo una mala aprendiz en el talento de tomar las riendas de mis propios sentimientos.
Muchas veces es que no quiero pero no en esta ocasión.
Me tengo que llevar el nudo tenso en mi pecho hasta un rincón para intentarlo trasegar, primero tratando por no escucharme pensar y después rezando.

Hay un sentido de veracidad en las palabras de Metis que atraviesan la lucidez racional y me levantan dudas.
Y son estas ultimas las que son terribles por que en el fondo al que intento regresar en mi sabe que luchan contra la verdad.

Puede haber jugado con tus percepciones, me dice la voz inquieta de mis pensamientos desconfiados. Te ha querido engañar, ya has visto como su aura era un verdadero feudo sobre el que ella ejerce a libre albedrío.
Te ha dejado tocarla. Te ha dejado entrar para sembrar...¿el que?...me recrimino...¿Una verdad que ya sentía?

No. No lo creo. No es una imagen o un susurro colados por una rendija que no vigilara. Es un recuerdo.
Uno que estaba embotado. Ella ha golpeado lo que ya tenia para que mi pedernal y mi yesca liberaran la chispa que había mantenido el paisaje de mi visión clarificado por breve momento.
Su intensidad no estaba modulada.

Aunque no descarte que no implicara otras intenciones en todo ello.

Ella me ha empujado hacia la emoción que ahora me embarga, como estoy segura que con antelación havisto, o... ¿un Oráculo no sabe cuando callar o cuando hablar?

Metis ha hablado, ha trasladado toda una parafernalia de gestos y palabras que ya se están asentando pero que no me distraen de la verdad de estar alterada.

La Verdad es conocida por los Dioses y Titanides y los Otros, los Aspirantes, la reciben por contacto directo o por el de su reverso.

Yo no soy una Titanide, ni me he bañado en el bautismo de su transfiguración del Espíritu de su compromiso de carne y mente
No soy una Titanide y sé de un sabor que solo les pertenece y que no deja mas alternativa que la evidente entonces:
Soy uno de los Otros.

Esa respuesta de la lógica me taladra y se mete en mi mente en el medio entre mis ojos como un dolor de terror.

Al final la fortuna me va a brindar que la excusa del descanso después del almuerzo me ofrezca el refugio que de repente me es necesario.

Me acurruco contra la pared del mamparo echa un ovillo sosteniendo la imagen de guía Hecate a Kore que llevo en la muñeca en cuero repujado y la miro con desesperada suplica mientras ruego en el batiburrillo que me sale de la boca cuando estoy nerviosa, por la protección de la diosa para mis hijos, mis amigos y los conocidos.
El tiempo me ofrece la ocasión para pasar por todo tipo de perspectivas iniciándose en el autoflagelamiento hasta llegar a oír el imaginario tono de Charo regañandome.

Deja de pensar en ti. No eres el universo sobre el que todos orbitan. Piensa:
¿Que es lo que los demás esperan de este viaje? y quizás encajes lo que ellos están viendo.

Entonces veo lo difícil de lo que propongo. Por mucho que me engañe, pensando que soy amable y conozco sus caras y sus nombres los seis personas a bordo ya son solo conocidos incluso a mi pesar Pontos.

Por él pondría la mano en cualquier fuego. Una  gran parte de haber decidido venir se acoge a que ha sido el quien me envío la carta. El hombre que yo conozco, no me ocultaría el peligro, es mas creo que no me ha engañado mostrándome de inicio y raíz con lo que me voy a enfrentar al dejarme con Metis. Pero aun así es un método demasiado enrevesado y temo que su honor esta en conflicto en este caso al chocar varios juramentos.

¿Si yo fuera el peligro entonces? Tampoco harían algo como lo que esta pasando. Kebren y Pontos y hasta donde se Helia y Metis, son cazadores y luchadores de los Otros.
No los meten en un laberinto si no que siegan su vida y ponen su espíritu en el lugar correcto. No observan el devenir de los acontecimientos de forma taimada y menos todavía compartiendo espacio e intimidad con Betriz.

Diosa que protege, yo misma estoy preocupada por la chica. Mi estela es nefasta.

¿Va arrastrar alguna ponzoña hasta la largamente esperada progenie de Rea?

Me he estado agitando en mi camastro dando y dando vueltas.
No debería estar aquí ¿Verdad? Metis lo sabe. Metis lo ve. Eso esta nítido en su aura. Su conocimiento del futuro. Si es así se lo debe haber contado a los otros. Y sin embargo estoy aquí. Por lo que no lo ha contado y no es lo que pienso.

Mi malestar empieza a ser imperceptible y olvido la pared y me vuelvo hacia el otro lado. Entonces veo a Myla apenas a dos pasos. Su porte esta contraído también con la evidente presencia de la angustia en sus gestos y en sus ojos. Sin embargo su boca forma la linea de una confortable sonrisa y aparta la incertidumbre interrogativa de su mirada. Una mano firme y blanca, con callos de trabajar la tierra me busca con duda.
- Señorita Unzaga, umm, Gabrielle ¿Te encuentras bien?.
La verdad es que es una pregunta muy buena. Y la respuesta que descarta la que me asalta en el primer impulso es básicamente ¿Que importa?. Ella parece también perdida entre sombríos pensamientos y la realidad de este barco.

- Pensamientos - digo en un susurro y ella lo articula solo con los labios y ambas casi repetimos al unisono lo lo que viene a continuación - Demasiado intensos.

Ella encaja la información con la mirada fija y sin pestañear. Y luego suspira con tono quedo dándome la sensacion de decepción resignada. Sin embargo se sienta en el borde del jergón para poner sus ojos a la misma altura que los míos y vuelve a sonreír muy tranquila lo que me espolea a ofrecerle una mejor cara, mas centrada y a olvidar mis penas.

- Ya veo - dice - no tengo un remedio para eso. Ya querría. Me tomaría dos tazas.

El deje de su sonrisa cambia y se tuerce en una leve mueca cansada. Entonces la miro con detenimiento.

Myla Printemps engaña a la primera vista. Joven, lozana, rubia de ojos azul cielo parece mas una princesa que una bruja. Y lo es y muy experta, nacida y criada en las creencias de la vieja escuela que asociamos con el sombrero cónico y el traje negro y el temor reverencial de los lugareños. Le debo a Pascal la información de un linaje que se remonta a los lejanos druidas y a los tejedores de vida, cargado de responsabilidades profundas y poderes ocultos pero seguramente poderosos. Si no ejerce como debiera por rango y edad es por que decidió muy joven tener y criar una hija, a Betriz y eso atenuó todo lo demás.
Y es allí en donde encuentro el miedo con un aroma familiar que reconocer y comprender.

Ladea la cabeza para liberar de sus rizos nuestro mas intimo contacto, el de los ojos y con suavidad me pregunta:

- Me han dicho que tienes hijos. Es cierto ¿Verdad?
- Si. Dos - asiento - Niña y niño. Annette y Asier.
- Entonces no hay nada mas que explicar en lo que te suplico - y es tan simple entenderlo que me hace parpadear de la sorpresa de no haberlo intuido desde el primer momento, allá en las piedras del malecón.
Se alisa los pliegues de la falda y se envara un poco. Los quiebros de la preocupación dejan en el contorno de su rostro unas marcas tristes aberrantes en un semblante acostumbrado a ser risueño. Su voz continua en un hilo de voz propio de un sueño tendiente a perderse si no estas atenta pero lo estoy. Parte a parte en mi estoy alerta.

- Salva a mi hija, Gabrielle - suplica con toda la dignidad que puede recoger - Cuidala como la protege la Madre. No por lo que representa para ellos si no por lo que es. Mi niña. Por favor. Solo te pido esto.

Trago saliva antes de hablar. Ya he establecido un compromiso de salvaguarda de Betriz, uno personal con Pontos y por ende con la Estigia delante, pero aquí y ahora se me esta pidiendo un lazo mas fuerte y mas profundo y secreto. Un pacto entre madres y mas...
Trato de desterrar las sensaciones que me incomodan por que no son justas, por que Myla me esta haciendo un ruego directo y sin aristas ni sorpresas. Me esta poniendo en la mano su corazón, lo puedo ver con claridad en rostro y es mi mano por lo que representa expuesta a un rostro triforme que yo no veo pero que ella si, sin duda. Es tan simple como inmenso y espera que lo acepte, tiene fe en ello.

Reunidas en otra parte y en otro momento hubiera balbuceado algo inconexo y lleno de duda que la hubiera destrozado pero frente a su mirada mis dientes rozan mi lengua por si se suelta y mi nariz aspira y atrapa el aire por un segundo, dos, tres, muchos. Mis ojos no se cierran pero están como cerrados. Mi corazón late y al momento ya no lo siento latiendo. No sé por que la frase cuando dos os reunáis en mi nombre estaré con vosotros cruza mis oídos sin que nadie la pronuncie. Y siento el siguiente latido claro y vigente y con seguridad no mio.

No es sentir a la Diosa lo que te concibe si no hacer lo correcto. Eso es lo que nos declaramos de madre a madre. Lo Creo. Las palabras que salen de mi garganta son mías pero no se bien como he llegado a escogerlas por que son limpias y no dramatizan ni están adornadas.

- Lo acepto. Salvare a tu hija Betriz así como me lo has rogado.

Recibo el alivio de su sonrisa y aun así no me libra del ominoso gusto con el que me recompongo. Myla me coge la mano agradecida y nos embarga una extraña energía sujetado por la levedad de lo delicado. Siento su fe en mi. Y en la Diosa.

Lentamente recuperamos nuestra compostura. Es una balsa de emociones conocida que resguarda el interior turbulento. Poco a poco se va cubriendo del tacto de una frescura que navega en los olores que brotan de todos los rincones del barco: Canela, Aguamarina, Junco entremezclados en una llama húmeda que culebreara por las poternas como una inundación en el vacío seco del torrente de un arroyo.

- ¿Que es? - pregunta Myla tan sorprendida como yo. No tengo mas remedio que expresar mi desconocimiento. Es la cabeza de Betriz como un pajarillo alegre la que aparece para iluminarnos llena de jubilo.
- Es una Oceanide, Mama, Gabrielle - ríe como una colegiala de menos años - ¡La he encontrado, la he encontrado! ¡Kebren me ofrecio el timon y en un instante la he encontrado!

Desaparece excitada en la cubierta dejándonos sumergidas en la impregnacion de la respuesta y el eco de sus palabras.

- Creo que esto es digno de ver - le señalo
- Si. Lo se. Lo esperaba. Lo sabia - dice alternando entre la alegría y la melancolía. Se levanta y me ofrece una mano para ayudarme a salir de la cama pero cuando estoy a su lado no me la suelta - Gracias. De Verdad. Da gracias por las dos a la Diosa. Gracias a ti también.

Después me libera y sube por la escalerilla camino de la cubierta del lado de proa aletargando mi respuesta con esas ultimas palabras.

Cuando la sigo el crepusculo me recibe incendiando el mar con tonos rojos, azules y verdes y en el es muy fácil vislumbrar la linea. Un hilo inalcanzable de oro tan fino como un buen pensamiento y tan hermoso que es capaz de llevarsenos el habla. A veces cuando el navío cabecea unos ojos parecen mirarnos y por el rabillo del ojo creo ver sus manos de espuma y sargazos acariciando el velero con ternura e impulsándolo.

La Ola de Ambar corretea por encima del trazo mientras el sol se oculta frente a nosotros.
Es Kebren el que nos comenta quien es y que hace:

- Se llama Frixa y nos ofrece de buen grado su bendición, protección y saludos. Ella nos guiara a casa.
Betriz la descubrió casi por instinto - señala orgulloso - eso es un buen augurio.
-¿Lo es? - pregunta mecánicamente Myla mirando con turbación la cabellera iridiscente de la sirena.
- Señora - se cuadra honestamente el marinero - Yo no soy muy ducho en muchas cosas, bien lo se pero si se cuando reconozco que el Mar me dice algo.

Sus hombros se encogen como presionados por el peso de la verdad. Esta claro que no le mentiría de ningún modo ni antes, ni ahora ni nunca y que siente como yo la simpatía por Myla y percibe su preocupación.

Myla asiente en silencio y también yo si que haya mas que añadir. Nos quedamos contemplando la senda hacia las Estancias de Océano portados en un agua sin apenas rizo y espuma teñida de un rojo vivo y un negro que me evoca sangre.

Me calló este ultimo pensamiento por que en la nuca siento el escalofrió de un mal fario tan diáfano para mi como el bueno para Kebren.

Todo parece sumergirse en una rápida negrura hasta que el brillo verde nos acaricia en los ojos por un breve instante como una esmeralda de luz en un segundo que da paso a la noche pero se sostiene en nuestras retinas.

La noche nos abriga con su cara sin luna y estrellada sobre el Atlántico una hermosura que podemos tomar antes de cenar y decidir tomar un descanso.

Mis sueños se pierden al despertar lo que extraño por que apenas duermo atrapada entre pesadillas. Hoy no ha sido distinto pero al abrir los ojos alguien se ha llevado el toque siniestro y cansado.

El mar esta igual de enorme pero si es distinto en la madrugada. Hemos avanzado bastante en la noche portados en la cabellera de rio de la Oceanide y hemos virado. La posición del sol ha cambiado. El Océano Atlántico nos acoge en un rincón mas resguardado.

Transcurre el día con tranquilidad repartida en diferentes juegos de naipes y barcos de papel que nos siguen siempre con viento a favor. Una tormenta nos otea desde el horizonte pero parece al final no estar interesada en nosotros.

Betriz disfruta practicando sus incipientes habilidades marineras como si fueran virtudes que llevara en la sangre y Myla y yo conversamos contándonos las pequeñas historias de Sark y Eser Bir y la isla de Dek.
Es al filo de la media tarde cuando en lontananza a babor aparece el reflejo gemelo apenas acariciado por la luz del sol de otra oceanide. Kebren nos apunta que es inusual. Las ninfas son necesariamente tímidas y precavidas en el mundo de hoy. Hay que se sumamente paciente y seductor, cortejándolas sinceramente y quizás puedas ver una en la vida.

- Yo ya deje hace tiempo de hacerlo en mar abierto - se ríe alegremente conteniéndose ante el mohin de Metis desde el otro extremo del barco y quedándose melancólicamente serio - se dan cuenta que no puedo poner todo mi corazón y que no iré con ellas y muchas veces insisten. Pero no hay que preocuparse - señala hacia delante - en nuestro destino creo que veremos a todas sus hermanas.
- ¿Que esperan contemplar? - pregunto curiosa.
- No conozco la respuesta.- Escucho como contienen la respiracion y el mar bulle.

En la noche mas oscura Metis se ausenta de la cena sin mas explicaciones y Kebren tiene que sustituirla al timón por lo que el convite nocturno es una reunión familiar con un oyente extraño en el que las miradas intensas y roces de  manos disimulados que me impelen a devolverles la privacidad de esta ultima noche.

Sinceramente sobrecogida y con necesidad de rezar ante la espera busco un lugar solitario en la cubierta.

Tengo un repertorio de oraciones a las que entregarme cuando llego al umbral de la necesidad de conexión. Rezos para la noche, para las fechas importantes, para dar gracias. He dado gracias a la Custodia de los jóvenes por la risa de mis hijos, a la Portadora de la luz en la Oscuridad por las inspiraciones de sabiduría vividas, a la Profunda por una buena cosecha, a la Poderosa, la Demandante, incluso a la Enemiga para que disponga mi aniquilación cuando sea debido pero en esta noche mi garganta esta seca y mi lengua acartonada y no me salen palabras que no sean similares a los batientes de mi pecho.

Nada de lo anterior funciona por que no es real. Lo real ha venido. Esta aquí en la oscuridad. Por fin lo he llamado.

El latir me lacera las sienes con su sonido pesado y obtuso y no pienso por que ningún pensamiento puede atravesar por ese fragor. Por un momento creo que me voy a desmayar pero no es así. De repente me despierto y es el riel sanguinolento de mi mal augurio el que veo como una puñalada en el velo de los dioses que se extiende hacia el fondo, penetrando, infectándose, mutando en una crisálida de sangre.

Me reconozco preguntando a quien no veo por la naturaleza de la larva y escuchando la respuesta y asintiendo.

Entonces como si fuera necesario no retrasarlo estoy en vela en el mismo lugar en el que me había sentado sobre mis piernas. Me cubre el sudor de los pies a la cabeza y el dolor de mi mano derecha es atroz por todo el recorrido que he trazado con el anfismela sostenido en mi izquierda. El corte es limpio, profundo he inteligente.
No me ha dejado tullida pero si ha sido suficientemente  para sangrar tortuosamente. Mi sangre humedece la cubierta en hilillos calientes. Suelto con cuidado el cuchillo a mi lado y con precisión medica me dedico a detener la hemorragia con mi propia ropa.

No lo entiendo bien. La automutilacion no es mas que mi herramienta de emergencia, energía en bruto para la transuncion de la magia cuando no hay tiempo o remedio. Con el tiempo he aprendido a ser cuidadosa con ella. Y maniática. Nunca me corte en la mano derecha. La izquierda es mi preferida. Quizás por que no soy zurda o quizás por que esta mas cerca del corazón y mi imagen de la esencia.

Me miro otra vez la mano herida en la penumbra. El corte es perfecto. Precioso. Ha marcado la eme de las lineas mi mano con un cariño que no imagino haber podido ejecutar. Yo hubiera creado una carnicería.

Lo vuelvo a tapar estoy confusa y aturdida por el dolor y la sorpresa. Presiono el paño, lo rocío con yodo de uno de los bolsillos de mi capa y lo ato con el ceñidor de mi peplo.

El esfuerzo me agota y debo quedarme dormida mientras me acabo de vendar por que amanezco arropada en la capa de Pontos y su vigilancia.

Es un despertar casi irreal que sortea las barreras del olvido. Lo puedo evocar ahora, en todo momento, la mirada de conmovida de Pontos azotado por el viento. Myla lo escolta de pie, la mano en el hombro de Pontos, estoica con su melena arrastrada a uno y otro lado mirando hacia la proa a su hija arrodillada. La sangre ha desaparecido y por alguna razón creo que no han sido ninguno de los dos adultos.

El telar de hilos invisibles se mueve ante mis ojos como hebras de sol solido que en la mente se distancian del aire para entrar en el agua.

Es como atravesar la barrera del liquido amniótico de nuestro nacimiento pero de forma inversa.

Todas la almas del Mar mecidas por la brisa yendo y viniendo de un mismo centro.
Como un invertido sauce glorioso cuyo tronco es un pilar de mar confeccionado con los cuerpos de sus ramas no excesivamente alto pero si mutable. Un pilar visible unicamente por la atención de cientos, miles de etéreos acuáticos expectantes y ansiosos por darle la bienvenida fulgurante y única a la única pasajera que están viendo, para la que abren el corazón del Propio Océano igual de viejo que el mundo.



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