1/2/09

Los Sueños Amables (v): Piel

Se que por un intervalo de tiempo me negué a soñar.
Pero mi resolución no fue lo suficientemente fuerte.
Es peor, cuando la necesité la había gastado fútilmente.
Y la necesité con desesperación.

Vuelvo a soñar.

Me he quedado desnuda.
Esa es la alarma que me recorre, aunque difiera de todas las señales que la percepción que me envía desde todas las direcciones.
Hay pocos centímetros de mi piel que estén expuestos.
Piel y carne sobre mi cuerpo.
Piel y carne en mis labios, y en mi boca y mi garganta.
Piel y carne en mis otros orificios, oídos, nariz, culo y coño.
Piel y carne que no cuerpos. Que no rostros.
Que no personas. Piel y carne.
Piel y carne en pasajes de un libro de orgía de dedos, labios, pollas, cabellos, uñas, lenguas, otras orejas, puños, vulvas, dientes, manos, narices, anos... retando al placer y al dolor en solitario o en grupo, vistiendolos de gemidos y jadeos de mi voz o de la de desconocidos enfrascados en un labor de sumisión o dominio, indiferenciable entre el deseo y el tormento en el que el acto refiere solo al sexo mas desabrido pero que refuerza el contacto y sobre los roces se baraja la medida de la fuerza y del desamparo y la victoria marca la imposición y el poder. El poder sobre el miedo a la soledad.
Cuerpos abatidos, sudor, semen, sangre y flujos... Un ritual que pretendes que se repita perpetuemente, hasta que no haya piel que se me separe, que no me abrigue.
Estoy desnuda, me he quedado desnuda con mis deseos y miedos entrelazados expuestos al mundo.
Me he quedado desnuda, y sueño que ella lo sabe.
Su boca me mordisquea el lóbulo con sus dientecitos blancos y sisea y como si de la sombra se escindiera puedo contemplar su rostro rotando para enfrentar al mio, iluminado por la turbia iriscencia del calor que desprenden los cuerpos en continuo movimiento.
Su boca enfrenta a la mía y no desperdicia la oportunidad de juguetear con mi lengua, apretar quedamente mi labio, sonreír entre feliz, loca y tétrica.
Los ojos de María siempre me han parecido preciosos, y ahora fluyen hacia mi con la excitación de la demencia.
Me besa con una pasión insincera, pero que me gusta. Conoce mis clavijas. Me he quedado desnuda.
- No me había imaginado que tu Forma naciera así. Que tu Iniciación fuera así. - goza con cada palabra.
- María... - goteo las vocales con esmerada penuria y regocijo.
María Gichet, desnuda como nunca la he visto, me cierra las palabras metiéndome los dedos entre los labios.
- Goza. Busca tu nombre, Diosa de La Carne del Mundo. - cada suspiro es aleccionador - Yo soy tu ángel de la guarda. Te protejo de que flaquees de la senda de lo que has elegido.
Toma mis pechos. Estruja mis pezones. El néctar de mi maternidad brota y ella lo bebe. Los otros lo beben. Me muerden. Me gusta aunque me duele.
- Cada Dios escoje su forma.
Pellizca mi piel. Primero suavemente. La pellizca como si tanteara.
- Me cautiva tu vicio. La reposición de tu moralidad. La asunción de tus legados. - sube a mi cara otra vez. Chorrea leche entre sus labios. Brilla en un triste azul. El azul de los Divinos. De los Sobrehumanos. - se que codiciabas a Karel. Podemos compartirlo.
- No... - mascullo entre sus labios - Karel ama a María. No me ama a mi.
- Eso cambia - ronronea - Eso tu lo cambias. Le harás amarte. Te amaran, te tocaran, los poseeras. A todos. Por que podrás todo.
- No... - El deseo es ese, lo sé. Lo conozco. Pero no soy solo deseo. ¿Verdad?¿Verdad? - ¿No?
Ella sonríe traviesa. Me mira la muñeca izquierda. La pellizca. La piel se rasga. Ella la estira delicadamente despacio. Conscientemente derramando suplicio. Deliberadamente mostrándome la marca. El símbolo obsceno de la Kelifot de Gamjikot o ¿Es la Sefira y es Jesed?.
María me despelleja con la paciencia y maestría de la entomóloga que es. Los cuerpos que me envuelven, pedazos de piel y carne no me dejan librarme.
Ella ríe con excitacion. Como un niño que se alegra sin medida.
- Si. Si. Si. Nace, nace, nace, Diosa.
El pellejo se extiende entre sus manos de una pieza. Ha acabado con el brazo busca seguir con el resto. En la muñeca reverbera una incandescencia entre vapores.
La oscuridad se tiñe de rojo. Rojo fuego.
María prosigue por mi cuello.
Lo va a descubrir todo. Va a desnudar la carne.
La iriscencia es ardiente.
A María no la detiene, por que esta loca y tiene lo que quiere. A mi precipitándome entre sus dedos.
Pero a los demás los comienza a carbonizar. Los hace arder.
El fuego es un voraz devorador, que no acalla ni los gritos ni los estertores.
El fuego se extiende por todo.
Ya no hay piel que lo contenga.
Solo carne.
Carne de fuego.
Pero este fuego puede ser de dos clases.
Cuando el universo arde en llamas me quedo contemplándolo.
Discierno la naturaleza de mi Llama.
Es lo único que me queda que no es el vacío. Que no es mio.

María Gichet fue empujada. Intento convencerme de ello. Pero cada vez me parece menos grande la diferencia. Bajar por el propio pie o ser empujado. Si al final estas Maldito, que esperanza queda.
Ella viene a mi, al menos ya han sido tres veces. Me intenta convencer. Me habla de la verdad que nos queremos ocultar y de que nos proponemos no ser dioses cuando lo somos.
Ya no se cual es la verdad. Esta la parte de mi que se dice cada mañana que no soy esa que ella dice. Que lo que hice una vez puede ser revertido. Mi caída. Mi rechazo a los Dioses. Que lo que fueron son inicios. Tabulas rasas. Oportunidades para llegar a la espiral con Pola y desandar lo andado en su reverso. De entrar en el santuario de Siwa y con humildad reconocer que me equivoque y mostrar mi respeto. De comprometerme con los Poderes a proteger.
Cosas de las que una tarde de primavera ella misma me consiguió convencer.
Pero a veces me muestro mi otra cara. Atravesando el Fuego y contemplando mi envoltura. Tomando una decisión difícil en medio de la espesura. Dándole a los Malditos su Reina.
Me siento una Hija del Sol en constante Eclipse y creo que María lo sabe. Me tira. Me acerca al precipicio. O la escalera.
María vino aquella noche a la torre a por Asier. Lo entiendo. Y no creo que me equivoco cuando pienso que esta bien que Eugen le ganara la mano. Si hubiera tomado a Asier habría tomado a dos por uno. Otras veces lo he hecho. Ir detrás.
Maldita sea el conocimiento de que se que de allí no hubiera podido volver.
Y que hubiera ido.

No hay comentarios: