Yo tengo una granja en Chartres. Casi junto al rió, envuelta de arboles y con una pradera. Son dos plantas pequeñas con un pequeño garaje. Detrás están los establos donde duermen mis cinco vacas. Esta Alannis, esta Tori, esta Shirley, esta la pequeña Guðmundsdóttir, y esta la dulce Beth.
Son todas unas vacas muy buenas y muy lecheras y no puedo escoger cual es mi preferida. Se nota que quien las eligió fue Judith.
Me gusta mucho ir allí a cuidarlas y ordeñarlas y estoy aprendiendo a hacer toda clase de quesos, mantequillas y dulces de leche tan apetitosos que cada vez mas pienso que es una pena no poderlos comer.
Al fondo junto al prado y la brisa del rió, he plantado un árbol. Un retoño de un roble, procedente de un lugar donde ese árbol aun es importante.
Quiero verlo crecer y que su sombra cobije a los míos.
Cuando no puedo hacerme cargo del lugar me ayuda Antoine. Su cara, su cuerpo y su corazón son de tierra pero aun así lo he hecho mi socio. Mi mayor temor es descubrir si de verdad no tiene alma. Si ese día llega tendré que llevármelo de allí. Tendré que devolverlo a su lugar.
Pero mejor que lo haga yo que soy su amiga que no otro desconocido.
Los demás me dicen que es una locura el tenerlo conmigo y yo los entiendo pero trato de tomármelo como un reto. Para el futuro.
De momento me gusta verlo leer o hablarle a los pájaros y a las vacas y cuando creo que no se da cuenta lo observo y deseo lo mas fuerte que sé que nunca llegue el instante.
Y me imagino que así cada vez El se hace mas real.
No me puedo llamar bruja, persona y amiga.
Si no hago todo lo posible para darle lo que necesita a quien lo merece.
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