2/9/08

Vivir (y Morir) en la Creencia (vi). Llave y Cerradura.

Siempre dejo abierto.
Mis armarios. Mi habitación. Mi casa.
Excepto el puñado de años dispersos que en mi juventud me poseyó el miedo, el camino hacia mi siempre ha estado expedito.
No imagino que vaya a cambiar.
Soy muy vieja y además no lo anhelo.
Pero es una extraña revelación que, entre la madeja de introspecciones oscuras y confusas, veo que me otorga definición.
Es un buen reflejo de como soy. De cual es mi patrón y, si sigo las pautas de mis últimos pensamientos, habla al mundo de como es mi destino.
Mucho he meditado. Tanto como para trepanar mi conciencia en las noches de vigilia.
Me he ensimismado con la ventura, los hados y los hechos de la azarosa vida.
Aun sigo creyendo en su falta de inmovilidad, por que nunca lo he creído y por que creo en la libertad del albedrío, pero lo que antes se me había mostrado como, un intrincado tapiz de miríadas de hilos en los que hacíamos ciertos nudos, ahora se me presenta con otra inescrutable verdad.
Tanta angustia, desvelo y delirio me revelan otra faz.
Creo no estar del todo equivocada en que, es mi trastornada imaginación la que me permite esta manifestación, pero aunque desvarío y a cada paso que doy hacia el siguiente minuto hay un intenso sentir de dejar la vida, en mi penar experimento una autenticidad inexpugnable que no me dejo no aceptar.
La que este tiempo, circunstancia, y lugar encaja.
El destino, la libertad tiene esta forma.
Llave y Cerradura.
Tan simple como compleja.
No hay puertas ni ventanas que abrir o cerrar.
Hay contactos y recepciones que se desean y aceptan. O no.
La llave desea su seno y la cerradura busca quien la pueda completar.
Y siempre las escoges. Escoges tomarlas o crearlas. Escoges buscar su complemento u olvidarlo. Escoges si no hacer uso de ellas.
Siempre te queda la posibilidad de no girarla.

Yo tome la llave que lleva al Invierno.
Un invierno con rostro de enfermedad. Una plaga genocida que lanzaría a la humanidad en el holocausto. Para Bropius un principio. Para mi una locura en contra de todo lo que creo.
Pero la tome.
No desee ni por un instante que se cerrara el circulo de la fatalidad pero lo que entiendo ahora es que la cerradura también escoge.
Ella me busco a mi.

Los rostros de los que se presentan, con todo detalle, a través de los pliegues de mi lucidez, al pie de mi cama son fantasmas de mi mente que dejo que me asalten por que la culpa no me dejara nunca ahuyentarlos.
Ellos también escogieron. Algunos me encontraron.

Don Eteko y Elías no tenían que hacerlo por mi. Creo que no lo hicieron por mi. Los dos se quedaron a mi lado y el de mi hijo, cuando el cielo se hizo oscuro y las criaturas del fango estancado y la niebla fría se lanzaron a por mi, su señora, para llevarla hasta su legado.
Verdaderos dragones contra curtidos chamanes, que sabían lo que estaba en juego, pero hombres al fin y al cabo. No olvidare jamas la ultima mirada de Elias y el sentimiento de que de alguna manera él si lo hizo por mi.
Lo que ellos sostuvieron lo tengo yo en mis manos y lo aprieto contra el pecho pero aunque no quiero, dudo. Dudo en como escoger lo que ellos escogieron, por que siempre que escojo para bien peligra el mundo.

Llegué a Miguel a través de la cadena humana él mismo había dispuesto en Akhasa. Una constelación de relaciones construidas para protegerlos. No creo que él me llegara a entender del todo y yo aun creo que en su fundamento estaba equivocado. Pero siento su perdida y me lamento de no haberlos disuadido o haberlos preparado mas. Se que ellos comprendieron lo que Isobel, Pola, Charo y Anibal pretendían hacer con respecto al Corazón del Mundo, el Betilo perdido, que escogieron ayudarlos, pero me ahogo cuando recuerdo que me dijeron que ni Paula, ni los guaranís, ni Miguel iban a regresar nunca.
En su elección Miguel pretendía un bien, un despertar para la humanidad, de cuyo método yo no comparto. Pero de él tengo también una llave, cuatro muchachos y un alma especiales, los vestigios del sueño de Akhasha, la realidad de la Esencia, a los que cuidar.
Esa es una elección fácil para mi, pero tener la llave no lo es todo. No sé si ellos moldearan su contrapuesto. Quizás eso no ocurra nunca.

También con Max. Max tan loco como para leer en mi como en un libro abierto. Tan desafortunado como para hacerlo unos instantes demasiado tarde.
Creí que lo conseguiría. Creí que la estrella acompaña a la locura. Pero si hay una revelación en la perdida de juicio es la comprensión del Juicio de la realidad.
Una piedra es una piedra y un dragón es un dragón y un loco es solo un hombre.
Tengo de él la llave de mi locura. La que mas me tienta a que la use. Un giro que si lo escojo me llevara a donde estuve una vez. El lugar afilado e incomodo que eres tu misma.

Pero la que mas me ha dado junto a Elias ha sido Amanda. Se parece profundamente a la clavija del muchacho, la misma elección que escoger. Pero es mucho mas penetrante.
Ella es la que mas me mira desde el fondo de la habitación y es a ella a la que intento semejar aunque sea tan fantasmalmente como es ella ahora.
Ella tomo su herencia, la huella de lo que su padre intento hacer pero no pudo y que desde la tumba comunico a través del espacio y del tiempo.
Ella tomo las claves de lo que pedía, las contemplo, vio la muerte en ellas y aun así las introdujo en la cerradura del destino y la giro.
Vino a Chachapoyas, sin conocimiento, ni poderes, ni recursos. Solo por que su padre lo suplicó y sabiendo lo que implicaba esa suplica. Y se metió en la selva para no volver jamas.
No fue un suicidio tanto como yo no quise morir en ningún instante hasta después del Final.
Fue una extraña determinación.
La misma que brilla ahora imaginariamente en mis manos.
Tomar tu destino. Tus suertes, fatalidades y venturas.
Y elegir en cada ocasión.

Escoge.

Lo que brilla en mi mano es una pregunta terriblemente sencilla.
La primera de mis respuestas a dar.
¿Quieres la vida o quieres la muerte?

Acuérdate, dice Amanda, me mira Amanda, de todo lo que viene detrás.

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