13/12/08

Tribulaciones en Casa de la Bruja (ii). Bautismo en el Fuego.

Que tenga trazas de místico o sobrenatural no deja de convertir al fuego en fuego. Cuando atraviesas la llama esta quema aunque brote de un misterio.
Después de incorporarme sobre el llano cubierto de ceniza al otro lado, mis ropas, mi pelo y mis uñas ya no existían devoradas por la pira.
Debía de haber dolor, seguro que lo había en algún lado, pero de manera sorprendente había quedado relegado y escondido muy lejos de la superficie, lo que lo hacia mas inquietante por lo que la sensación de insensibilidad te aleja de lo que te hace humana. Quede allí sobre el yermo mas desnuda que lo que imaginas posible. Desnuda de algo mas que esta bajo la piel.
No me detuve en la contemplación de las sensaciones ni un segundo mas. Pensaba en Asier. En que aquella ultima acción desesperada de arrojarlo lejos de mi le hubiera evitado el tormento del paso a aquel infierno.
Pero no hizo mucha magia para notarlo tan cerca como a mi alrededor, disuelto en los copos de ceniza que hollaba, junto a otras tantas cosas que digo que amo, y que yacían en rescoldos consumidos ya fríos en aquel yermo calcinado donde no habitaba nada mas que un rumor que se acrecentaba hasta unirse a su gigantesco dueño, no mas que un engendro de patas de carnero y cabeza de león que se detuvo a contemplarme en silencio.
No había nada mas que ver, sentir o escuchar en ese el que creo con firmeza mi mas verdadero paisaje interior.
No hay.
Ni hierba verde, ni arboles, ni sol, ni risa de niños, ni miradas intensas de bebes. Todo lo que pongo se calcina y se convierte en ceniza.
Es demoledor y lo seria mas si no hubiera visto de reojo el ascua viva de la posibilidad que me dio Pola, la Diosa lo bendiga si ya no lo esta haciendo.
A mi vino Maria y me insistió y me insistirá en que esa envoltura es la que debo ser.
Que ese avatar con el aroma retorcido de Gaia es la obra del Dios que soy y debo aceptar para remplazar a los otros Dioses.
No sé cuanto se lo podré llegar a gritar, decir que no soy un Dios ni que lo pretendo o lo he pretendido en algún modo.
Que me basta el esfuerzo titánico de mantenerme humana.
Me puedo desgañitar pero lo cierto eso que vi es lo que hay en mi.
Mi monstruoso descenso egoísta a la Divinidad y una oportunidad de no tomarlo.
Lo demás, aquello que tendría que tener aquí, en mi, sustancia, es pasto de un fuego inmisericorde.
Encaminé mis pasos de regreso hacia las llamas cegada en mi intento de mirar mas profundamente, pero no hay separación ni diferencia entre ese Daimon y yo. Es mio tanto como lo soy yo.
Solo hay una cuña que los separa. Una cuña de bendición. Un resquicio.
Esa creo que fue mi revelación tras aquel bautismo.
Luego me decidí a volver a entrar.
El fuego me volvería a reclamar su precio.
Pero tenia que regresar.
Asier aun estaba al otro lado.

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