13/7/07

Diario para Una Luz (II). Anunciación

La luz del sol ya me deslumbraba cuando me incorpore y abrí los ojos.
Fue como ver chiribitas y sabes, creo que también una sonrisa.
Mi primer impulso fue decírselo a él. Todo sentimiento de felicidad es mejor si lo puedes compartir. Si, lo sé, yo te hable cosita pero no es lo mismo sin palabras y miradas de vuelta.
Pero el vació de Anibal estaba ya frió y mi mano solo recorrió arrugas y huecos.
No me gusta el tacto de la cama lleno solo con su olor y su huella. Es tan rotundo en sus ausencias. Algún día, cosita mía, podre contarte por que le quiero y por que no es amor ciego. Hay cosas de él que me disgustan, como supongo que habrá cosas de mi que no le agradan. Es solo cuando lo comparo con cuando no esta, que me abruma todo lo bueno que él tiene y que me hace sentir y que desaparece.
Le quiero y por eso me levante para buscarlo y decírselo.
No tuve prisa. Las cosas no se apresuran cuando no es necesario. En este lugar en el que te concebimos la calma es el disfrute. Me alegro de haberme quedado con Anibal aquí. No solo por que tu has venido (yo sabia que vendrías, siempre he confiado en la diosa) si no por que me reconforta su paz.
Me han contado de otro lugar que hasta hoy no he visitado y que es similar pero distinto. Ahora que tu estas estaría bien ir allí, si mama se atreve y no hay que mirar para abajo.
Me lave y me vestí bien. Me peine y me puse perfume. Me mire al espejo y sonreí al rostro de la Anunciación.
Entonces baje por las callejuelas de Eren Vej hacia el escondite de nuestro amor.
No se por que no se da cuenta. Es mejor constructor que destructor. Pero siempre se esconde detrás de una puerta. Una fundación o como esta vez una herrería. Son sus manos cuando crean las que me hacen estremecer y no las que sajan carne y sangre.
Me gusta, cosita, cuando lo veo humano no cuando se empecina en ser hercúleo.
Lo encontré detrás de la forja, medio desnudo y sudoroso, con el ceño concentrado en un trocito de metal que no descubrí en que quería convertir.
A través del fuego me miro y me sonrió sorprendido de verme allí.
No le dije ni una palabra y no fue necesaria. Mis labios se curvaron hacia arriba y mis mejillas se encendieron. No creo que pareciera ni remotamente un ángel ni que nunca me hubiera sentido mas tímida.
Él se alejo de las ascuas, se limpio las manos y el sudor y dando dos pasos me estrujo en volandas con todo la ternura de sus brazos. Me dio un sentido beso y sin soltarme me miro y me dio otro en la frente.
Entonces, como si en vez de amantes, fuéramos colegas en la barra de un bar junto a unas cervezas, me susurro:
"Buen trabajo"
Y depositandome en el suelo con toda delicadeza, volvió detrás de sus metales y sus llamas diciendo algo sobre ir a celebrarlo en un momento.
Ese, cosita, es tu padre.

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