20/7/08

Diario para una Luz (xxiii). Transilvania no es Disneylandia.

Día 27.

Créeme cariño que me siento mal.
Me he estado riendo ahora, por que la risa de Emil es contagiosa, y su forma de mirarme es en el fondo tan gentil que te hace sentir mas protegida pero sé que no entierra del todo la vergüenza que hace poso amargo.
A veces me pregunto si se me puede sacar de casa, pero es que no he podido conseguir que no me sacaran de mis casillas.
¡Y que demonios, no eran americanos si no jodidos ingleses que no saben que no ya tienen por que alardear de superioridad!
¡Diosa, Calmate! Otra vez no. Debo controlarme. Debo controlar mi genio.
Tal vez si intento narrarlo fríamente sea mejor.
Esto es lo que ha pasado.

Hemos bajado hasta Bran, en la dirección de Brasov por que cuando se lo comente a Emil le pareció grandioso, por que es un lugar magnifico aunque el atractivo se le hubiera reducido al epíteto de "Castillo de Dracula".

Bajamos en nuestro coche y nos lo estábamos pasando muy bien. Emil y la historiadora que vive en Uraniborg tienen un conocimiento extenso y un verbo picante y preciso para explicar lo que verdaderamente es junto a lo que lo que la mayor parte de las veces te dicen que es.
Da igual que en este enorme castillo, el famoso Vlad, después mas famoso Dracula solo estuviera como huésped de la mazmorra durante dos meses. Da igual que una leyenda literaria de mas o menos un siglo lo haya empapado todo equívocamente. Eso no borra otras verdades mucho mejores. Las cosas son así, si quieres saber debes esforzarte.
La torre Eiffel no evita que en París también exista el Bois de Boulogne o la Saint Chapelle o la librería subterránea del Trocaredo donde te ofrecen café de un termo.
Lo que esta ahí sigue estando solo hay que querer verlo.
Y he estado descubriendo todo un mundo nuevo aquí en los Carpatos.
Lastima que hay quien no prefiere ver mas allá de su nariz henchida de engreimiento de superioridad.
Espero que se les haya clavado mi rostro enojado en el alma. Espero que se haya entendido muy bien mi francés para que después no se malinterprete que era rumana y esta buena gente no se cargue de la culpa.
Espero poder evitar hacer estas tonterías.
Lo había aguantado muy bien hasta la tarde, abstraída en la conversación con Emil y Greta y en tu mente inquieta. Pero a la luz de las antorchas, cuando en el crepúsculo una compañía de danza regional ha empezado a ejecutar las distintas ceremonias tradicionales, incluida la de Calusar una banda de cuatro o cinco hooligans de mediana edad, barriguita cervecera y cuenta corriente expuesta en sus atuendos se ha permitido la desfachatez de minusvalorar lo que estaba viendo con vehemencia.
Que para ver danzas de garrotes se hubieran ido a Oxfordshire, y que cuando empezarían las dramatizaciones al estilo Bela Lugosi y los efectos especiales.
Creo que lo mas coherente que les he espetado por que se lo he casi deletreado desde el fondo de mi alma ha sido que Transilvania no es Disneylandia aunque lo que realmente creo que quería gritar es que el mundo entero no lo es. Que dejáramos de tragarnos esa gran mentira cuando las verdades las tenemos ahí justo, justo delante.
Pero me temo que no he sido muy racional en las formas. Dirán lo que quieran de los franceses pero cuando insultamos lo hacemos con todas las tripas.
Sin embargo algo habrán entendido, mi vida, por que de inicio se han quedado pasmados mas de lo que hubiera esperado y después se han retirado en silencio con ese entrecejo altivo de desprecio que un ingles muestra cuando quiere hacer daño.
Después ha venido la risa suave de Emil y las dramatizaciones (Diosa, si que las había) de Vald Tepes y los efectos especiales.
Emil me ha cogido del brazo y ha roto la tensión invitándonos a una opípara cena.
Con media botella de vino y su grandilocuente forma de expresarlo hasta yo me estoy riendo. No es una risa limpia, pero es una risa. Él lo sabe y yo lo sé.

No me gusta quedarme a expensas de mi carácter. No me gustan esos brotes incontrolables de genio. Y menos me gusta el oscuro placer que sentía después de tenerlo.
Agradezco las sutiles señales de apoyo de Emil. Sus manos en mi hombro, o sus apretones en mis dedos.
Pero lo sigo pensando de regreso a Uraniborg.
Me pregunto por que ante algo tan nimio he estallado.
¿O para mi no es tan nimio?

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