2/1/08

Al Abrigo del Ritual

Este año he pedido permiso para celebrar el solsticio invernal en el túmulo. No para participar en la ceremonia que ellos ofician, pero si para tener un instante al menos, y poder evocar mi propia emoción del rito allí. Junto al lago y la timidez de Solein, entre los amigos que quieran acompañarme.
Mañana lo repetiré en mi casa de Chartres, a la sombra del Roble mas a solas (ahora siempre estará Annette), mas intima.
Por que la noche es un regocijo amargo por lo que se va.
Y la mañana una plegaria lacrimosa por lo que renace.

Quemare las espigas de trigo, que con tanto esmero busque y recolecte en el estío. Dejare que su esencia escape en el alma del fuego, y regrese hasta su Creador, canalizada desde el centro de mi pasión. El fruto de su amada sera el mio, por un momento, y cuando escape de mi llevara mi plegaria. No existe otra ocasión en la que comprenda ese mecanismo. Solo cuando me siento en el cálido arrobo del ritual.
Este frenesí se ha ido descubriendo poco a poco, saliendo a flor de piel, desde el estado de fuga sin descanso que me confundía.

Nunca fui una buena practicante cristiana y católica, como trataron de inculcarme.
Nunca me salio bien el papel de atea descreída y redomada, que creí que debía ser.
Los dos son caminos validos, entre muchos otros, para la comprensión única de la creación si ciertamente se cree. La voluntad hace tu mundo, sea este pequeño o grande. ¿Que distingue a veces voluntad de fe?

Ya tengo un credo. Creo en una luz. Una que le cuesta, pero brilla en la oscuridad. Puede que sea la misma que vi, cuando la mano de la señora Charo me agarro o que ya existiera y que no era capaz de ver, con mis ojos nublados por lágrimas de negrura.
Era una luz en lo alto, que decidió bajar hasta aquí abajo por que amaba y con su amor nos da la vida.
He experimentado su comprensión, trance a trance, en cada celebración. Veo ese portento cada mañana, cada cambio de estación, cada paso de los años y festejarlo me abriga y da calor.

El solsticio de invierno me habla desde dentro, como también lo hace la primavera, el verano o el otoño. No es una meditación con visiones paganas infantilmente adquiridas. No es una mirada New Age ni Wicca del Ciclo con exóticos nombres como Beltane o Yule.
Soy yo con una pala, desenterrando mi espíritu, después de creer y después de haber visto.
Me digo lo que soy en lo que me ha pasado, en lo que siento, y en lo que me ocurrirá.
Así en invierno muero y me renuevo. Me celebro a mi misma y venero la huella de la vida y la muerte en el mundo.
Por fin me siento reconfortada en una creencia.
No es únicamente una forma de entender como hacer magia.
Es la forma que he adquirido.

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