2/9/14

Oceano (VIII): Los Dones Oportunos

El hombre despliega su porte imponente para dirigirnos sus primeras palabras.

El Hombre no Dios, recuerdalo, me susurra con palabras a través del colmillo la invisible voz tras mis ojos.

Lo que aquí contemplas es obra de los hombres, bien lo sabes y este su fruto oscuro no lo destinare al crecimiento.

Mis sentimientos se esparcen por el viejo paño de los recuerdos de nuevo abierto, catando las mismas decisiones erróneas y el tacto irritado de la Diosa.
No se si alguien me escucha pero de mi boca brota un gemido dislocado, puro horror.

No creo que importe, es mas resulta una irrisoria bagatela en el ambiente.

Lo intuyo en los ojos calmados del Regente pero sobretodo en el desprecio abigarrado de su mujer.
- Bien llegados, mis iguales. Os abrazo hermanos y ensalzo a quien os acompañan - nos dice con una sonriente faz articulada con el talento de muchas pruebas y ensayos. Un arco cargado cargado para matar con cada trazo de su iris claro, sus pómulos torneados y sus arrugas y cicatrices carente de exultación verdadera.

He aquí el rostro político con el que engancha a la mayoría pero que no nos puede disimular su podredumbre.

Pontos lo cala tan bien como resto de nosotros por que lo detiene en su gesto animoso con recia vehemencia. Rudamente esta rechazando su saludo.

- No malgastéis con nosotros vuestras artes, Leto y Peisinoe - clava cada palabra en el tono del diarca - nos habéis traído como presos. La escolta solo ha sido la reverencia del buen honor de los verdaderos amigos. Sin rodeos: ¿Que es lo que tramáis?
- Mi estimado Estigio - renuncia limpiamente el aludido Leto a su intento de amabilidad huera y a los gestos fraternos - ¿Como lo diria? Tu presencia y la de tu turba de acompañantes solo es respuesta al apego de mis capitanes al venerable espíritu de la tradición... - su sonrisa dedicada a Enipo Océano es aberrante.
- O de la traición - apunta sibilina su consorte desde la distancia.
- ¡O de la traición!... Muy justo,querida - coge él el hilo y prosigue divertido - tradiciones y traiciones, viejo amigo, que son el quid de esta velada.

Se pone muy tieso con los brazos cruzados sobre el pecho dispuesto a seguirnos hablando como si su indulgencia nos permitiera seguir escuchándolo. ¿Como puede la soberbia ajar a un hombre guapo como ese?¿Que ha devorado su honra y la decencia?
Tengo la respuesta en la puerta de mi alma pero no la miro prendida a su parlamento, el de ambos Reina y Rey.

- Ah, si, por supuesto... tradiciones. Como Metis de Metis. Díscola otra vez - dice otra vez señalando sus grilletes especiales - Apropiado y persistente. Esa visceral pasión por los clavos levanta preguntas.
- Defendía a un miembro del Circulo, Leto - responde cortante Pontos - las grillas son solo una muestra de cortesía y respeto.

Nunca habia visto a Pontos enfadado pero mi cuello erizado, lo esta dando por hecho en este momento.
Apenas se ven las tiras invisibles que le retienen en su cabeza que le dicen que esa locura es imposible.

- ¿Cortesía? Umm - replica con sorna su interlocutor - apenas ha habido margen para que no muriera uno de mis guardias, aun mas alguien de la familia de mi esposa. Muy considerado por su parte. Muy respetuoso aunque también fútil.

Uno de los guardias golpea de súbito tras las rodillas a Pontos con la barra de su lanza, haciéndole postrarse con un golpetazo y ganándose la mortal respuesta de Kebren que solo evita su letalidad la rauda mano de Metis.

La sala devora el eco de la furia y la consternación. Huesos sobre piedra y madera sobre carne pero ningún grito.

El rostro de Metis da pavor, perlado por comprensión de la insignificancia de este nuevo dolor con otros que atesora dentro. ¿Que ha visto o que esta viendo? ¿Si tiene el futuro en la punta de sus dedos por que no advertinos? No lo puedo contestar y quizás nadie por que lo entierra en alguna parte de los pliegues de la mascara que es su rostro y este entre el cabello desbocado de su arruinado peinado. Lo aleja de todos y de quien mas de la mujer que nos mira desde el trono como insectos interesantes.

No se nos escapa que ha sido ella la que ha dado la orden.

La mirada de Pontos regresa a confrontar a los dos regentes lentamente sujeta en una fría calma.

- Metis sabe controlarse, Leto - repite Pontos remarcando las sutilezas de la frase - Y Peisione...No derramo sangre.

El hombre parece encajar mejor el insulto que la mujer Mnemosina.

Su alta figura se tensa como un animal salvaje rompiendo el encanto de sus galas y su rostro con la crispación asesina de sus rasgos y gestos contenidos. Apenas contiene unas fuerzas misteriosas a flor de piel. Ya no es hermosa, su belleza se a escindido al filo del peligro, inútil de velar en la fina linea de sus ojos gris verdoso.

No se que carga el dardo del derramamiento de sangre pero ha acertado.

La Beldad ante nuestros ojos solo atraería a los retorcidos, a los locos o como es el caso igual que ella a la contemplación de su consorte.
Los que han trascendido una barrera que no es frágil pero que cuya intimidad nos lleva a olvidarla hasta que es demasiado tarde y ya hemos dejado la humanidad detras.
Mancillada en los tragos de crudo poder, placer de superioridad, y la sombra ilusoria de la inmortalidad que nos apega de lo que somos como existencia.
La forja del desafío voluntario a lo que nos es dado y lo exigido por ello.

Bien conocido para mi es el patrón, consciente de que sigo viviendo por la duda de si lo he adoptado y la pregunta de si existe la senda de volver los pasos atrás y revertirlo.
Leto Febe y su amada Peisone lo exploraron y hoy lo visten sin reparo.

- Levanto la mano contra los suyos sin mediar mandato - tercia acusativamente la mujer con ponzoña.
- Al parecer habéis atraído la justa ira de mi adlater.
- Actuó en defensa propia y en defensa del Circulo - remarca Pontos como si esa defensa fuera lo suficientemente solida y tengo la sensacion de que es ahí donde esta la puntilla final de nuestra fuerza.
- Eso es cierto - nos respalda Enipeo Océano - doy fe de ello por si sirve de algo la palabra de Océano.
- Si, si, ya lo habéis dicho - se descarga el mandatario de las palabras de Pontos y Enipeo como si no valieran mas que el peso del aire en el que las han expresado - ese tema ya no es importante por que esta zanjado. Concentrémonos en la hermosura del Presente que habeis custodiado.

El cambio de tema es tan brusco que tardamos en reaccionar a su gesto hacia Betriz que se agarraba a Myla escoltada por el capitán de nuestra escolta.

La conmoción tiene mucho que ver con la impudicia del gesto y lo feo de su muda promesa.

Cada uno de los presentes nos removemos de un modo distinto pero obvio ante la exposición de Betriz a esta gente y la total desaparición de la incertidumbre de sus intenciones.

En mi cabeza saltan las imágenes de donde sacan ahora, estos renuentes, sus poderes después de haberse emancipado y la respuesta aunque incompleta es asqueante. Se solapa con otra ofrenda negra igualmente vil de sacrificio en donde yo estoy presente.
Leto Febe sonríe satisfecho en su primera expresión abiertamente sincera y sus palabras nos cubren con la certeza de lo que ocurre.

- Tradiciones. Comentaba al principio. Expresiones fijadas de las creencias y necesidades. Tradiciones.
A veces desaparecen. En las buenas ocasiones dan un giro afortunado.

Gracias a los Poderes el titanide no continua, aunque su actitud es de agresión decepcionada, como el sibarita esperanzado que contempla que su degustacion no esta aun a su antojo.
Sin embargo la desilusión es rebajada con un gesto de afecto ante el que Betriz recula, Enipeo se cruza y Myla... Myla esta horrorizada a un mismo nivel que lo esta Pontos por que no hay misterio en que creen que no han podido eludir este destino.

Leto Febe no puede reprimir el acercarse esos pasos.

- Bienvenida mi querida doncella de Rea. Enseguida comprenderás la importancia de este giro y espero - lo escalofriante es que es cierto - que te enorgullezcas del protagonismo que se te ha concedido.

Hace un gesto conciliador.

- No estés mas preocupada. Estas a salvo. Permite que mis parientes te escolten hasta las salas de la Vigilia y os preparen para el bautismo.

Dos mujeres armadas y una matrona lo flanquean dispuestas a retirar a los resguardos de Betriz, su madre y el capitán al son de las palabras del regente. Mas soldados de ralea poco marcial se preparan a su lado.
Betriz no parece tener intención de ir a ninguna parte con estos desconocidos. Hay un impase violento en el que unos esperan y otros no sabemos que hacer.

- Señor, Gran señor, Gran señora. Yo ya tengo protector. Y ya tengo escolta. Y gente que me asiste. El Circulo del Séptimo me guarda por Juramento - señala intentando explicarse - Pontos Estigio, Mi madre...
- Los Juramentos se convierten en nada si han sido labrados sobre un circulo extinto y con sus miembros proscritos - corta en tono neutro el monarca de forma tajante - El del Séptimo ha fenecido, ¿No os lo han dicho? Sus miembros esperaran nueva asignación de cunas. Ved que ya no os guarda nada mas que mi aprecio.
- Y nuestro afecto a la noble Huérfana - completa Peisione - así es como quedo decidido hace tres lunas en el consejo. Por subversión, adoctrinamiento falaz y espionaje.

La revelación sacude un tumulto en mis compañeros con furia y desasosiego. Betriz es copada por manos desconocidas mientras Myla y yo inútilmente intentamos rescatarla del muro de músculos. Enipeo parece aguantar mejor pero su ventaja es decreciente.

Oigo los gritos de Kebren llamando un torrente de improperios hirientes a la Mnemosia que van desde felatriz a psicópata cruzando todo el espectro posible incapaz de otra cosa inmovilizado en el suelo. Metis trata de incorporarse a su lado con visible esfuerzo.

- ¿Que son esas mentiras que estáis contando? Esas acusaciones no tienen fundamento. ¿Subversión?¿Adoctrinamiento? El Séptimo ha sido siempre fiel a los Dioses y a nuestras Leyes ¿Donde están Helia y Dekatria? ¿Por que no están aquí, con nosotros?

Leto Febe se le acerca despreocupadamente y uno de los guardias golpea a Pontos en la cara con la culata de un rifle. Es un golpe brutal sin aviso que arranca un lamento de pavor de Betriz, de Myla y de mi.

- Vuestra vieja mentora tuvo la desfachatez de deshonrarse desapareciendo al primer rumor de acusación - con toda su practica y control no puede evitar que sepa que miente. Veo el rostro evocado del mascaron de nuestro barco y se que no dejaría a Helia a su suerte. Ha habido choques y no ha vencido del todo y eso lo tiene frustrado.

- En cuanto a Helia de la casa de Thea, sus obligaciones ya fueron reasignadas a las exigencias que el viejo orden han restaurado - no se si lo ven los demás pero yo soy plenamente consciente que por un momento contempla el ara - La primera vez se resistió, pero hoy, cada semana entrega su ofrenda devotamente. La asigne al Circulo de mis familiares. Tiene las mejores atenciones.

Mi ojos y mi boca están desorbitados y mudos. Betriz gime y Kebren se vuelve loco.

El poso de una pesadilla me rezuma en el estomago y en la garganta mientras enmudecen la respuesta de Pontos con nuevos golpes.

Mi amigo cae de rodillas.

Juro que la voz es la mía. Prometo que me sale de lo mas hondo de una emoción totalmente propia.
Pero las palabras. Esa sacra elección de símbolos vienen de una inspiración que me da otro Fuerza para que la grite. En claro y perfecto Logoi.:

"Tormento a ti 'Profanador' de la Inocencia y suplicio también a quien lo contempla sin hacer nada"

No hay otra direccion que los dos regentes y yo misma para la ordalía ni otro empeño que escupirselo a la cara lanzada por sorpresa hacia donde están como una salvaje.

El golpe no lo veo venir pero no es una sorpresa. Me inunda de un infinito dolor destemplado desde la raíz de la mandíbula hasta el interior del cráneo.

El hombre que me ha golpeado con la huella de su codo ha de tener las fuerzas de un gigante pero concentradas en el tamaño normal de un ser humano. Si sus compañeros no hubieran fallado en retenerme me habría reventado la cabeza sin embargo si se las arregla para proyectarme estrepitosamente al suelo pero extrañamente no dejarme inconsciente.

Mi agresor me planta su bota de combate sobre la cara y desquiciadamente lento la aplasta contra mi cabeza con un disfrute creciente en mi agonía.
Mi claridad en ese momento se derrama en el vaivén entre lo real y lo imaginado.
Me muero, eso si lo sé.
No hay ninguna barrera a cada segundo de efecto de fuerza bruta contra mis huesos y sesos.
Me mata mientras me incita a gritar con dementes desprecios.

Sobre mi se ciñe una niebla roja que pulsa mi visión que desgarra descargas de relámpagos de imágenes saturadas del metal de la sangre en mi lengua y del calor del dolor incapacitante.
No es verdad que la agonía te arrebate el resto de la realidad. Una parte tranquila se prepara para morir pidiendo por la seguridad ante mi propia insidia de mi hija y mi hijo y de todos a los que amo y se reconforta en la garantía misma caída de la completa maldición cierta que ha brotado de mis labios.

Un jubilo poco civilizado desde la profundidades salvajes de las primordiales reglas del universo me acude.
He dado permiso para hacerlo. Para transmitir el mensaje aun a mi propia costa de condenación.
El efecto esta sacudiéndose en mi mundo.

Mi ojo izquierdo deja de funcionar. La tribuna que enfoca el sano es una composición surrealista en donde los rostros se desencajan y el que mas el de Horas, la mujer del puerto.

No sé porque las siluetas de Asier y Annette están sujetas a ella, sufriendo, mas adultos, atrapados por una boca de dientes líquidos sin rostro ausente de calor y vida que los consume robandoselos.

Tardía e inútilmente la visión compele el derrame de una fiereza preternatural incontenida que me rompe los músculos como lava ardiente al forzarme a estirar el brazo acusadoramente y desesperado por evitar el que sea el mayor sacrilegio de mi existencia.

Me golpea un trueno sin relámpago semejante al bramido del mar mas embravecido estrellándose el mas recio acantilado.

Por un segundo todo flota en la indecisión: la voluntad, el pie, la bota que me asesina que dicen que el siguiente segundo es el ultimo y ella al otro lado del abierto umbral me recogerá a la siguiente etapa de la eternidad.

Solo que no como parece. No si la Ocasión tienta a presentarse. Y se presenta.

Siento la bota despegarse de mi piel. Un crujido de huesos me rocía con una ráfaga de viento denso que me saca el contorno de mi asesino de encima y proyectándolo lejos en perpendicular. Una maraña de ropa y cuerpos rueda frente a mi arrastrando todo a su paso envuelta en una creciente celeridad que no es un borrón si no el agitado golpeo regular de una mujer en múltiples blancos hasta noquearlos.
Es un castigo de extrema violencia que no dura mas que unos latidos.

Luego como si se consumiera en el fuego el silencio la desconocida vencedora se acerca decidida a mi observándome con avidez envuelta en la resonancia imposible del crujido del trueno que creía que había imaginado pero que es vibrantemente real.

Ella porta una espada que apunta sin mirar al regente y una daga, pero lo que atraviesa de verdad es a mi con su ojo derecho inyectado en sangre, aureolada de un mapa meteorítico de cicatrices concéntricas que son mas horribles que las del fuego o el ácido y que acuna el iris mas blanco que se ha existido o existirá, un iris que refleja con su torcida claridad la complacencia de verme viva.

No es difícil de reconocer lo que ve. Reconoce la Oportunidad y eso la deja satisfecha.

Sin dejar de vigilarme le habla al aire o alguien que se esconde en un velo.

- Acudid - brama por encima de la confusión de los presentes - Esta aquí.

Como una conjuración inmediata se materializan junto a ella dos figuras tranquilas.
Una es la mujer con la que nos cruzamos al entrar en los Salones.
La otra es la venerada séptima miembro de nuestro Circulo Aya Dekatria.
Con Metis me estremezco al verlas. Aquello que vi es lo que esta pasando. Me lo dio ella para que lo viera.
Esto esta en su Oráculo escondido en las volutas de su toque.
Es el inicio.
Todos mueren.
Y después los recoge algo peor que la muerte.

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