28/5/11

Milagro.

Los hechos extraordinarios no son un milagro.
En ocasiones conculcan casi la posibilidad de serlo.
Instantes acariciados por el aliento en verdad Divino.
Pocos sinceramente tocados de lleno por lo Altismo.

No sé si se ve la diferencia que cuenta.

La llegada de Pola en el ultimo instante en Perú.
La victoria en Eren Vej de consagrados y expectantes.
Le rescate de Albora y los reencuentros.

Muchas hazañas, gestos o combates físicos o espirituales en los que he participado han soportado el manto del hacedor y que yo recuerde también había sentido con tanta certeza y cercanía la presencia de su mano, como hoy.

Hoy no es distinto.

Estoy arrodillada en el suelo.
Limpiando el rostro fallecido de un hombre viejo.
Un hombre muerto.

Mirado en frio y en retrospectiva ha sido muy simple y salvaje.
Como no la primera vez, Charo clava su daga mítica que los emancipa, sobre el corazón palpitante que Anibal acaba de arrancar y, lo que otras veces permanece solido en la piedra y se precipita al infierno, esta vez se ha desgranado en polvo justo en la otra dirección.

Este es el hecho, pero no el milagro.

El icono que rige el minúsculo recinto subterráneo en el que se emparedo, parece sonreír tiernamente de verdad sobre la pausada voz de Charo confirmando que si, que no hay condena.
Que mas allá de la ardua, dolorosa y centenaria ordalía de aislamiento y socavo de la mente y el cuerpo y mas allá de la maldita elección que el hombre ahora muerto en el sucio suelo realizo, esta muerte, dura y verdadera, le ha redimido.
Que rompe el circulo, viciado con la entrega de las vidas de los mas amados y, lo que es mayor desafío, vence a la negación de las reglas del juego o bueno que impone unicamente la gran regla, la del verdadero amor.

Que rechazo ser un Dios.
Por el amor a Dios en todas las cosas, en inicio en las mas cercanas, en las mas queridas, en la de los seres queridos que mas amas.
Por verdadero amor a su familia.
Este es el milagro.

Se entrego sin saber que él se salvaría pero sabedor que así los salvaría a ellos.
Mujer, hijos, nietos o cualquier futuro miembro de la familia que en la eternidad le fuera siguiendo.

Eligió y eligió bien.
Ya esta... Diosa... es así.
No soy la mejor para opinar, al fin y al cabo los sacerdotes de este misterio son Charo y Anibal.
Habría que preguntarles también lo que sienten ellos.

Yo siento que el cuerpo de Hubert S.Bradfield es el de un santo.
Un santo pequeño.
Santo de un solo, único, y jodidamente difícil, pequeño de concepto y amplio alcance, milagro.
Deudor de una de las santidades que en verdad importan.
La de la intima religión de la familia y el hogar.
La de la Llama de Calor del Amor.
La santidad primera y la ultima en nacer.
Vencedora al Final.

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