13/12/08

Las Hijas del Caballero.

Conocimos a las hijas del caballero.
Bueno a Isobel ya la conocía.
Apareció en Perú cuando nos precipitábamos al caos.
Bethan apareció tras la luz que portaba pero se desvaneció de súbito cuando el pabilo de la vela que empuñaba se extinguió ante el peso que lleva ahora mi nombre.
La luz quería distinguir el mal y reconoció en mí un mal.
La oscuridad no parecía nada acogedora. El mar rompía justo detrás nuestro, haciendo que la sensación fuera la de estar perdidos tras haber salido de el en una costa extraña. Xavier, mis hijos y yo misma empezábamos a estar ateridos por la humedad del agua que empezó siendo la de la piscina de la torre pero que había mutado a la de este otro lugar del que no nos imaginábamos como regresar.
Sin embargo la llama de la vela volvió a aparecer y la fina figura que la portaba nos encontró. Apenas el baile de la luz brillaba en el aire pero en los rasguños que le aprestaba a las tinieblas contemplamos el blanco moteado del ropaje que vestía y el contorno indudable de la mascara que coronaba su cabeza. Después cuando la vela incendio la hoguera que ella había preparado y la lumbre destaco el vaho en sus palabras y los movimientos de su danza alrededor del fuego pudimos destacar la constelación de pecas en su rostro y su espalda y el brillo de una patina de ojos despiertos y jóvenes a medida que la barrera entre los mundos se difuminaban consumidas en el calor y la ordalía.
Destacó también entonces la figura de porte a su lado y el rostro conocido y afable de Isobel Cadwalager.
Fue ella la que me reconoció y nos explico donde estábamos. Nos habíamos desplazado hasta la vera de los despojos de una vetusta torre lejano tiempo construida y después arrasada, en la costa de las tierras de Gales que enfrentan al Mar del Norte.
Había sido Bethan la que nos había sentido llegar y había sido el recuerdo de Isobel lo que las había impulsado a ayudarnos y rescatarnos.
La Diosa las bendiga con felicidad y misericordia, por que también nos acogieron en su casa, nos ofrecieron el calor de sus chimeneas y la suavidad de sus camas.
Es así como acabamos recuperándonos en una gran casa solariega y un pequeño castillo que guardaban las antiguas ruinas.
Una casa cuyo escudo de armas destacaba sobre el dintel de la puerta y muestra una espada sobre la que se enrosca una serpiente. Una imagen que transcurridas las jornadas y las conversaciones tiene mas lecturas que la mera heráldica.
Conversaciones que se iniciaron aquella misma velada y que se extendieron por los siguientes días y meses de descubrimientos y decisiones.
Sentados a su mesa, descubrimos que Bethan e Isobel son hermanas, pero escondida la razón en aquel entonces aun en el misterio, de madre distinta. Quizás eso explica el animo diferente que inspiran al verlas, juntas y por separado.
Bethan posee un aura bella y brillantemente nocturna como si fuera hija de la luna e Isobel tiene una firmeza y una calidez protectora que nos recuerda al sol. Y sin embargo juntas no se distorsionan si no que se complementan tan bien como la noche y el día.
Aquella noche primera de descanso, después de haber dormido a los chiquillos aun departimos un poco para fijar nuestras situaciones. Nos empezamos a contar cosas y nos ocultamos otras en este mísero juego de confianzas truncadas en el que se ha convertido el trato humano.
Un juego que yo sobre todo, me esfuerzo por asumir. Aun recuerdo a Bropius y recuerdo los despojos de la venida de su Madre.
Por eso tuve mucho cuidado. Aun con dolor de mi corazón.
Por que las muchachas fueron muy abiertas y amables. Hasta donde pudieron llegar. Los secretos no se reducen a nuestros corazones.
Bethan nos contó que era estudiante en la universidad de Cardiff y que había aprendido las artes de la Brujería como yo poco a poco, pero según creo yo mas sabiamente. Ladirigieron las leyendas y canciones que se atesoraron en aquel lugar. Las que me imaginado protegía su padre. Isobel nos contó quien era el, nos enseño su vestimenta de acero de caballero y nos confundió con la pregunta de por que cuatro años atrás se marcho junto a una sombra agarrando solo la espada, para no haber reaparecido aun a día de hoy. Lo cierto es que en aquel momento no supe que pensar, pero a la luz de lo que descubrimos después tengo una sospecha. Una sobre la que no me atrevo a hablar con ellas.
Sin embargo en aquel momento, con el sueño sobre nuestros ojos y el agradable beso del calor del fuego, nuestras ideas flotaron por otros derroteros.
Bethan y Xavier, quizás mas jóvenes e inquietos y menos oprimidos por obligaciones
siguieron compartiendo sobre música y otras pasiones. El les hablo de su voluntad con el piano y ella nos canto viejas canciones ligadas a ese lugar en donde estábamos. Canciones con una intensidad tal que entiendo el por que no se pueden banalizar escribiéndolas sobre un papel. Son tonadas que perderían parte de su alma, no se si me explico bien. El idioma musical escrito no llega a representar todas las emociones, sensaciones y visiones. Ni siquiera el Ogham que esta hecho para ello, puede con ellas. Perderían su Hechizo.
Son canciones que se oían cuando la Serpiente residía en estos parajes. Por que Bethan e Isobel nos contaron que la torre junto a la que aparecimos fue en sus tiempos un lugar de poder como el nuestro y que lo protegía un ser marino que culebreaba y se enroscaba sobre sus costados de piedra.
Antes de que Isobel se retirara a sus estancias hablamos de aquella época de antaño y las similitudes con nuestra época. Hubo más barrancos que puentes por el temor a desvelar algo que comprometiera a nuestra gente. O que las pusiera a ellas en peligro.
La conversación paso a centrase a los niños y a los hechos acaecidos en la selva.
Isobel le había contado a su hermana sobre Asier y yo añadí a Eriltes.
Mientras ni Xavier ni Isobel estaban yo no le escamotee ni un detalle a Bethan de los
acontecimientos de la concepción y nacimiento de mi hijo. De todos los detalles y de todos los puntos de vista. Fue como una descarga, liberando una opresión. Lo he contado antes y lo contare después pero es Bethan la primera que creo que puede comprenderlo para bien o para mal, bajo mi prisma. Por que Bropius y Eriltes no pueden contar. Bethan me dejo bien claro que hay ciertas criaturas y seres de los que ni siquiera hay que mencionar el nombre.
Cosas como ellos, de lo que yo me he tomado muy buena nota y grabado ese conocimiento.
Algún día hablaremos mas y desentrañaremos las verdades hasta el final. Por negro que sea.
Pero entonces se que seguimos hablando de otros temas que no recuerdo por que la necesidad de dormir me envolvió y en la duermevela todo se difumino.
Recuerdo que deje a Xavier con Bethan y conversaban y congeniaban. Me alegre y me alivie.
Sinceramente dormí, lo que creía no iba a ser posible. Dormí a gusto como hacia tiempo. Arrope a Annette junto a mí entre las mantas en el colchón de lana y mecí a Asier en su cesta de niño junto a la cama. Nos abrazo la oscuridad redentora y confortable y el silencio y la tranquilidad de la casa de las hijas
del caballero. Recuerdo que antes de sumergirme en el sopor me decidí a pedir asilo allí por unos días. Pensé que aquel seria un buen lugar para que los niños olvidaran, sobretodo Annette, lo que había pasado.
Antes de que llegáramos a este remanso de paz. Antes de que vieran a Eugen. Antes de
que los asustara.
Tengo miedo. Tengo miedo por que Annette lo ha visto. Lo ha visto si tapujos ni mascaras. Y maldita sea tiene solo dos años. Algo tengo que hacer. Debo pensar y sobreponerme sobre el miedo. Y decidir lo mejor para ellos aunque me duela. Aunque me de malos sueños.
Sin embargo aquella noche ni siquiera soñé. O quizás tuve el sueño vacío que buscaba.
Quizás por ello el día siguiente fue el día de la urgencia.
No imagine que al día siguiente Xavier marcharía hacia Paris, para solucionar un asunto pendiente que solo creo podía solucionar él. Aunque no lo hizo solo. Al menos no todo el camino. Bethan hasta Edimburgo fue con el.
No imagine el paseo al paso del caballo por el bosque, las inscripciones antiguas en los árboles y la tumba.
La tumba de la madre de Isobel.
No imagine la urgencia que te puede brotar de un momento al siguiente por la mera
percepción que recibes y por la simple revelación que conlleva implicaciones nada simples.
La urgencia de actuar, y de inmediato dejándose de zarandajas, desconfianzas, y dudas. La necesidad imperiosa de estar junto a estas dos chicas y sobre todo de cumplir la obligación de que no estén solas.
Por que la visión que obtuve de aquella tumba coronada por la representación marmórea de una bella mujer a la que sostiene un ángel para que no caiga, esta vacía. Y no lo esta.
Por que al invisible ausencia del cadáver le acompaña la visible para el ojo acostumbrado presencia de los espectrales brazos, y manos y caritas terribles que tiran con denuedo hacia abajo, hacia la ciudad voraz de los Malditos.
El mismo lugar a donde llevaron a Maria. El mismo lugar al que me juro todos los días no pertenezco.
Esa es la razón de que me empeñara de llevar a Isobel con Joao y los demás muchachos, tras ver su mirada atravesando la niebla cuando le hable de Eren Vej. De que Bethan y yo y los niños compartiéramos tardes de verano y mañanas de otoño al teléfono.
La urgencia viene de que sentí que el peligro esta sobre ellas desde dos lados.
El peligro que no le hemos traído hasta su puerta nosotros.
Maldita sea, llamarlo palpito y considerarlo en la medida de que puede estar equivocado.
Pero vi en mi cabeza la escena del día que el padre de Isobel y Bethan marcho a lo
desconocido. Y le pongo rostro a la sombra a su lado.
Es un rostro en piedra blanca al que a duras penas un ángel mantiene a salvo.
Puedo rezar por ellos todos los días.
Pero por sus hijas hay que hacer mas.

No hay comentarios: