28/5/11

Poema

Los versos riman en Oxford.
Se disimulan entre los ancianos edificios.
Una parte es su resonancia. El eco una raíz de su progreso.
La voz de base es la campana.
Los detalles, el revestido de una voz.
Una sobre todas las demás.
La tonalidad de la Llamada.

La señal que nos convoca.

Que también nos guía.

Es un manantial entre los patios y construcciones de la Universidad.
Arropado entre los colleges y los desprevenidos alumnos y profesores.
El Fuego primario, en un hilo de pluma al que seguir, apunta a una ventana.
El amor y la preocupación de una muchacha del campus, a un nombre.

La cristalera pertenece al aula de Griego Avanzado.
El nombre es el de uno de sus estudiantes; Abel.

Esa tarde, en el anochecer penumbroso, en la clase se planteo un reto. Era una apuesta realmente, como cualquier otra pequeña broma entre dos viejos amigos. Seguro que en mil otras ocasiones mas, hubiera pasado inadvertida pero, como en este universo no existen las coincidencias, ese martes vespertino adoptó el matiz que no se le esperaba.

Había cuatro alumnos mas, probando a vencer la prueba en sus venerables pupitres. También estaba el profesor. Y excepcionalmente también estaba ella.
Fue el bueno de Abel el que encontró la excitación. Las palabras, sobre todo los versos no pronuncian y ya esta. Incluso un millón de traductores mas hubieran interpretado las voces, articulando sonidos con vago recuerdo a lo expresado. Pero contagiar su significado a las propias... Para eso debes estar tocado.

He estado sentada en su silla. He rozado sus emociones y sentimientos a la par que acariciaba esa madera tan historiada. Este es un lugar cargado de narración. De los cuentos de tantas vidas.
Esa efervescencia, que aupa al que ensalza la llamada del cuerno o al que sustancia el sermón pronunciado desde la montaña, prima por encima de las ya meras anécdotas.

Tengo mi intuición pero voy a dejar a la verdad expresar su mirar. El porque ahora y el porque él, se entreveran la perfección en unos ojos de color algo dispar, la pasión por lenguas ancianas que no muertas, una sonrisa tímida pero muy cálida, el eflujo de la victoria y un bosque de bucles de cabello oscuro. Quizás sean las mismas palabras, ininteligibles para mi a través de su avalancha de emociones, que captan, muy presentes cuando al final se declaman, oportunidad, lugar y persona.

Como los roces de una certeza mayor con cabida entre lo que se puede contemplar. Te pone la carne de gallina y no sabes por que. Lo entiendes y no sabes por que.

El poema es en la boca, pero vive por el corazón y viene en la aparición preciosa del Aedo.
Bajo las hojas del destino Abel lo es. Aunque las rimas las escribiera Tamiris.
Cuando las pronuncia Abel, les da de su propia existencia. Creativa. Pasional. Enamorada.

Por ello se sostiene en el aire. Invisiblemente agarrada a los objetos y las personas.
La vibración nos atrajo hasta el lugar y la situación.
Sin cejar por que es como Charo con la campana.
La llamada en instante eterno.

Que ahora se que dice:

"Cae el velo de Hades sobre la Tierra"
"Tiende el Puente de la Phylake en las Tinieblas"
"De las Raíces de la Tierra a las montañas"
"Muralla de la Antumbra sella el Horizonte"

Ni el bueno de Arthur Spangler ni el bueno de su camarada Joseph podían saber. Ni el propio Abel ni Sybille ni nadie en esa clase. Ni yo, ni Charo, ni siquiera las Sibilas. Nadie. Nadie podía.

Ese era el ardid del misterio. Incluso para que los Malditos no lo supieran.

La clase se resguarda en el silencio de un jueves por la mañana.
Pero vibra el toque. Canta un poema, recita una canción. ¿Ves ese regusto que queda cuando has terminado con el sonido pero sabes que no con la melodía? ¿Ves que forma parte de ti?
Ahora se oye. En todas partes para los que tienen oído en el alma.

Para Ellos también.

Los buscan. Lo descubrimos en nuestras rápidas pesquisas.
Posiblemente ya los tienen.

Una clase entera. Seis jóvenes y un profesor. Y su mujer. Y su mejor amigo.

Andamos de acá para allá, revelando historias inquetantes y encontrando a aquellos que la Diosa ha otorgado otras encrucijadas con las que mecer su existencia diferentes a los de aquellos que no encontramos.
En la biblioteca se presenta Sybille, que busca a su querido Abel, con decidida preocupación.
En la casa de Spangler al joven amante de su mujer, Phillip que tambien sufre la misma desazón, pero nacida de un repentino rechazo.

Sus charlas nos aligeran las pistas. Nos dan el siguiente recodo del sendero.

Sin embargo estas no son las señas de la victoria si no las de la reconquista. Acción y lucha en el futuro próximo y gentes dedicadas en cuerpo y alma en la contienda.

El hilo nos conduce de nuevo. Pero ya no es de fuego si no de humo. La canción vibra pero no nos dice si llegamos a tiempo.
El único saber es que estamos bajo su influjo de redención, rescate, y cruzada.

No lo reconozco así en su momento, pero navegamos en la niebla.

A plena luz del dia se presenta el terror y el resquemor.
Apuntado en la dirección de un bosque cercano.
Pintado sobre la cabaña alli escondida.

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