24/8/08

Vivir (y Morir) en la Creencia (iv). Entra la Noche Oscura.

En Chartres cuando cae la noche también viene el silencio, esa paz que yo amaba.
En su seno sin sonido y luz, la imaginación me dejaba desplegar mi mente.
Ahora no. Ya no. Ahora se abre pero su visión esta anquilosada.
De día empiezo a llorar sin motivo, y los dolores del cuerpo se cubren de otros sufrimientos.
Es cierto que desde la visita de Doa pugno con mas denuedo, pero cuando me alcanza la noche mi cabeza se abre, y las imágenes, y los estímulos se trascienden produciendo un repiqueteo constante en mis sentidos que calca lo que sucedió aquella Noche.
Me estoy hundiendo en la depresión y dudo de mi estabilidad mental.
Me temo a mi misma.
Ni siquiera hoy que es mi cumpleaños me da tregua. No es especial. No es bueno ni peor.
No me siento mas vieja. Me siento menos viva.
Los tonos, los contornos, los fantasmas, por los que en otro tiempo tuve la resolución de entrar en un manicomio, están ahí, desparramados entre dos apogeos indelebles.
El del sabor de la Ayahuasca bajando por mi garganta y el de mi sangre unida a la de Bropius mezclándose en mis venas.
Hacia atrás queda nuestro avión cayendo sin control cuando fue derribado y adelante el viaje sobre la simbiosis de Poder de la Cuerda de los Muertos, de la de la conciencia, los sentidos y el cuerpo. Y mucho mas adelante la respuesta que dí y los brotes de las consecuencias.
En medio queda el Fuego. La Llama Ardiente que consume a Anibal y a Pola hasta que los convierte en esqueletos relucientes e incandescentes, escupidos por la boca de la abominación.
En medio esta Doa ahogada en mas y mas miedo.
La evocación es tan real como lo fue entonces. Solo hechos crudos sin mitigar.
¿Que es lo que rodea a cada uno? La Noche.
Alrededor del primera cúspide me veo queriendo irme por que me siento superada, por que me veo incapaz.
Estoy de nuevo en la misma galería oscura, que me enfrenta al mal y fracaso. Me siento en caída. Otra vez. La ultima vez.
Por eso tomo aquel avión de vuelta y quiero alejarme.
Por eso Bropius nos baja del cielo.
Regresan a mis actos instintivos de salvarnos. No es nada heroico. Se que es solo sentido de la conservación. La magia fluye por él por que ya es una parte de mi, hacia el aparato. Pero lo que mas tenemos es suerte. Ariel no lo logro.
La honra de que me lo agradezcan esta en mi, pero mas en mi interior, algo oscuro y obsceno me grita que no me lo merezco.
Por que después, en el segundo encuentro con Bropius, la segunda cúspide, soy totalmente consciente de lo que hago. Y decido. Y sé que soy yo, desde mi amor, y mi orgullo, y mi inconsciencia, y mi suficiencia, y mi desesperación, y mi culpa y mis creencias.
Pero siempre antes rememoro, en mi delirio, mi previa conversación con él.
Su habla suave, sin estridencias ni aspavientos. Su afirmación de que yo seré el Invierno de la Madre. Que yo le daré el descanso antes del renacimiento. Que yo no lo podré ver. Que estoy y estaré sola. Por siempre.
Algo hago mal allí por que mis ojos vuelven una y otra vez a sus labios, y sus palabras no dejan de entrelazarse en mis oídos.
Quizás es porque encuentro la respuesta a algo. A por que, cuando por segunda ocasión me encuentro con él, no es distinto. Yo no soy diferente.
Es aquella Noche.
Noche despuntada en la huella imborrable del calor de cabalgar el eléctrico lomo esmeralda de Ayahuasca. Que me inunda de la espiral de la búsqueda del remedio para la Madre, me inunda de los pasos por Dániel, Paula, Aristides y Doa, a través de la selva hasta un pequeño abismo.
Que me ahoga en el sentimiento de lo mas bajo, maligno, y oscuro resonando en mi interior por que me es propio.
Que me paraliza delante de la Silueta Inconcebible, rodeada de la Canción Invertida, a la que a duras penas afecto con la Tonada de mi Corazón.
Que me tiene a escasos pasos de Doa pero a un Infierno de distancia.
No puedo vencer a Bropius y su Voz, amplificada por el terror puro y ascendente de Doa, que llama a la abominación del Fin, que se yergue justo detrás de la muchacha, escupiendo sangre y osamentas blanqueadas. Solo aguanto y contemplo. Aguanto y contemplo. Aguanto. Contemplo
Hasta que son Pola y Anibal los que surgen entre los dos. Son el hombre que amo y el que ame los que arden en la sangre y se mueren.
La Muerte se los lleva y son engullidos por la Llama de la destrucción y escupidos por el gigante como dos despojos blanquecinos y candentes mas.
Y todo es real. Hasta el ultimo suspiro.
¿Como puedo afianzarme en buscar el Corazón del Mundo cuando el mio se hiende?
Me quiebro, estoy huyendo, salto muy lejos en el abrazo de Charo.
No los encuentro. Charo se va. Y de repente estoy sola.
Entro en la Noche Oscura.
Noche fenecida en el abrazo de Bropius.
Su dulces labios me susurran en la oscuridad. Me piden elección. Me dan a elegir Invierno por Doa.
Yo no puedo hacerlo. No puedo dejarla en ese infierno. Con este asesino. Con aquel Horror que la llena poco a poco de atrocidad. Si lo hago mato lo que hay en mi. Mato toda mi esperanza. Mato el hecho que hace mucho tiempo asumí que no puedo juzgar una vida como un medio, dándole un valor menor sobre el de un fin mayor.
Mato lo que he alzado desde mis frágiles cimientos. La mato a ella.
Y solo puedo hacerlo con las armas que tengo.
Y mi única arma es el Corazón. Es amor.
Descubro que soy capaz de aceptar su ofrecimiento.
Que no puedo dejar de confiar.
Que nunca hago lo correcto.
En la oscuridad mezclo mi sangre con la de él. Bebo nuestra unión. Completo el rito que me convierte en Invierno.
Y el me hace una ultima proposición.
El final de la noche junto a él por la promesa de que nunca mas matara.
Percibo al asesino en él, que hasta entonces he intuido, y recorro la espiral de rostros y nombres que al inicio de la noche trace, y afianzo la certeza de que no hay escrúpulos ni moral que permitan que uno de ellos o todos no caigan bajo sus actos. Solo la mía.
Sin palabras, solo con la cabeza asiento, y el suavemente, con suma delicadeza toma mi cuerpo.
Sobre la estera de la selva hacemos el amor, y aunque aun no lo vislumbro he aceptado mi destino.
Adquiero mi nuevo rostro, tomándoselo a él.
Me convierto en lo que él había decidido ser.
Me convierto en la Muerte.
Esta es la otra cúspide. La cúspide del Dolor y la insensatez. De lo que creo que es lo correcto y del alcance del amor.
Hacia abajo todo se funde con tonos negros.
Caminamos Doa y yo hasta el campamento.
La Locura y la Loca.
Y me siento plana, sin acotación, como una balsa en el ojo de la tormenta.
La noche termina y el alba no es la que es.
Es como lo que contemplo en Chartres. Es opaca y fría. Cruda. Invernal.
Pero hoy, como todos los hoys desde el Final, no por que se alimente la sensación desde fuera.
Es mi Frío. Es mi Muerte. Es mi Juicio.
Mi voluntad lucha contra mi voluntad.
Cada hoy no me siento mas vieja.
Cada hoy me siento menos viva.

23/8/08

Vivir (y Morir) en la Creencia (iii). Invierno.

Sigo sin encontrarme bien. Creí que con los días y el descanso, empezaría la mejoría como ocurrió en las anteriores ocasiones pero es todo lo contrario. Mi cuerpo sigue débil y flácido y duele cada vez mas. Mi animo incluso esta peor.
Quizás sea esa la diferencia. No encuentro las energías o las razones para querer curarme. No lo hago conscientemente. Lo sé, por que lo poco que poseo se empeña en el esfuerzo, hasta la postración, de seguir. Pero no soy tan fuerte. A veces, muchas mas de las que quisiera, la pesadumbre me nubla y son Mina y Santiago y sus niños y mi valiente Annette y mi querida Natasha, los que son un consuelo.
También viene mi amada Yue, que me mima y me sacude, como solo los que ven todos los ángulos y los comprenden, lo hacen. Yo me miro en sus ojos, que me piden que no me rinda, y la escucho y me rebelo contra mi misma.
Intento aprovechar las pequeñas parcelas del día en que no me siento quieta y fría y me abrazo a ellas.
Como cuando dejan a mi niño sobre mi pecho y come. O cuando Santiago pone música y me lee. O cuando Yue me acaricia.
Me es difícil. El invierno que me prometió Bropius que yo seria, no se ha marchado. El resto de la humanidad ya no lo tiene cerca, pero creo que en mi esta esperando quedar enraizado. Pienso demasiado, en que lo que dijo, el que no vería el nuevo mundo, es verdad. Demasiado a menudo la nieve forma mi maltrecho espíritu.
Me es difícil, aun no estando sola.
Pero la presencia de los que me quieren es cálida y es solida. Y a veces inesperada.
Creí que era Pola, por que no suele venir pronto para permitir que yo descanse, pero han sido otros rostros los que han ido apareciendo entre serios, tímidos, asombrados y azorados, para alinearse al pie de mi cama.
Pero solo han permanecido así por unos instantes.
Enseguida Doa y Aristides se han adelantado hasta mi lado, buscando mi mano y ofreciendo sonrisas intensas. Amelía se ha quedado a medio camino justo por detrás de los dos mas lanzados, supongo que imbuida de un contradictorio sentimiento entre la gratitud y el recelo. Roberto no ha rehuido mi mirada, es mas, ha sido el único que la ha enfrentado nada mas entrar, pero en vez de buscarme a mi se ha concentrado en la cuna con gesto adusto y miradas continuadas de interrogación.
Al pie ha quedado Daniel, con las gafas de sol ocultando su mirada y sus labios curvados con calidez, formal pero presente, si entendéis lo que quiero decir.
La mezcla de sus voces me ha traído la punzada de los recuerdos: las tristezas y las agonías.
He evocado a Doa y Daniel el día siguiente de nuestra llegada a Chachapoyas, cuando de forma enigmática recorrimos en la noche la distancia hasta su campamento. Allí donde Doa soñaba encontrar un remedio para el hambre en el mundo y Daniel la acompañaba, por lo que, primero creí ver era amor, y después comprendí que es algo mas admirable.
Después vinieron Roberto y Ariel, que la luz de la diosa acoja, y el resto de miembros de la ahora casi extinta Akhasa. A Aristides lo vi después, en las estribaciones de lo que no puedo describir mas que como el mas lucido de los sueños, y creo que fue el primer rostro junto con el de Pola , que contemple cuando ya no estaba en la Oscuridad.
Me he alegrado tanto de verlos de nuevo, aunque parezca extraño por que casi no los conozco, pero no os podéis imaginar lo cercana que me siento a cada uno de ellos y lo que agradezco tanto el poder hacerlo.
Doa ha cogido a mi pequeño en brazos, con cariño y cuidado. Como una parte hermosa en lo que es un mundo nuevo en la que alrededor se han apiñado el resto de sus compañeros. Hasta Daniel se ha librado de esa incomodidad floja de su flema británica que le estaba constriñendo para hacerlo. Doa ha vuelto a darme las gracias, por lo que hice por ella y también la han secundado Amelía, Roberto, los cinco como un coro enmarañado.
Ha sido un acto que no he tenido fuerzas para poder disfrutar por completo como que debía ser. Me he puesto a llorar por que no se como frenar el agujero, cuando viene, del desconsuelo que me produce la ausencia de los muertos y el frío de mi sentimiento de culpa.
Ha sido un estallido de sentimientos capaz de descolocar a casi todos.
Pero Doa no se amilanado. Con la mano de Daniel sobre su hombro, cuando el sol se ha eclipsado en mi pecho, ella lo ha agarrado con un susurro y el calor de dejar a mi niño sobre mi cuello, para mantenerlo brillando.
He visto en sus ojos lo que ella vio en lo míos cuando en la oscuridad de la selva la rodee con el brazo, envuelta aun en la locura, tras la Noche de la manos de Bropius y su Madre mas Oscura para ambas.
Sus manos se han cruzado sobre su pecho. Sus ojos me han intentado mostrarme una salida. Darme su esperanza.
- "Creía que tu eras la fuerte. Creí que seria yo la que no lo podría soportar. Creí que seria yo la que tendría que denodarse por tener que demostrar que había valido la pena"
- "Yo... Yo ya no sé si soy fuerte. Soy cabezota e intensa pero no sé si fuerte. Soy la persona mas peligrosa del mundo, ¿como se es fuerte sabiendo eso?"
-"A mi me parece que hay que tener una gran fuerza para decidir lo que decidiste si lo que nos ha contado Doa es cierto".
-"Inconsciencia, Daniel. Lo que es grande es mi inconsciencia. He estado a punto de Exterminar a Todos."
-"¿Decidiste sin pensarlo, eso es lo que dices?" - Roberto ha sonado tan serio.
-"Lo pensé, os lo juro que lo pensé, pero me maldigo por que no lo hice lo suficiente. Por que no es la primera vez."
Sus miradas se han cruzado en la confusión.
-"¿Pensaste solo en mi, pensaste solo en Doa?"
-"Si. Pensé en ti. Desee sacarte de aquel infierno. Desee en salvar a todos. A todas esas caras con un nombre, aunque no las conociera. No quise mas muerte. Pero olvide a la Diosa. Olvide por que había ido hasta allí"
-"Y te convertiste en el rostro de la muerte."
-"Si, Roberto, acepte ser el Invierno"
El silencio ha sido sobrecogedor. Pero se ha roto desde el extremo que nunca esperas.
-"¡Guau! Ahora todo tiene sentido" - ha exclamado Aristides - "¡Que fuerte! Yo no hubiera podido."
-"Ni yo" - ha dicho Daniel.
-"Tampoco yo. ¿Y tu Amelía?"
-"¡Joder! Me conoces Roberto. Sé ponerme lejos de lo que me supera"
-"Ni yo tampoco. No creo que nadie de nosotros pudiera estar cerca de esa locura" - Ha afirmado Doa.
He contemplado sus miradas extrañas dotadas de sentimientos extraños y me he mordido el labio impelida por esa ansia agónica que te da el ver que eres un ser horrible en el reflejo de la mirada de los otros. Mis ojos se han vuelto a nublar con las lágrimas.
En mi garganta no han quedado palabras.
-"¿Por que llora?
-"Creo que no lo comprende, Daniel"
-"¿No lo comprende, Amelía?"
-"No entiende, Roberto, que aunque puede que ninguno la admiremos aun se lo agradezcamos. Por que escogió hacer algo por nosotros cuando todo era mas grande."
-"El camino del infierno esta lleno de buenas intenciones"
-"Creo que hubiera preferido el infierno para ella antes que la aniquilación de todo lo que le importa, Dániel."
La voz de Doa me ha seguido acariciando con su sinceridad en un susurro.
-"Te dije, allá en Chachapoyas, que no sé si había valido la pena que hubieras hecho lo hiciste por mi. Lo sigo creyendo" - se ha apartado el cabello rubio del rostro y me ha mirado directamente a los ojos apenas a unos centímetros. - "Pero te vuelvo a dar las gracias, siempre te las daré." - se ha parado un segundo para incorporarse pero luego ha vuelto a mi oído, para que nadie la oyera -"Piensa en que ello va a ser como tu maldición eterna. No podremos dejar de ver e ti el Invierno. Pero si algo yo sé es que hasta en el Frío también surgen las mas bellas flores."
Y ella me ha acercado hasta la cara a mi dormido querubín.
Yo lo he abrazado con cariño hasta que se ha despertado, pero lo que han observado mis ojos no ha sido el alborotado cabello oscuro de mi hijo.
No han parado de contemplar la figura de Doa y los demás, levantándose y marchándose entre susurros.
Aun en la nieve de mi corazón, el calor de sus rasgos ha prevalecido, como si Doa aun permaneciera allí.
Mis labios han recuperado las fuerzas.
-"Yo también lo sé. Es todo a lo que me aferro, hija de las Sirenas. Lo es"
Cuando Yue ha entrado a devolver al niño a la cuna, le he pedido que se quedara un rato mas y que me cogiera la mano.
Se habrá sorprendido mucho por que por un buen rato, he dormido. De verdad, he dormido.

17/8/08

Vivir (y Morir) en la Creencia (ii). Herencias.

Tirada, convaleciente, en una cama que me es extraña, lo único que hago es pensar y pensar y seguir pensando sin remedio.
Pienso en que mi vida me ha ido permitiendo conocer una infinidad de estados y personas extraordinarias. Pienso en los que me afectan ahora.
Estoy destrozada en cuerpo y espíritu, pero queda casi intacta mi alma y mi mente se aleja a la selva, a menos de setenta kilómetros de esa mancha de civilización de Perú que se llama Chachapoyas, ahora a una inmensidad de distancia y tiempo de esta habitación en Chartres que es y sera mi casa, rememorando a algunas de ellas.

Pienso en la grandeza de la naturaleza, y en la fuerza de las decisiones que parten de ese rincon del alma y un nudo me contrae las entrañas, por que así como yo aun respiro y lloro, y miro de reojo con amor a esa minúscula cosita que duerme y se agita en su cuna, muchos de ellos están muertos.
Eran personas comunes cuyo carácter y templanza les han llevado a los mismos lugares que nos
atrajeron a nosotros, cada uno por sus propias razones.
Eligen igual que elige Pola, o Charo o lo hago yo. Eligen.

Dos días después de haber experimentado en el sueño la agonía de la Madre, conocí a Amanda Vernuelle, en el jardín de un hotel acogedor en la lejana ciudad de Chachapoyas. Eran las cuatro de la madrugada pero ella se había mantenido en vela esperándonos.
Demudada a la espera de una noticia, la que fuera sobre la razón que la había empujado hasta allí, su padre desaparecido ventitantos años atrás.
El mismo padre que en sueños la había llamado acudir hasta esta tierra hermosa y distante, pidiéndole que acabara algo que él no pudo completar. Acabándolo aun en la muerte.
Sola recibió lo que le pudimos dar, y supongo sola se enfrento a lo que le deparo en la selva.
Desearía con todas mis fuerzas poder volver allí atrás y convencerla de dar media vuelta.
Pero no tuve la lucidez ni los redaños. No tuve muchas cosas. O tuve demasiadas.
Amanda partió en pos de las rutas de la vida le habían dejado en herencia y yo pienso en las que deseo dejar y dejo a mis hijos.

Pienso en que esperanzas Don Eteko, el chaman jíbaro, habría depositado en su valiente hijo Elias.
Me pregunto que con que planes contaba Miguel que el futuro le permitiría, a él, a los miembros de su función Akhasha y a la humanidad en general.
Recuerdo cada uno de los detalles del rostro de Anibal, gritándome en silencio con sus gestos lo no quería para nuestra hija, al coste de mi propia vida.
Y mas. Pienso en mucha gente mas. En cuanto mis fuerzas se recuperen, deseo hablar con mas claridad de todos ellos pero ahora lo que siento se empaña por el dolor, y el auto compadecimiento y no merecen eso.

Pero si que siento una fina relación en todos nosotros al respecto de nuestro legado, una relación que aun asediada por la muerte se conduce hacia un porvenir en el que al menos luce tenuemente la vida.

No quiero saber ni entender que sueños abordaba Bropius para un hijo traído al mundo después del Ultimo Invierno de la Humanidad.

No puedo preguntárselo a Don Eteko, a Miguel, a Max, a Paula, a los chamanes Guaraníes ni siquiera a Cazadora de Monstruos.
Es una respuesta que se ha tragado mi decisión en aquel lugar.

Pero nadie me tiene que decir lo que deseó Elias, todo un hombre a sus catorce años, huérfano de padre no hacia mas que unos instantes y enfrentado débil y exhausto, al rostro de la Muerte, que era mi rostro.
En aquel momento quiso un mundo en el que merecía la pena luchar y morir por que el niño, apenas recién nacido, en mis brazos viviera, y yo tome esa herencia.
Siento que habría sido un padre magnifico si hubiera sido yo la que no estuviera. Pero la fortuna no es como la queremos, si no como la forjamos. O quizás todo lo contrario.

Cierro los párpados y las imágenes me duelen. Pero no me queda dentro otra cosa. Yo debería estar muerta y ellos vivos pero no tengo ya el poder de dar ese legado.
Sin embargo tengo dos hijos en los que pensar. Y siento que tengo a toda la humanidad.
Mi cabeza no deja de pensar, muy en serio, agarrando las hebras de mi creencia, mi responsabilidad, y mi moral, que herencia estoy empezando a dejar.