25/3/08

Diario para Una Luz (xvii). El Nacimiento de Galatea.

Habrá un traje en mi armario que espero no sabrás encontrar. Y si lo haces sera la parte de un misterio que hasta que no tengas edad para escuchar este diario te sera vedado y te traerá reprimendas y castigos.
Es una vestimenta diferente de las otras, tanto por sus formas y sus colores pero sobretodo por su significado. Es la piel de la realidad aflorada en mi a la luz de los acontecimientos y mi voluntad. Llegara el momento, cariño, en que me liberara mi promesa y sabrás todo lo que hoy te voy a dejar dicho.

Ha sido otra madrugada, en la que de nuevo, estaba buscando la claridad en solitario en medio de toda esa gente que vive la ciudad, la que te encuentras tanto de día como de noche intentando salir de su letargo.

Había comprado una pila de libros que creía que le gustaría a Karel leer y cansada me había sentado en uno de los bancos cerca de los rincones mas románticos de los jardines del Trocadero. Me gustan tal vez sea por que son a la vez populosos y recatados y se puede pasar desapercibida y contemplar. La vida circula frente a ti lenta como siempre convertida en una sucesión de muchos pequeños hallazgos. Sé que suena raro pero llevo unos meses haciendo lo mismo, en parte para no parar de descubrir París y seguir coagulando a cambio, en parte por que las noches solitarias en mi cuarto a veces se hacen insoportables. Cuando no puedo mas, me refugio en estos rincones: Trocadero, El Bois, El Sena, conservando cada poro abierto al cambio y asombrandome de su inagotable variedad bajo las luces de esta ciudad, que nunca se apaga.

Que busque refugio no quiere decir que me sienta bien.
Desde que se llevaron a María y Anibal se alejo de mi, no se detiene en mi interior la sensación de asfixia por el ansia y la angustia y la confusión y, ni toda la ciudad a podido consolarme aun. Pero sigo y sigo intentándolo por que que no haya del todo cura no implica que no haya mejoría.

He jugado mis primeros partidos de baloncesto en décadas y vaya si me divertí, aunque me dislocara la muñeca y aprendiera lo que es volar sin magia y gritara como una loca e hiciera trampas (las cosquillas valen tanto como los pisotones).
Las semanas de antes he regresado a mis viejos lugares y personas conocidos y en el centro o en el extrarradio he retomado el pulso a lo que de alguna forma me prometí. He repartido la breve pero sabrosa cosecha de verduras y frutas y la siempre abundante de leche, queso y cuajada y miel. Este año no me quedo nada.
He ayudado a los niños y las madres que empiezan a tener algún problema con los servicios estatales y he sido amable, comprensiva y nada beligerante pero si sincera con los padres y familiares. No he estado sola por que nunca la gente se deja de preocupar por la otra gente y eso me ha hecho sentirme parte y sobre esa parte me he dado sostén.
A ti te he cuidado con toda la ternura y pericia que en mi he logrado encontrar, y que creo que aun no se acaba, mientras voy preparándome para la disciplina que algún día supongo va a ser necesaria. Me temo que vas a ser una ratita linda y traviesa y que vas a malcriar a tu padre si se sigue cambiando su cara así cuando te mira. Esta ahí, de vez en cuando al menos, y es eso todo lo que le pedía para ti. Yo te miro y te quiero cada instante hasta cuando me preocupas por que lloras y no se la razón (lloras tan poquito, mi corazón) o cuando te escapas de tu cuerpo y te tengo que buscar con el alma en vilo. Pero también te ríes y te tiras eructos y tienes una vocecilla incansable y te disfruto y me regocijo hasta agotarme y caer extenuada.
Hemos cuidado tú, Charo y yo y de Karel tanto como hemos podido. Le he leído y le he cantado. Le he peinado y mullido el lecho y la ropa para que no se llagara ni se hiciera daño aunque me imagino que no sera muy necesario.
Solo una vez me he atrevido a hacer lo que Charo hace y he compartido con él el sueño en un descanso de los viajes que están realizando los tres Alfiler, Charo y Karel. Sin ninguna palabra nos lo pudimos decir todo. El me enseño sus ojos y yo le mostré mis esperanzas y mis anhelos. Yo oí la música que brota como la luz desde cada rincón de su alma y yo le prometí que no la dejare decaer ni morir. Tu le diste un besito en la mejilla y yo llore.

Esa lluvia amarga que brota del interior, que puede llevar tristeza, alegría, o dolor, o animo.

Ese estado de animo que te deja en medio de la noche rodeada de arboles, personas, y oscuridad con las paginas de La Consolante difusas a tus ojos y la mente somnolienta pero incapaz de descansar, delante de una figura embozada en ropajes negros. Sin miedo aunque llevara una espada y un pañuelo ocultara su rostro debajo de la profunda ala del sombrero. Prefiriendo la locura y el esperpento a otros pensamientos.
Mi primer pensamiento fue Egon y allí lo quise detener.
Sin embrago en cuanto la conversación avanzo (si, tu madre habla con individuos enmascarados, ¿Por que no si ellos te hablan?) se hizo patente que era algo mas importante engalanado de romanticismo y vodevil.
Por que me hizo en voz alta la pregunta que desde aquella noche fatídica en el túmulo en la que Anibal sacudió mi mundo y mi vida en todo lo que es valioso, me he estado intentando atreverme a plantear.
No importa el nombre con el que lo bautizaron, ni los apariencias con las que lo llevaremos a cabo, si no el fondo hasta donde alcanza.

Si, es mi respuesta, defenderé a la gentes de París (y con ello significa también las del mundo por que todo el mundo habita París alguna vez en su vida) vestida como la pimpinela escarlata o completamente desnuda. Lo hago por que esta gente, mi gente, soy yo, por que yo ya soy Parisiense en la forma abismal de la acepción, en la que la ciudad no tiene muros ni limites.
Lo hago por que ya me lo prometí ante el hombre mas hermoso del mundo y del cielo.

Luego vino la reunión y las risas a mi costa. Te juro que ni por un instante lo vi (tu madre tampoco es muy lista para esto). Son muy buenos. Remi, mi querida Yue, Egon y Ludmila, mis compañeros en esto.

Es así como nace Galatea, como su homónima, un espíritu liberado de la piedra donde fue formada por las fuerzas del Amor.
Las sensaciones aun perduran en mi por que todo lo que esta patas arriba tarda un poco en asentarse, pero mi nombre nuevo, el nuevo ademán de mi yo, Gabrielle, ya esta ahí.
Me atengo al paso del tiempo y al transcurrir de los hechos para continuar desarrollando el abrazo a esta gente, mi Ciudad, mi Pigmalion, infundida en el recuerdo de la presencia de la Diosa en todas partes pero sobretodo dentro de mi, y no volver a la inmovilidad petrificada que había antes y caer a pedazos que se lleve el viento.
Por que dice Afrodita en palabras de Ovidio:

"Mereces la felicidad, una felicidad que tú mismo has labrado. Aquí tienes a la reina que has buscado. Ámala y defiéndela del Mal".

Es así como estoy. Es así como nace Galatea.

(1) Para quien quiera conocer la historia de Galatea y Pigmalion ahí esta el enlace.

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