Comparto con Pola y quizás él algún día quiera contarlo desde su punto de vista, una extraña peculiaridad.
Algunos místicos a lo largo de las eras han sido agraciados con dicho talento o maldición. Gentes dignas de ello, por enfoque y trato. A algunos los conoceríais como Sutiles.
Por ello no consigo encajar el por que yo también.
¿En que consiste?
Consiste en que vagamente la realidad te recuerda. Como el samurai de Ghost Dog, somos a veces difíciles de ver, recordar o identificar. Estamos tan imbuidos del alma del cambio que el caos va por delante y también va por detrás.
En las multitudes el follón hace que no te encuentren.
En las grabaciones o mirabas para otro lado o se poso una mosca en el objetivo.
Esa denuncia por ese gesto tan burdo y gratificante a ese policía se traspapela.
Genial si no quieres pagar el alquiler, si quieres huir de ese plasta o si se te ocurre la brillante idea de robar un banco. O entrar en el Vaticano.
No tan genial, si eres de las que se emociona recibiendo cartas, te gusta que el dinero siga en el banco cinco minutos después de haberlo depositado, o si como me ha pasado y la razón de todo esta descarga de frustración quisiste votar.
No os voy a aburrir y aterrorizar con la escalada de gritos, histeria, carreras y violencia contenida o no, que experimente aquel día. Yo solo quería apoyar a quien creo que se lo merecía.
No os podéis imaginar lo amargo de mis lagrimas cuando acabo la jornada. Y no solo por no haber podido echar la papeleta y el resultado.
No solo era la rabia y la frustración. También estaba un cierto desconsuelo.
Algunos días pensaba que aun era normal. Aunque fuera un poquito.
Ese día, en la escalinatas del colegio electoral, en la plaza de la ciudad donde nací, entendí que ya no lo soy. Y que no lo puedo ser.
Y me dolió. Y sé y no sé porque.
En cierto modo vi la brecha.
Ví la vida en la Sombra.
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