2/9/14

Oceano (X): Todas Matan.

Recupero el sentido mientras estoy andando.
Ignoro de donde ha salido la fuerza que me mantiene en pie pero formo parte de la nutrida caravana que recorre las trincheras, pasajes y callejuelas de lo que debe ser la ciudad.

No ando sola. La lógica es que alguien me hace de guía y sostén y me sorprende que sea la desconocida que me tomara de la muerte en aquel ultimo segundo.

Mi brazo se apoya en sus hombros ligeramente mas altos y mas musculosos mientras ella me agarra dirigiéndome para que no vaya dando tumbos, el resultado seguro de la confusión y los mareos de los que empiezo a ser consciente.

Noto el vendaje prieto sobre mi mandíbula otra vez  y la aspereza de las telas en el interior de la boca que añaden al dolor agudo la molestia de su roce y de cíclicas arcadas.

No me siento mejor. Quizás todo lo contrario, aunque descubro que tímidamente vuelvo a ver con los dos ojos. Una visión neblinosa y ondulante por los cambios de profundidad aleatorios.

Hecho en falta la claridad de antes, la cual no me engaño pensando que he soñado. Detrás de la cuenca de los ojos flota el recuerdo del Toque.

Me pregunto si es que nadie mas lo ha visto, pero parecen demasiado abatidos por el asesinato contemplado y las revelaciones vividas y escuchadas.

Trago saliva imaginándome el caos provocado de los actos sobrevenidos. Se puede sentir el calor de los golpes como hogueras frías. Pensaba en la sociedad de los Titanides en los términos de la nobleza de Pontos, la sobriedad de Kebren o el animo candoroso de Helia y todo aquello parece emborronarse en una bruma incomprensible en la que no soy la única que esta inmersa.

Myla y Pontos caminan delante de nosotros abrazados buscando un confort mutuo en el que se susurran al oído. Kebren nos flanquea sujetando entre sus brazos a una Metis desmadejada que parece mas pequeña e indefensa y que masculla incoherencias en una lengua áspera y fea.

No encuentro a Betriz y eso me inquieta lo que agita mi cuerpo lo suficiente para que lo note mi acompañante.

- No la busques - me aclara con calma - Esta con la Dama Tetis y el sorprendente muchacho Oceano. Al final Enipeo ha demostrado una inesperada osadía, y ningún cerebro en el momento de demostrarla  - suspira - Eso es mas seguro que lo que estaremos nosotros.

Sus palabras no me tranquilizan, al reñir con la indefinible emoción de alerta de mi interior y ella lo nota. Instintivamente quiero replicar pero el movimiento acuchilla de dolor mi cabeza y no puedo mas que gemir y tambalearme.
Ella me sostiene con el amarre amable de su brazo y el ancla de una larga vara mientras se rie por lo bajo y me enfoca ese ojo impresionante.

- Me contaron que eras una cabeza dura pero... - su sonrisa se apaga triste - venturosamente ha servido para resistir el envite - me mira como si supiera exactamente de que habla y vuelve a su puesto de acompañante seria.
- No nos han presentado. Realmente se quien eres, Gabrielle Unzaga que en los tiempos de ligereza juvenil quisiste llamarte Gaelle y en París algunos aun te esperan como Galatea - comenta con tono enciclopédico - Así que lo cortés es que conozcas que soy Auristrata de los Kouretes - y añade mordaz - y por si alguna vez la razon se te nublara con la estúpida idea: No me llames nunca Aquella a la debes Algo.
Lo cierto es que lo hace sonar tal y como si yo fuera la que haya pagado una deuda con ella que no conociera.
Me afirma con fuerza y me guía en el paso golpeando con la vara que porta al frente.
- Soy muy habladora por obligacion para desespero de Líceo y Tucides mis hermanos - señala a un muchacho y una mujer que desconozco - pero aunque me gustaria abrumarte con mi conversacion prefiero pedirte, Lampeade, que por mi condición y la tuya, seas tu la guía a partir de ahora.

No lo entiendo en el primer instante en el que me parece que me guiña su extraño ojo cómplice pero cuando lo abre y me ofrece un iris azulado inyectado en plomiza sangre me sorprende la revelación de que es ciega y que solo limpia su mirada el advenimiento de cual sea su poder.

La noto relajarse bajo los ropajes y protecciones como si se hubiera puesto en manos de toda confianza y no en las de una desconocida y yo me afano en concentrarme en asistirla lo que sorprendentemente me alivia de otras consideraciones.

Es seguro que tengo una conmoción cerebral de algún grado pero de momento aguanto con pundonor y seguramente hechizos. Afortunadamente la estela de mis compañeros no es difícil de igualar por que también van despacio y el camino que trazan es menos complicado que el que inicialmente realizamos. Las calles y senderos ya no son recónditos si no principales arterias y avenidas en las que el transitar no parece tan largo.
Si noto, con cautivacion extraña, que el saber de la bondad o mezquindad de los lugares por los que pasamos se muestra en la huella de aquellos que en los cruces los han escogido.

Entiendo que mi desazón relacionada con Betriz reside en una intersección aun no hollada pero marcada con la desgracia. Esta está agitada en la congruencia de que el destino una vez cruzado no se podrá volver atrás.

Mi mirada y la de Myla se cruzan varias veces con fuerza. Son mudas conversaciones en las que intento responder a lo que ella ve en mi y de alguna forma se que no es solo ella si no también su marido.
Ellos ya han tomado su decisión en un tiempo anterior a la llegada a los Palacios de Océano y cualquier hecho que esta ocurriendo les afecta bajo ese prisma. Es en ellos que una parte, una grande, de mi esta con Betriz, en mis pensamientos y mis oraciones al lado de mis hijos.

Avanzamos por una urbe asentada en entre vibrante y abrumadora arquitectura armónica en la que los humanos hemos anidado con timidez y respeto disimulando las viviendas en las masas de vastas frondas que respiran agua salada y que se proyectan hacia el cielo del océano sobre nuestras cabezas.

Solo los edificios singulares  parecen brotar de manera distinta como frutos de mayor celo. La mayoría son estructuras funcionales como el mercado o el puerto pero también destacan lo que deben ser palacios y sobretodo los templos. Los primeros son escasos pero los segundo salpican la vista y se cruzan con nosotros a la menor oportunidad. Los hay humildes pero algunos pocos son magnánimamente majestuosos.
La superficie nacarada de uno de ellos nos cubre cuando nos tropezamos con otra comitiva que parece abandonarlo.

La mayor parte de las gentes que hemos contemplado han sido curiosas y amables. Los niños preguntando a sus mayores que fumaban en pipas de barro y las mujeres comentando las peculiaridades de este o aquel vestuario pero el grupo con el que tropezamos esta compuesto por mujeres y hombres extremadamente serios, con la gravedad del devoto que esta entregado a su obstinada reverencia, y es extraño por que se aprestan a rehuirnos al vernos aun considerando que nos separan una buena docena de metros, ellos en la escalinata y nosotros en la avenida.

Entonces la voz de Pontos nos sobrecoge cuando su voz pregunta desenterrando una razón al incoherente recogimiento sin explicación.
- ¿Helia? - interpela desconcertado hacia una parte del grupo - ¡Helia! Gracias a los dioses. No sabiamos...

Helia Thea se detiene como si la hubieran apuñalado y Pontos responde casi al unisono de forma similar.
Nuestro grupo se ha detenido y Pontos solo ha dado un paso hacia ella. El otro grupo se arremolina nervioso, duda si detenerse también o proseguir dejando a su miembro extraviado a su propia deriva.
La voz de Helia suena tan desoladoramente potente y blasfema que nos escalofría a todos.

- ¡¡¡No!!! ¡No me pongas en boca de los dioses! ¡¡No les debo nada!!.

La incertidumbre nos recorre como un gusano helado en un silencio sin respuesta.
Algunos de los integrantes del otro grupo, mas dispuestos se dirigen a Helia. Se mueven con la sorpresa que asalta la conciencia de aquel al que descubren haciendo maldad pero no es solo eso, se ve en sus caras rápidamente sobrepuestas a la emergencia. Son rostros taciturnos y adustos que han sobrepasado un limite que no creían poder llegar a traspasar. Una tonada que vibra en sus espíritus que despierta el resquemor en el fondo de mi mente y el dolor tras mis ojos.

Pontos marca otro paso en la direccion de Helia pero se detiene envarado con visible tensión en la espalda.
Myla lo esta acompañando ligeramente por detrás.

Líceo y Tucides se despliegan comprimidos como muelles a punto de saltar mientras Kebren recula hasta nuestra posición.

Yo no lo entiendo. No he visto sus manos.

Sus delicadas manos amantes de la orfebrería están cubiertas de sucia sangre y tejido hasta los codos.

Por lo bajo oigo a Auristrata preguntar al aire entre la perplejidad y la rabia mientras también se envara

- Por el Ultimo Nacido... ¿Por que lo han hecho? ¿Por que lo han hecho?

¿A que se refieren? pregunta una parte de mi ser. La otra le contesta Que es evidente, sacrilegamente evidente.

Un poco mas adelante Pontos inspira y vuelve a llamar a su ahijada con voz quebrada.

- Helia, por los dioses ¿Que significa...?

Ella se desentiende de sus compañeros avanzando hacia su mentor y maestro con los brazos de dedos nerviosos colgando a sus costados, dura como como no la he visto nunca, como no ha sido nunca.
Sus labios se retuercen con sus lagrimas. La hermosura que se intuye, la que poseía, esta rota.

- ¡¡No te atrevas!! ¡Ni los menciones!¡Les di todo y ellos no me dieron nada!¡¡Nada!!.

Oh Diosa, Salvadora. Esto es lo que han hecho. Esto es lo que han hecho.

El brillo de Helia. Aquella gracia celestial de su inocencia no esta. Ahora es un cascaron anegado de grietas donde las cicatrices se amontonan. Es una Abominación.

No se cuanto esta luchando en su interior por que su rostro es el del asesinato y debe estar perdiendo por que su palabras se transforman.

- Y tu. Tu Padre... - la muchacha escupe con las palabras y lo apunta con su mano izquierda aun goteante - Tu no estuviste. Tus Juramentos... Tus Juramentos están todos huecos.

Su lacio cabello azabache se agitan  rítmicamente al compás de la danza de sus dedos y sus gestos aprisionando con la fricción a lo invisible e incrementando su fulgor.

Da un paso y es un redoble del calor.

Empieza como el mas dubitativo sol del mas crudo invierno capaz de hacerte desear el momento de sus caricias pero sin remedio se precipita a la descarnada luz de mediodía del estío en un desierto muerto y se descarga crispada en sus manos de puños cerrados apuntadas al corazón de Pontos.

Conozco el efecto de esta tormenta danzante de calor y luz pero sin embargo no es esto. Esta destila rabia liquida, desamparo y lamento.

No basta taparse con las manos y cerrar los parpados. La piel no puede detenerlo.

Nos sacude con una fracción pura de la esencia primigenia del Sol derribandonos.

Pontos es el único que resta en pie, escorado para proteger con su cuerpo a Myla pero aun con fuerzas para hablarle a su ahijada como a una hija.

- Helia. Por todo lo Sagrado. Detente. Hablame. Cuéntamelo. Descargarte de la aflicción. Dime que te ha pasado y quien es el culpable y yo...

Durante un instante hay un palpable freno al flujo de la llamarada y me imagino que Helia esta dudando pero con los ojos otra vez abiertos para contemplar advierto que no es ella quien ha cejado si no que es un nimbo celador el que difumina el efecto destructivo.

Parece brotar de alrededor de Pontos y reconduce a la lengua del sol lanzada en su direccion.

Este revés que no entiende consigue deformar mas los rasgos de Helia con tanta sorpresa y frustración que parece estar a punto del colapso.

- ¿Y tu... que... Padre...? ¿Tu que harás?.
- Lo matare.

Ella se rie desquiciada y no afloja.

- Tu no harás nada. Son tus reglas. Si alguien me ha hecho esto eres tu.

Inútilmente intenta de nuevo cargar contra Pontos con todas su fuerzas para a travesar la protección que lo envuelve.
- Maldito seas. Baja la barrera. Déjame matarte... - solloza - tu eres el culpable... Me lo has prometido...

Su danza se resquebraja llevándose a bocados a la luz y al fuego.

Cuando el retumbe de su ataque se cierra aun recula unos metros de Pontos y de sus propios compañeros violentamente visiblemente disgustada y decepcionada con sus propias manos, como si nada ni nadie cumpliera con sus compromisos y eso profundiza aun mas con un dolor inmortal e infinito.

He visto a Helia varias veces y su pureza y su vitalidad eran una alegría que te fortalecía en tus convicciones y en la bondad y limpieza sencilla del mundo. Ella recordo a Charo como celebrar la venida del Sol.

Aquí en este instante no solo ha desaparecido si no que ha dejado una carcasa que respira sin saber que la han desecado.

- Vacías - gime mientras se contempla las manos sanguinolentas - ¿Lo ves? ¿Lo ves? Este es el fondo de la verdad de todas las promesas. Están vacías.

Crispa sus dedos como garras mientras Pontos intenta despacio alcanzarla. Ella no le va a dejar. Helia pone con sus pasos distancia.

- Vacío. Padre. ¿Lo ves? Si confías ... Si te crees sus promesas... si tienes fe... Todas matan, Pontos - le grita - ¡¡¡¡Todas Matan!!!! - su aullido es desesperado - cuando te destruyen... cuando te destruyen... - no puede dejar de llorar y cuando se intenta limpiar las lagrimas cruza su rostro con sangre cruda - cuando te destruyen te quedas sola bajo el consuelo de ninguna Justicia ni Respeto.... Nada les debo y Nada me retiene - le mira a los ojos hastiada mostrandole las manos y interrogándole. ¿Lo ves? ¿Ves lo que he hecho?

Pontos tiembla, acusando el golpe moral, invisible peor que el del fuego o el de una arma.
Trastabilla y eso da pie a los compañeros de Helia a tomarla y arrastrarla hacia la protección de la masa de su correligionarios que empieza a escaparse.
Apenas atisbo el desordenado rostro de Helia entre los otras caras.

El tumulto y los gritos ha atraído a algunos ciudadanos se acercan cautelosos.
Un par ayudan a Myla a levantar a Pontos.

Estamos dispuestos a seguir a los fugitivos cuando contemplamos el rostro que viste a Pontos. Esta apoyado en la frente de Myla cuya preocupación es patente.
Por que estamos viendo la cara de un hombre que ha empezado a estar muerto.



No hay comentarios: