27/7/08

Diario para una Luz (xxiv). La Casa de Hermes.

Día 33.

He tenido una sensación de sobrecogimiento familiar, de deja vu cuando Eila ha introducido la impresionante llave de hierro en la cerradura.
Sobre el umbral casi imperceptible en la oscuridad de la noche si no sabes que esta ahí nos ha recibido una efigie vencedora del tiempo y de los elementos de un Hermes receptor y visionario.
Esta era la casa de Aneta y Roman; la casa de Pola, y hoy el hogar de Eila pero sobre todo es la morada de Hermes.


Ella, Eila ha sido muy amable en recibirnos e incluso venir a rescatarnos de la Plaza de Wenceslao y guiarnos hasta Malá Estrana y este magnifico edificio.
No se que es lo que piensa de mi pero de ti no me cabe duda. Primero se ha quedado perpleja, como si recuperara un viejo recuerdo lejano, pero luego te ha cogido en brazos y te ha empezado a decir palabras cariñosas supongo que en checo y ahí estas ahora con ella, cogida a su cuello abriendo el portal.
Conmigo es distinto. Confuso. Como un torbellino que no alcanza a decidir su giro y dirección. Tan difícil de leer que al instante he dejado de intentarlo.
Cuando habéis traspuesto el soportal os he seguido y de veras después de dos viajes me he sentido en Praha.

Nos hemos preparado una cena frugal y hemos intercambiado las ultimas experiencias, como lo hacen aquellos que apenas se conocen. Como siempre he sido yo la que he hablado mas, por que sea mi bendición o mi maleficio me cuesta poco abrirme y confiar a los desconocidos.
Le he narrado nuestro periplo hasta aquí y ella nos ha contado cosas sobre la casa. Me he interesado por su padre Frantisek, y por su madre Alma y ha sido escueta pero tranquilizadora.
Después del café y de acostarte y de arroparte con una nana hemos dado un paseo nocturno por la casa sin ninguna palabra que rompiera el respetuoso silencio.
No en vano aquí ha habido tristes muertes violentas.
Pola no suele rememorarlo, y yo no insisto en que los demás sean como yo soy. Creo que Eila es como Pola.

Por eso he deambulado junto a ella con las manos entrelazadas en mi regazo hasta que hemos alcanzado el oscuro y fragante jardín. El frío aun atenaza las noches aun con la cercanía del verano pero su punzada ha sido vigorizante. El cielo se ve estupendamente bien desde este anciano claustro y las plantas se desenvuelven por doquier pero no ha sido eso lo que nos ha concentrado tanto tiempo que al fina a perdido su sentido cuantificarlo.
En la semioscuridad, envueltas por la próxima presencia de la ciudad y de su lento latido noctambulo nos hemos estado mirando largamente a los Ojos.
Mutuamente hemos compartido el incontenible regocijo de contemplar a quien en algún instante has tenido el firme deseo de ver. Deseándolo aun a través de las trabas de obstáculos como la Muerte y el Tiempo.

Te juro cariño que hacia mucho que no me sentía tan bien. Con algo tan sencillo.

Me podía haber imaginado al dueño de la casa sentado en las sombras deleitándose con este momento si no hubiera estado abierta a otros sentimientos.
El café de nuestras manos se ha tornado en un elixir helado e instintivamente en el instante correcto hemos decidido que era la hora de abarcar la tarea de descansar.
Le he cogido su taza para llevarla hasta la cocina y simple y llanamente le he dicho lo que sentía.

- Me alegro tanto de verte.

Ella me ha cogido de los hombro y me ha dado un beso cálido en la mejilla y me ha abrazado.

- Y yo. Yo también.

He visto ese brillo de audacia de Alma en sus pupilas en el reflejo de no sé que desconocida luz. Esa introspección nunca harta de asombro de Franta. Esos otros noventa y nueve nuevos matices de la cosecha propia de una vida vivida al máximo y esa abertura que muestra que los limites se han ampliado tanto que ya no los ves.
He visto las Alas en sus ojos.
Servida en su propia carne la consagración de esta Casa.
Plantada en el viaje infinito su propio Espíritu.
He dormido doce horas de un tirón y si he soñado no lo recuerdo.

Hoy por la mañana me he despertado con tu manitas en mi cara y tu ilimitada insistencia infantil y te he dado un largo beso y hasta el desayuno no hemos parado de hacernos cosquillas.
Los días van ha estar repletos de descubrimientos y experiencias.
Hoy miércoles, final de mayo nos espera Malá Estrana, el Puente, los castillos y lo que se nos ocurra.
Cargadas de vivencias volveremos a París.
Cargadas de esperanzas.
Y de empeño de alejar aun mas los limites.

Al final he sentido que si se puede.

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