16/11/08

Lagrimas al Despertar

Sé que se puede llorar hasta que se te agotan las lágrimas. Después lloras con el resto. El llanto se agarra a la garganta, te congestiona el pecho, te roba la respiración y acaba vapuleandote el estomago como una garra de hierro.
He estado en ese punto al menos tres veces que quiera recordar. La que me ha asaltado esta mañana ha sido de todas la mas desconcertante.
Después de que hayan pasado unas cuantas horas, y al candor de la luz matinal de este invierno que no se me olvidara, se han aclarado los sentimientos tanto como lo hacen las formas bajo la cara visible del día. Están ahí aunque, sinceramente verlos no explica del todo lo que son o han sido.
Eran apenas las diez de la noche, ayer, cuando me quede dormida sobre las sabanas, y ha sido el despunte del alba reforzado en el gemido de hambre de Asier, y no la madrugada como debía ser, lo que me ha despertado, para descubrir que inconscientemente se habían abierto los diques y que la descarga que aflojaba no solo inundaba mis ojos, si no mi ropa de cama y mi piel.
Pasaron los minutos y las horas sin sensación de retroceso, embargada por un compungimiento proverbial, sobre el que he tenido que surcar la ola. El sobrecogimiento que he sentido no borra que había que dar de comer a mi hijo, lavarlo y cambiarlo, y volver a acunarlo por mucho que yo llorara.
Deseo que no haya notado la amargura del limite rebasado, mientras la di el pecho y mis dedos resbalaban temblorosos por sus mejillas, pero la espera del desvanecimiento solo ha llevado a seguir hasta quedarme seca, que no ahíta por que llorar he seguido llorando sin lágrimas.
Es ahora, llegando al crepúsculo que entre los borrones de las poderosas sensaciones que me han atrapado hasta esta hora he podido recuperara los retazos del origen de tan sorpresiva reacción emocional.
Digo retazos, por que son cuadros con desvaídos y huecos inseguros, como los recuerdos que tienes de un sueño. Provienen de un sueño o eso es lo que creo o quizás es algo mas complejo. He oído las suficientes experiencias y he vivido los inicios de otras que me concentro en ello con dedicación. En el mundo real los sueños tienen peso. En nuestro mundo, eso da dos pasos mas lejos. Esa es la razón por la que dicto en voz alta y lo registro.
El brillo de la intensidad de lo real me ilumina, aunque este en la vigilia y tenga el conocimiento sincero de que puede que lo que recuerdo no haya sucedido. Pero sea real o no, sigue ahí. En mi sensación y en mi mirada hacia dentro.
Tuve un sueño, y lo que trato de averiguar es si lo viví.
Entre las brumas de la memoria veo un valle. Es estrecho como el tajo de un cuchillo en la carne de la tierra, pero rebosa de tal variedad y color de vegetación y vida que nos es difícil creer que esta encantado. Las flores penden y cantan con un titilar que se entona a merced del viento y los insectos adquieren mayor luz bajo sus pétalos.
La tierra huele a madre, primavera y futuro.
Hay agua. Junto a mis pies discurre tímido un riachuelo.
Todo lo demás deja de ser importante. El bien que se me ofrece se eclipsa por el horror que el reguero de sangre que sube rezongando por la corriente entre los calveros hasta su fuente en la que mis pies reposan me provoca.
El mundo, la explosión de vida a alrededor es de una hermosura mas allá del éxtasis pero nada te despeja el interrogante que me distrae del resto.
El foco se hace confuso. No hay otro color. Solo un trazo rojo.
Quiero saber que es esa sangre. Me siento tan atraída por su presencia y su movimiento a través de las aguas prístinas que no detengo un paso fuera de la fuente del río, dirigido hacia donde se pierde su origen.
Las reglas de los sueños son vagamente estables. No hay normas. Ese paso que das es como si hubieras dado cientos y la escena que recuerdas palpar con tus sentidos se curva ante el peso de las diferencias.
Se borra. Se recompone.
Lo primero es el hedor.
Estoy inmersa en el aroma de un campo de batalla, aunque sin gloria ni luz de victoria, únicamente una carnicería. Los olores remontan desde los cuerpos a mi alrededor, despojos y cadáveres de personas y seres que no lo son agostan mis pies y me hace imposible avanzar sin pisar lo que era alguien o algo.
El reflejo primario e irracional de lo sacrílego me asalta y me paraliza. Ya me ocurrió una vez. Algo en mi se retuerce ante la muerte a mis pies. Un terror salvaje que te impulsa a salir de ahí y que lucha con la voluntad de permanecer. Mas aun cuando crees reconocer rostros familiares.
Acabo la lucha en cuclillas, con una rodilla apoyada en el miembro blando de un difunto, y con las manos temblorosas buscando en la proximidad una prueba de negación de toda esa muerte, una ascua de vida aun visible a la que aventar. Alguien al que ayudar.
Los dedos se me traban frenéticos visitando carne lacerada, hueso aplastado, órganos tiernos, pelo, piel, caras. Casi cierro los ojos. No encuentro nada en donde estoy, por eso con todo lo que soy doy otro paso trastabillando. Palpo. Ando. Palpo.
Me muerdo el labio con tanta fuerza que paladeo la sangre fluyendo con mi saliva.
Vago entre los restos de la matanza.
Entonces comienza. Es como una flojera en mi interior. Alguien viene hasta mi, me acaricia y desata los cierres de la prisión para que la presión se afloje pero también para quedar expuesta.
Simplemente te permites conectar.
El rostro que tienes entre tus manos y que no conoces te es completamente familiar e igualmente el que reposa a su lado. Lo son todos.
Ese campo de batalla no se reduce al valle si no que se extiende por los mundos, y es como si cogieran mi muñeca para tirar de mi y llevarme a verlo.
Las lágrimas brotan por el dolor puro que emana del amor que no ejerces pero podrías.
Un amor mas puro, mas limpio, mas abierto, y totalmente desinteresado.
Amor verdadero, en suma, por que no es egoísta ni pende de los frágiles hilos del miedo y hace olvidar la falacia del peso de la muerte y te hace recordar que la verdadera batalla contempla a las almas y no a los cuerpos.
No se pide consuelo, ni calor, ni roce, ni una palabra.
Simplemente se recibe lo que das y te devuelven el gozo que se disfruta.
Cada lágrima se arrastra desde el interior hasta que me nubla la vista y dejo de identificar con los ojos lo que me rodea.
La cercanía se difunde hacia mi y deja de ser consistente.
Es solo un paisaje emocional sin contornos, ni figuras reconocibles excepto las cinco siluetas que se yerguen sobre la superficie de las sensaciones.
Únicamente una sabes quien es.
Yue se ve frágil y resuelta, lo que es preocupante. La herida casi de muerte resopla casi con tanta fuerza como su convicción. Tres pilares oscuros la rodean danzando y una luz cegadora reposa en uno de ellos.
Sus palabras son dichas por voces intensas y las escucho por todas partes aun que reconozco la patina de la suya en la clara resolución en el fondo.

"Lloraras a los muertos"

La mirada de fuerzas elementales cae sobre mis ojos, con la certeza de que no son humanas por la descomunal cantidad de humanidad que ves en ellas.
Has llegado a esa parte de los sueños en que comienza tu desazón y te remueves en la inquietud que o desaparece por que irremediablemente vuelves a ella y vuelves.
Yue se esta yendo y el brillo de su llaga palpita entre la negrura y la incandescencia.
No paro de pensar que es un engaño, que es una de esas situaciones cuyas consecuencias se alargan a lugares insospechados, pero a la vez me digo que es un sueño. No lo es.
Mi vista sigue empañada pero no para ella.
Sigo viendo a Yue aunque se va lejos y sigo llorando.

"Lloro por los muertos"

Mi voz no refleja flaqueza si no serenidad. El tono con el que se suena la verdad sin ambages.

- "¿Lloro por ella"
-"Tal vez" - suena cálido y húmedo.
-"Nunca" - suena severo y decepcionado.
-"Seguro" - se burla travieso y malediciente.

Las voces tienen fondos y los fondos tienen caras, rostros sobre cuerpos desnudos que danzan. Yo también lo estoy.
La calima en fermentación brota de cabellos rubios como las flores amarillas y carnes abundantes y sonrosadas como las heridas. Sus labios son intensos y generosos y los colmillos afloran sobre ellos. Veo sus ojos y veo en ellos la capacidad de amarte y comerte sin que en ellos haya diferencia.
La decepción aflora de una mueca perpetua en una faz casi rígida que enmarcan cabellos encrespados y oscuros. Mira con condescendencia perfecta, llena de la calma inhumana del que todo lo sopesa , lo mide y lo pone en su lugar.
La malevolencia es esquiva por que mi vista no la soporta. Casi no tiene carne sobre los huesos y en la que hay resplandece a pares iguales las ulceras y el cutis angelical.
No le importa que la rehuya siempre se mueve para que sus ojos choquen con los míos. Ojos de gato con pupila humana sobre labios traviesos donde siempre hay risitas macabras. Terriblemente bella y bella hasta lo terrible.
Es la única dispuesta a tocarme. A veces su roce me llena de la gloria del éxtasis y a veces del hielo de la agonía que solo se llena en los corazones rotos.
No necesitan presentarseme. Sus nombres los aprendí antes de nacer.
Son Zana. Iele. Hadas. Son ángeles y demonios guardianes. Paduri, Zilelor y Ciumei. Tergiversados espíritus madrina, repletos de parabienes o de maldiciones.
Son los aspectos del mundo que siempre están en movimiento y danzan por la eternidad.
A través de ellas sigo viendo a Yue como si estuviera en frente.

-"Necesita curarse"

-"Puede que encuentre cura o no, pero de mi la rechazo" - dice Paduri.
-"Y tu no la ayudas si no que la avergüenzas y eso la descoloca" - añade Zilelor.
-"Pero que importa pues ya esta muerta" - sentencia Ciumei y no suena horrible si no liberador.

-"¿Por que te rechazo?

-"Entendió las reglas"
-"Asumió el riesgo"
-"No quiso dar un precio"

-"Parece sabio" - digo mientras veo su espalda marcharse, la veo como siempre la he visto y no veía, completa.
-"¿Morirá?."

-"Algún día"
-"Conocemos todos esos días"
-"Morirá hoy"

La mirada que devuelvo no debe ser mucho mas que extrañeza, lloro, compungimiento, recelo y comprensión.
El ritmo de la la danza no se detiene, y me doy cuenta que es contagioso. En algún momento de la conversación me he unido a ellas aun con los ojos perdidos en el horizonte.
La mirada que le dirijo a ella no se que contiene.

-"Ayudarla, curarla, darle fuerzas"

-"Algo nos debes dar, para que nosotras podamos dar algo. Esa es la única Regla. ¿Entiendes lo que vas a hacer?"
-"Entiendes que no hay vuelta atrás"
-"Entiendes que no te lo vamos a devolver"

No dudo. No me parapeto. No tengo excusas.

-"Lo entiendo, pero no sé que dar, ¿Que es lo recibiríais con gusto?

-"Tu sombra"
-"Tu miedo"
-"Los meñiques"
-"El fruto de tu vientre"
-"Tu vida"
-"Tu bondad"
...
Oigo cosas extrañas y horrendas que te puedes arrancar para no volver a verlas hasta que el vértigo y la nausea se mezclan con el remolino del baile y grito en la inspiración.
-"Basta, por la Diosa, basta." - mi ojos están tan anegados que no veo mas que giros. -"Ya se lo que puedo dar.

-"¡Quieres dar!- sonríe Ciumei
-"¿Quieres dar?- se sorprende Zilelor.
-"Quiere" - suena opaca y profunda Paduri, mi reflejo con ojos de Bosque.

-"Os doy un día, un día simplemente. Desde la salida del sol sobre la Torre Perret en París hasta la siguiente alba. Un día para las tres. En tiempo de humano. El día que yo elija. Y ayudareis a Yue un día completo, sin trucos, yo no los hago"

-"No hay truco, Gabrielle, nosotras no engañamos, solo uno mismo se engaña con nosotras" - Ciumei parece animosa.
-"Un día de tu elección por un día de nosotras" - Zilelor parece impresionada.
-"Tu das y nosotras damos" - Paduri sonríe y es la sonrisa del gato que come ratones, es la sonrisa de mi madre en los cuadros que sonríe. -"Esa es tu elección, hermana, danza, danza, danza, hasta que reclames entre nosotras. Un día."

Entonces estoy dando vueltas sola sobre las superficies irregulares de los pies, los torsos, las narices, los muslos, cubierta por la inabordable humedad de mi llanto cayendo como lluvia y del roce del agua o de la piel de mis pies un caído se levanta y se une al baile y aumenta la ordalía por que no paro y paro de dar vueltas y revueltas, sobre las aguas del río que aquí es un gigantesco mar de olas de carne, mientras remonto la corriente buscando y guiando a los muertos hasta la fuente en donde el mundo no estaba hendido, y lo que era que tenia que ser es, hasta que me he traspasado de una imagen a otra sin que después pueda ver que hay de diferente entre ese instante de sueño y cada uno de los de vigilia que respiro ahora.

Miro a Asier mientras pienso si lo que he narrado es cierto y me pregunto si me voy a engañar diciendo que solo era un sueño o aceptar que era verdad.
Las Zana dijeron que solo uno mismo se engaña con ellas, con la Regla, con lo que dices y haces.
Y mirando a mi hijo creo que es verdad. Que los engaños pueden ser reales. Y que lo soñado esta hecho y que tengo una responsabilidad muy grande.
He hecho un pacto con fuerzas que hay gente que tiene miedo a mencionar.
Por la Diosa, que hasta en la imaginación soy consecuente. Y en la vigilia.

Ahora tengo que decírselo a alguien.