1/9/14

Oceano (IV): De Arriba a Abajo

No hay ni tierra ni estructura parecida. Solo la columna de liquido palpitante que poco a poco deja de brillar.

Kebren nos ordena que nos refugiemos en la zona interior, en la bañera justo delante del puesto del timón y que nos atemos. Lo vemos aplicarse con Pontos y Metis en terminar de recoger velas y aparejos.

La Ola de Ámbar se prolonga en su navegación ahora perezosamente, apuntada en la dirección al centro del conjunto y de improviso este se expande como una muralla abierta de cálidas algas.

Kebren ata la rueda del guía fijándola en un angulo forzado y regresa hasta nosotras. Esta expectante pero es precavido como conocedor de que al mar nunca hay que quitarle un ojo de encima.

- Sujetaros a las abrazaderas y tratad de no soltaros. Al final es bastante rápido - dice mientras comprueba los salvavidas y la fijación de los arneses de seguridad.
- Abajo - murmura como una letanía - Abajo. Abajo. Por fin después de largo tiempo.

El barco tiembla y se queja con un simpar coro de crujidos al empezar a girar sobre el eje como una peonza.

- No hay que preocuparse. Es como deslizarse por una larga ladera. La Ola es recia. El Árbol nos sostendrá mientras bajamos.

Su mención del Arbol nos concentra en el agua que forma la columna, me enfoca en sus detalles. Es hermoso casi iridiscente y de alguna manera me repele y me inculca el no quererlo tocar.

El giro se anuda a nuestras entrañas combinado con el ligero cabeceo de descenso semejando las gradas de un remolino que por centímetros nos va engullendo en las agua. Pero solo es un engaño de la mente que es lo que espera. La animada anegada del mar repliega su impulso apenas intuido el barco que corcovea y apunta hacia abajo con un movimiento poco a poco mas vivo. Es tan natural que parece como si el navío hubiera revelado su naturaleza marina, espíritu verdadero no el opaco murmullo de madera muerta y de metales sin vida.
Me imagino un delfín enfilando la pendiente embrazado en la carcasa de una medusa que retiene el agua. Gotea y se desmenuza en algunas partes filtrandonos el fuerte aroma salado.

Cuando hemos descendido unos diez metros el sol es una estrella lejana y el cielo esta por que recuerdas que lo sabes. Ya hemos sobrepasado el mástil y el firmamento es la oscuridad rayada de tímida luz del mar cuando buceas y el sonido una paz salpicada unicamente del frufru de la madera y su respuesta al movimiento.

El deslizamiento no es mareante y la superficie que nos sujeta se nos muestra con extrema claridad y deja ver lo que nos aguarda.

Betriz señala los bancos de peces curiosos, aleteantes como escamas plateadas en la oscuridad. También hay otras criaturas vigilantes. Oscuras manchas de tamaño enorme. Creo ver los dientes de las barracudas mas grandes que pudiera imaginar y sus ojos inteligentes y receloso. Vemos tiburones, manta rayas, peces espada, y cuando la oscuridad ya es imposible de penetrar de repente nos observa el ojo de dos metros de lo que debe ser el calamar gigante que da cuerpo a la leyenda del Kraken.

No es fácil la respiración por que nos pasamos los primeros minutos con el aliento contenido. Betriz con palpable veneración. Myla y yo con mucha mas cautela.

Observar lo que esta vivo del tronco se convierte en una realidad que no exige esfuerzo casi lo contrario. Un brillo lánguido se te mete en la cabeza a través de los ojos y te besa con el descenso como el musitar del tiempo de los anillos de vida que ves en un tronco cada vez mas ancho y ancho.

Algunos de los segmentos son finos y fugaces como el papel que arde, otros como el cristal del hielo, pero muchos, la gran mayoría, ofrecen una carga coral de impresiones sensitivas que evocan sobrecogedoras emociones traídas por un viento que ya no existe, el olor de veredas, ríos, estanques y lagos transmutados en el ciclo de las estaciones que conocemos y otras que ya se han olvidado, a veces son imágenes de lluvia tamborileando sobre nuestra memoria, con los sentimientos de seres humanos alegres, asustados, desafiantes, moribundos o nacientes.

La historia y lo que hay detrás se apila sección tras sección de arriba a abajo no unicamente como los anaqueles de un archivo. De hecho los preserva la huella del Espíritu, emprendedor, decadente, luminoso, o siniestro que aglutina cada rincón de ese cuerpo.

Es cierto que el agua limpia, que diluye, que nos toca por fuera y por dentro y nos olvidamos bajo nuestra ignorancia. Ella conserva lo que hemos trenzado como individuos, como sociedad, como entidad. No solo de los hombres. El Océano ha sostenido a muchos seres. Algunos reconocibles y otros alienigenamente diferentes. Todos hijos de la Tierra y bautizados en el Agua y las sustancias primarias que ya no conservan el nombre.

Cuando hemos profundizado tanto que ya no sabemos cuanto, tenemos que dejar de mirar, mecanizar protecciones y levantar un filtro que nos aleje de la locura que empieza a ser la única respuesta para poder no apartar los ojos.

Así nos lo avisa Pontos trayéndonos mas adentro del barco. Betriz, Myla y yo misma metidas en los camarotes con las portillas de observación vedadas hacia babor y abiertas hacia las otras profundidades perladas en el lado opuesto.

Tan solo ellos tres Metis, Kebren y Pontos se quedan expuestos sobre la cubierta. Expuestos quizás no. Un escalofrío me sacude la espalda al comprender un poco mas el atisbo de lo que cumple la futura ceremonia.

Juego al poker conmigo misma para no traslucirlo de forma evidente tratando de situarlo al resguardo de la entereza y la sabiduría. Myla me contempla cuando en mi voz se filtra una plegaria. Para ella soy un libro abierto por que es la misma empatia la que nos mece. Betriz. La chica tiene la cabeza enterrada en el pecho de su madre y se abraza a ella cada vez mas fuerte.

La curva que trazamos es cada vez mas amplia y la profundidad insondable, como un sueño. La plataforma oceánica no es tan profunda en el Atlántico como en otros lugares pero en la oscuridad parece que hayamos transcendido varios kilómetros, decenas no unidades.

En algún instante Betriz se recompone y vuelve a mirar hacia nosotros y hacia el horizonte abisal. Esta mas calmada, digna como su madre, y no esconde que turbada. Me parece una mujer valiente para lo joven que es pero en el fondo de mi mente no me parece correcto que sea ahora cuando aun es tan joven.

Incluso Helia la benjamina del circulo que yo conozco tuvo tiempo de vivir su vida hasta una edad responsable. Betriz aun siquiera es mayor de edad.

Pero sé que ha sido su decisión. Pedida expresamente por ella tan consciente como su invitación a mi persona. Como adulto debo respetar eso. Como madre pienso que es una locura.
Estoy ensimismada en estos pensamientos mirándome la punta de las sandalias cuando la chica señala algo fuera.

Entonces nos damos cuenta que el patrón de la luminosidad es distinto. No es difuso si no que posee trazos definidos. Hay figuras espectaculares en el exterior como una versión luminiscente de las constelaciones cuando trazan el contorno de lo que imaginamos que vemos. Es un estilo arcaico pero potente donde las figuras de héroes, dioses y mitos se dibujan sobre el fondo de la negrura.
Murales hasta donde alcanza la vista de altura considerable que dan a la oscuridad un tono reconfortante.

- Estamos en un cañón o una caldera enorme - apunta Myla - esas son sus paredes. Deben de tener por lo menos media docena de centenares de metros.

Tiene razón. Estamos penetrando mas profundo y los Titanes de luz se empiezan a levantar sobre nosotros a una distancia que me hace imaginar que la sima tiene a menos media decena de kilómetros de diámetro y mas de medio de profundidad.

- Y las lineas se mueven - me fijo - se están desplazando como si fueran animaciones.
- Es así - dice Betriz - estan representando. Continuamente. Es un recuerdo infinito y viviente de los ancestros.

Las tres nos apiñamos sobre el cristal. Durante mucho rato no decimos nada hasta que el espectáculo se diluye en una inconstante luminosidad que se va acercando desde abajo lo que hace difícil imaginar que se puedan ver del todo bien desde a donde nos dirigimos. Es extraño.

Betriz debe haber notado nuestra confusion por que nos lo explica.

- Madre. No son para ellos. Las imágenes y la remembranza son para el Árbol.

Las dos adultas nos miramos asimilándolo. Quizás Betriz haya recibido alguna referencia sobre ello durante su instrucción pero ha sonado mas como un palpito.

Myla esta profundamente afectada aunque lucha estoicamente contra ello. Lo entiendo muy bien. Viene a entregar a su hija a este lugar.

De repente lo oscuro se convierte en una luminosidad firme y tibia que se desgrana a perezosos borbotones por las ventanas como la luz de las teas.

Al otro lado de la mano que nos porta hay aire y una ciudad algo pequeña pero impresionante.
Casas con escalinatas entre revueltas de jardines de algas y plantas acuáticas. Frugales edificios armonizados con la estructura del fondo de colores negros y blancos y vetas de amarillos, azules y rojos. Templos clásicos como solo la imaginación de los arqueólogos puede hoy día verlos y hasta un pequeño teatro semicircular en el fondo.

Capas de agua pulsante y coherente se extienden como hojas derramadas por el otoño sobre las erizadas praderas verdosas y azuladas de algas que crecen en sus alberos de mar salada.

El conjunto es una copa cónica invertida con laderas curvas que se elevan hacia el infinito de arriba.
En el centro junto al tronco del Árbol que debe ser inmenso las aguas sobresalen varios metros de los huertos de plantas acuáticas en canales despejados, suficientes para dejar navegar a nuestro barco o a otros mas grandes.

La luz viene de todas direcciones de forma constante, recogida por innumerable cantidad de pequeños espejos que la recogen de un oculto origen.

Al fondo en las escarpas refulge distante algún edificio.

El velero da una sacudida al aposentarse sobre el canal y cambia su deslizar vertical por el tradicional mas suave de la deriva.

Pontos baja por la escalera de la bañera a los camarotes y nos invita a la cubierta jubiloso pero no sonriente. En alguna parte de su interior esta consternado y eso lo afea y me aflige. Lo veo bien y es el temor de padre que sabe que la hora de mandar a quien quieres a un destino incierto ha llegado.

Sin embargo se mantiene amable y educado y nos guía para hacernos de anfitrión.

- Señoras, Señoritas - dice y abarca todo el magnifico horizonte - Bienvenidas a las Estancias de Océano, hogar de los Titanides.

El aire es sorprendentemente fresco y agradable como el que se respira en un claro con una cascada. El influjo del Árbol esta solo de forma seminal, sordo, pero extendido a todo lo que se ve y a todo el que aquí vive. Cuando la vista se fija es apabullante como agua invisible que moja en olas constantes a Metis, Kebren y Pontos, que lame con su espuma rompiente y nebulizada a Betriz y que nos invita a Myla y a mi.

Me siento como cuando te colocas sobre las rocas y contemplas la rompiente. Es esa sensacion de que al final romperá en ti y formaras parte.

Lo respiras por cada aliento y por cada poro, como recuperada simbiosis.

Durante un buen rato no podemos hablar conmovidas por lo que podemos contemplar y sentir.
Sin embargo, cuando miro, un retal se saja totalmente de arriba a abajo, como mi hilo de sangre, como mi mal fario.

La mirada de Pontos se nubla con la sombra de la tormenta en sus ojos buscando en una y otra direccion.
Noto como traga saliva Myla e instintivamente le ofrece la mano para compartir la tensión de su amado, para atenuarla.

Para mi es como un picor en la boca del estomago imposible de aliviar.

Titubeante me atrevo a preguntar.

- ¿Pontos, que es lo que ocurre ?

Su silencio me contesta marcado con la seriedad de sus labios. Es lo que no hay lo que le perturba.
No hay gente en los muelles. No hay bienvenida.
Se que significan para él unos muelles vacíos. Un agujero de hogar abandonado.

No hay comentarios: