8/12/07

Diario para Una Luz (xii). Un Parto o Glorias y Dolores de dar a Luz

La primera contracción llega de madrugada. Ha sido toda una sorpresa.
No es como un ardor que comienza en medio de la noche y te molesta.
Es un dolor penetrante y crudo que te desconcierta. Como si no supieras por que tu cuerpo te esta atacando.
Hay unos segundos entre el comienzo y la comprensión. Suficientes para que muerda la punta de la sabana y de paso algún dedo y conseguir no aullar.
Es la primera y es la definitiva. No es una falsa alarma. Estoy de parto.

Mezo mi mano sobre el pecho de Anibal y lo despierto por completo. No es difícil por que se que lleva tres días esperando y no creo que se haya llegado a dormir.
Me pregunta si estoy segura mientras me aprieta con cariño la mano.
Si, estoy segura, es una de las ventajas que conlleva el estar tantos meses en contacto con mi cuerpo. Es un lenguaje que he llegado a casi comprender.
Casi. Esto es totalmente nuevo.
El me reconforta con un beso rápido en la boca y otro sobre mi ombligo.
Annette, estas inquieta. Te preguntas que es lo que le pasa a Mama, ¿Verdad?. Te revuelves en tu mundo calentito y oscuro que se esta conmocionando. Notas los cambios.

Anibal sin su camiseta intenta sacarme de la cama en brazos y yo le insisto en que puedo andar. Esto lo haré andando. Lo haré por mi propio pie. Lo haré yo y lo haré bien.
La segunda contracción desmanda mi determinación y mi verticalidad. Me recibe con su brazo y su pecho, me apoyo y no caigo. Sé que ha notado la presión de mis uñas. Pero ni él ni yo vamos a gritar. Me esfuerzo en no hacerlo, en ahogarlo. Es una estupidez, lo sé. Lo mas natural del mundo esta pasando y no seré la primera ni la ultima que grita.
Pero en lugar de eso me concentro en el aire que entra y sale de mi boca. En la tensión de mi estomago y de mi espalda. En la voz de Anibal.
Es un buen alumno. Ha atendido pacientemente a estos últimos tres meses de lecciones y me dice lo que estoy necesitando. Me hace respirar y me coge de las manos mientras la constricción se atenúa.

Llamar a Amaranta nos lleva un rato de mas y otra sacudida. Las dos vamos descalzas y en camisón, pero es solo hasta que me echa la manta que tenia preparada sobre mis hombros. Hay mas gente en el rellano pero no me concentro mas que en ella.
Sus preguntas son lógicas y rápidas.
¿Contracciones?. Se las indico con los dedos.
¿El intervalo?. No puedo decirlo, extiendo mi duda a Anibal. El dice que entre cinco o seis minutos.
Amaranta se ríe. Vaya si tienes prisa. Me coge de la mano dirigiéndome hacia el ascensor. He visto una ráfaga de la señora Charo, de Jeanne, Olympia y Pola. Onire esta atenta y ya nos esta esperando.

El camino hacia la piscina es solo de cinco plantas pero a la altura de la tercera me asalta el dolor tanto, que mi voz estalla en un gemido. Anibal se sorprende. Amaranta le quita importancia. Yo no se si estoy avergonzada, ida o desesperada, pero si esto es solo la cuarta o la quinta, me quiero bajar de esta agonía. ¡Oh Diosa es esto lo que no quería!. Parecer una cría sorprendida por un mala travesura. Sollozar y aullar como un animal. Perder la compostura.
La arenga de Amaranta es dulce y llena de calma. Me agarra las manos. Apoya su frente sobre la mía. Insiste en que respire. Que siga. Que grite. Que no me reprima. Me anima. Me llama hermanita.
Opto por la opción mas fácil. Un canto agudo y desgarrado. Espectacularmente brillante cuando atravesamos las puertas. Un buen joder.

Amaranta se las ha arreglado junto a Anibal para auparme e introducirme en la fragancia iluminada que es la piscina.
Judith y Mina son las artífices de una constelación de lucecillas. También me mira Santiago y el pequeño Tarik. Siempre olvido que Judith ve estas cosas. Ya lo tenia preparado.
Es como habitar en la luz. Una luz perfumada que te arropa en su manto. Hay tantas velas que creo que veo el cielo. Si apagáramos las luces seria hermosamente sobrecogedor pero no hay posibilidad. Voy a dar a luz ¡Diosa! ¡Voy a dar a luz!
El beso de Santiago en mi mejilla y sus palabras de cariño no las puedo disfrutar. Es el dolor, la sorpresa o una vergüenza malsana la que me esta invadiendo. Deseo que se vayan todos. No, todos, no. Puedo aguantar la presencia de Amaranta, Judith y Mina. Ayer deseaba que estuvieran todos pero ahora, hoy, doy gracias a la Diosa a que me convencieron.

¿Anibal...? Me siento tan desnuda y expuesta. No quiero que me vea así. No quiero que descubra lo débil y frágil que soy. Quejosa. Vacilante. Derrotada por el dolor. No quiero que piense que no lo merezco. Es tan estúpido. Es mi pensamiento tan estúpido.
Pero se lo prometí, y el se comprometió. Y él esta aquí y no quiero que mi orgullo o mi inseguridad heridas estropeen ese momento. Que Anibal este justo aqui es importante. Para ti, mi Annette.
Le dejo llevarme hasta el agua, introducirme en ella, servir de apoyo y amarre. Me aferro a sus manos con tal de no escurrirme de su pecho. Mi trasero dentro de medio metro de agua. Con mi vulva dilatada abierta al mundo. Con las olas rompiendo contra mi pecho. Él me sostiene. Él soporta mis embestidas. Es paciente. No le importa que me sacuda o grite. Mira a Amaranta.

Amaranta ya me controla, metida también hasta la cintura, en la cálida agua. Es mi ángel de la guarda, envuelta en una tela que no le cubre nada y susurrándome tranquila.
Vas muy bien hermanita, vas muy bien.
Judith me limpia el sudor de la frente y mis mejillas. Mina me acaricia, nos cuenta chistes y me promete que me hará muchas cosquillas. Aun entre los dolores consigue hacerme reír.
El proceso no se para. No lo había imaginado así.

El vaivén del dolor se va transformando. Dentro de la balsa acogedora de la piscina los pinchazos de las contracciones se transmutan. Como plomo en oro. Dolor en ... ¿Claridad?
Se esta llevando parte de mi lucidez, pero la que resta esta perdiendo lo que la constreñía.
Duele, si, pero casi te puedo ver, Annette. Verte sin abrir ni siquiera los ojos.
Son cambios que siguen cambiando.

Ya no grito si no que aprieto los dientes y resoplo. Ya no pienso en, que me coarta o me molesta o me duele.
Siento la contracción y respiro. Siento la contracción y respiro.
Siento, Annette , tu confusión y con un hilillo de voz te tranquilizo.
Sacarte de ahí sana y salva es todo lo que tengo que hacer. Y se como hacerlo. Mi cuerpo lo sabe.
Aprieto con tanta fuerza a Anibal que logro una mueca de queja en su rostro. Ya no me importa.
Podría estar el resto del día así si fuera preciso.
Pero lo voy a hacer.
Vamos cariño me animan por turnos. Vamos cariño te susurro yo a ti.

Nuestro camino alcanza el amanecer.
El fuego de la luz es mortecino y apesadumbrado. Gris.
El ceño concentrado de Amaranta me lo muestra. Sus comisuras de los labios se van curvando.
Alrededor el mundo va tomando otra forma en el color.
Ya no hay diferencia entre el impulso y la pausa. Por completo soy fluir.
Estoy. Abierta. Del. Todo.
Ya lo sabes Annette. Ya me manoteas.
Ya lo sabe Amaranta.
Me sonríe. Me mira a los ojos. Me lo confirma. Incluso me dice que no necesito ningún corte. Que todo va a ser a la primera.
Sus dedos me palpan. Se prepara.
Mis ojos lloran. Las lágrimas me enturbian la visión. La luz se nubla como fantasmas.

Su presión rompe la bolsa y deja fluir las aguas. Te deja libre Annette. ¡La mancha que se dibuja diría tanto de tu futuro para quien la quisiera leer!. Yo no quiero verlo. Quiero vivirlo. Te quiero.
Empujo cuando Amaranta y los demás me lo piden. Casi no respiro entre empujones.
Me he mordido el labio por que siento el sabor de la sangre entre mis dientes.
Empujo. Empujo. Empujo.
Tu cabeza pasa. Un hombro. El resto del cuerpo.
Mi niña, sé que braceas y pataleas dentro del agua aun conectada a mi interior.
Amaranta te atrapa y te trae a la luz.

Hay un campo de sol de la mañana sobre el agua entre Amaranta y yo cuando abro los ojos. Siento que expulso todo el peso. Ella ya te ha sacado, mi amor, del agua, de esa bandeja dorada llena de olas. No veo como te seca. No veo como te corta Papa el cordón.
Solo escucho. Escucho que no escucho nada. Me contengo en mi respiración.
Tu me sientes. Y entonces te arrancas. Es tan sentido el llanto.
Lo sabes. Me cantas. Me acunas.
Cuando te veo sobre mis pechos, eres una cosita tan linda.
Mama llora henchida de alegría, henchida de regocijo.
Me haces, mi vida.
Me has hecho.
Me has hecho madre.
Que conjuro tan grande.
Que cosa tan sencilla.

Para todas las madres e hijos e hijas y padres del mundo . Tronco y canción de un árbol de la vida que nunca cesa.

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