21/2/10

Antumbra (i): Oscurecimiento

"Oscurecimiento" - dícese en astronomía de la fracción de superficie de un objeto brillante (comúnmente el Sol) oculta tras la masa de su eclipsante (la Luna en un eclipse de Sol).

Las lineas no surgen ni firmes ni claras y seguro que parecen un lecho de ramas rotas sobre el papel.
No os preocupéis por ello ni que os distraiga.

Escribir es una mala opción pero oírme hablar asusta. Y no tenéis por que asustaros.

Para no perturbar a mis hijos y mis amigos, la mayor parte del tiempo callo, pero a menudo llego a la imposibilidad de guardar las palabras en silencio y de todas, esta es la mala solución para esa mala sensación.

Los papeles se acumulan como los días en los que los emborrono con palabras retorcidas.

El gozo se me escapa por entre los dedos por muy titánica que sea la voluntad que quiera poner en evitarlo, solamente por que se vierte por agujeros cuya misma fuerza seria capaz de repararlos.

Pero ya os he dicho que no os preocupéis.
No abandono. No me puedo hundir. No hay forma de equivocarse.

Había cinco mil almas que apenas conocía y no lo hice.
Ahora por una sola, la escala es la misma. El esfuerzo es el mismo. El desenlace es el mismo.
El desencanto no posee opción. Deseas, te encaprichas, te desesperas, te denuedas, te dislocas, te deprimes, te enardeces. De un extremo del ciclo al otro te meces. Pero ni la renuncia y el rechazo que conforman la victoria de lo vacuo forman parte de esa rueda. Resides en el otro extremo de la moneda.

Cierto, no puedo regalar a los que amo una sonrisa, así me tenéis que imaginar, pero no van a perder ellos la suya por los envenene con el abatimiento.
Estoy con ellos. Estoy por ellos. Estoy con Todo, todo el tiempo.
Es un símbolo tan fuerte el que contemplo al volver y mirar los recuerdos y el ahora que sé, para bien, que no se me desprenderá jamas.

Escribo y el ceño de Asier se relaja al aflojarse el nudo que se le forma cuando a veces me pierdo como un objeto sin vida con la mirada exánime en el infinito.
Escribo y aunque escribir y hablar y pensar duele mas que la quietud y el total silencio, sigo pues ellos también duelen y apenas se diferencia de la mala muerte.
Recuerdo y Escribo por que soy lo que soy en contra del Opuesto que he sido.

Me hace consciente de que se me borro la alegría, pero escribo y recuerdo.

No he podido reconocerlo hasta dejar al tiempo transcurrir después y de que de los detalles haya podido aflorar la perspectiva, pero no hay duda de que se ofrece a explicarse poco a poco ahora que empuño el lápiz con paciencia.

La alegría se quedo sobre las arenas blanquecinas de una playa virgen en una isla, en inicio, que nos era desconocida. Y quedo por una razón.

Un secreto.

El secreto del como llegamos hasta ese rincón recóndito también nos es extraño.
Con la visión empañada, retazos de lo que pudieron ser acciones pasadas son entrevistas como sueños por algunos de nosotros. Pero, al estar incompleta es un historia repleta de imágenes contradictorias.
Como en la narración de una fantasía se mezclan las Highlands, la noche, la Oscuridad que intuyes sin verla y la necesidad de hendirla con un rayo.

Pero aunque los recuerdos que compongamos sean fragmentarios al final se puede trazar un centro sobre el que concentrarse. No era fácil percatarse de la relación. Al principio.

Al principio él era un chico barbudo de unos ventipocos con la mirada alerta del naufrago que supusimos que era entre las espesuras donde nos despertamos.
Luego su cansancio y constante consternación menguaron ante la alegría de encontrarse con otros seres humanos. Pero tenia esa gota empañada de precaución que enturbia la mirada de los lucidos.
Su nombre es Ariel y una vez bien afeitado y algo mas relajado os aseguro que es lo majo que en un inicio solo se podría afirmar por intuición.

Al principio aquella era una isla. Un territorio virgen en el primer vistazo, a la semblanza de un paraíso de los trópicos de las películas. Con aguas azules en sus orillas, sabanas de arena de color casi nieve y vegetación sugerente y frondosa y la timidez lógica de los animales que no conocen humanos.
Pero esa es no mas que una capa superficial. Por que en el momento en el que centramos la atención para saber mas empezamos a conocer que estábamos viendo.
Esa isla es un pedazo de la Tierra Indefinida, con arboles que no son los que debería, y animales asustados de todo. La Isla es el envoltorio que cubre extrañas sorpresas.
Por que algo acechaba en la isla. Feral, observador, peor, ahora lo se bien aunque no me fueran desconocidas, que cualquier bestia que esperaríamos haber encontrado.

Lo siento. No lo puedo narrar en orden. O coherentemente. La escritura es medicina amarga y no la puedo sostener siempre al mismo ritmo. Va y viene, gracias a la Diosa, en estos días soleados de Etiopía donde es mas fácil enaltecer el Animo.
Perdonar si reviento sorpresas del final, o si queda deslavazado pero a lo largo de los días estoy pudiendo reunir partes y acumular notas. No narrativa precisa.

Me ayuda escribir que puedo llamar por teléfono, y saber que Anibal esta bien con Annette todo este mes, entero y sin ningún rasguño y que Ariel y Charo, allá donde sea estén pues no lo pregunte ni me lo han dicho, están iniciando una relación familiar que no esperaban.
Y las noticias del atractivo Linden y de sus compañeros y de los pasajeros supervivientes anunciando que lentamente han regresado a sus casas que son nuevas halagüeñas.

Puedo apagar las inquietudes. Y no puedo detener el sentido que me dice que no llegamos a la Isla por casualidad.

Existen fuertes y patentes relaciones que no enfoco. Existe un Legado que Charo forjo en este entre otros lugares y que por mucho que lo niegue se traslada por su sangre.
Ariel, Ariel Knox posee gran parte de la clave del misterio aunque como buen enigma él es el primero que no sabe el significado de las pistas.
Empezando por tener a Charo por abuela y ser el nieto de quien es.
Continua allí, en la Isla, con su pasado. Con la sangre vertida y las lágrimas derramadas y los secretos que de ella nacen y en ella anidan.

La sangre, el linaje, ya me lo advirtió Eriltes, es importante en un grado que no puedo aclarar. Su sangre y en parte también la mía.

No dejo de mirar a Asier y retomar los rasgos de su padre y los de Eriltes en esas partes del contorno de sus ojos, su mirada, y los atisbos de barba. Y asociarlos con Ariel.

Apenas sé de Ariel pero aquí cuando lo evoco en la tranquilidad junto a mi chiquillo tiene una familiaridad que no se me escapa. Una explicación para aquel lugar al que fuimos.
Es esa familiaridad toda explicación que consigo pero me digo que es suficiente.

De forma oblicua augura un retorno que prolongaremos hasta que lo decidamos iniciar.

Con sus osarios espeluznantes y sus fósiles monstruosos y su ausencia total del pulso de la llama de la vida, la Isla significa algo mas que un lugar a donde llegamos persiguiendo a un monstruo.

Las gentes que encontramos en sus profundidades, con sus cuerpos momificados y la importancia de los objetos que portaban y de sus ropajes son un conjunto complejo que armoniza con el Tajo.
Este, un fractura en la tierra ,arrancada como de un bocado en uno de sus extremos, te produce la sensación de un vacío. Un mordisco ocurrido tanto tiempo atrás que parece ayer mismo. Una rotura y un abismo en picado al mar donde flotan las sombras de lo que nos aguarda.

El oscurecimiento, ese corte, como el bocado en la faz del sol proyecta una sombra inquietante pero lo verdaderamente terrible es que en ella se quiere perpetuar.

El origen por lo que el océano alrededor clama.

El mar no nos traiciona al mostrarnos lo que viene. Ni al mostrarnos lo que se va.
La silueta del barco es enorme, un transatlántico aberrante de los que se estilan ahora, anunciándose con las huellas de los fuegos de artificio molestamente excéntricas.
Es inevitable no dejar de mirarlos. Dejar la vista fija en ese jolgorio y espectáculo chocante. Aun a expensas de la propia desnudez y de la sorpresa de contemplar rostros sinceramente humanos.
Por que el mar no miente en decirnos que toda esa gente va a morir.

Estas en la orilla, como en los relatos de marineros, decidiendo la hora en que zarpas y percibiendo que cuando pongas los pies sobre el agua, ya no habrá mas refugio que el frío amparo de la muerte o el candente deseo de un puerto.
Y lo haces, como lo han hecho antes todos los marineros, por que se consume en tu interior una esperanza que solo arde inagotable si das ese paso.
Otro día es, ahora, otra oportunidad.
Otra oportunidad en el mar para capear la tormenta.
Para lograr ese puerto en las aguas.
Rada que solo existe si se la desea conjurar.
En el precio de ese paso en el riesgo.

El mar no oculta el oscurecimiento.
No miente sobre la tormenta.
Allí en las aguas no hay cuidado ni resguardo de los misterios.

Esa grieta que mutila la Isla le da cobijo. Es abajo lo que es arriba. Es ahora lo que es siempre.

Esa Isla que apenas recuerda como fue antaño inicia el camino.
Aquella batalla que repetimos da comienzo.
Y lo volverá hacer. Incluso después de volver.

La alegría se quedo sobre las arenas blanquecinas solo un rato. Aunque no ha vuelto lo hará.
El enemigo sigue siendo el conocido y aun sin rostro y seguimos cejando en golpearlo una y otra vez.
Y también lo haremos otro día.
Hasta resistir la tormenta.
Y revelar que el océano cuando llegas al puerto te cubre y no te engulle.
Allí espera el gozo dejado a salvo.

Y revela que en el firmamento en el momento interesante se besan, entre luz y sombra, el Astro mayor y su argentina Compañera.
Ahí reside una hebra de la verdad.

Revela el símbolo del que evento al pertenezco y el símbolo del que soy participe.

Ni que decir que he dado ese paso y que he subido a esa embarcación.
Debíamos evitar muchas cosas. Muerte de inocentes. Liberación de Maléficos. Recuperación de lo Execrable.
Debía ponerme debajo de la sombra, entrar en el oscurecimiento y llegar a donde estoy situada.
Es de esas cosas que por instinto haces evitando el tener que pensar.

El sol no dejo de brillar tropical. Pero si brotaron las nubes.
La tormenta siempre esta dentro.

Dejarme, con toda modestia, haceros oír que es lo que ves cuando remite.

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