13/1/09

Los Sueños Amables (i): Impotencia.

Con un roce he caído. Con un toque leve he entrado en sopor. Con la mas sutil caricia me ha reducido a soñar.
Reconozco que de lo contrario, ahora seria pasto de la locura mas intensa o que peor, lo que mis amigos habrían estado velando seria mi tumba.
La ironía de los actos emboscados de Eugen es que de otra forma habría sido el mal mucho mayor.
No le imputo ningún tipo de bondad. Lo que ha hecho no esta bien. Ha roto mas de sus reglas conmigo. No me ha dejado elegir y es ese pequeño detalle el que incrementa la sensación de la impotencia.
No con respecto a Él. Enfrentarse ha Él es una lección suicida que no es difícil, después de un encuentro, de entender. Es respecto a la lucha mas intima de mi interior. Esa en la que enfrente siempre estoy yo.
Su decisión hace que la incertidumbre me reconcoma por dentro. Me nubla de dudas.
Me la había imaginado como una larva renegrida que se habría hueco en la boca del estomago, que es el lugar en el que con mas frecuencia se ha aparecido, pero lo cierto es que anidaba en mi cabeza y el resto han sido los fantasmas del ansia.
El ansia de impotencia que me carcome.
La emoción no es solo mía, si no que asoma en mas rostros de gente que estimo y viven en esta ciudad. Sin embargo como lo sientan no puedo asegurar que se lo mismo.
Xavier comprobó que la tenia nada mas posar los dos pies en el suelo de París y enfrentarse a que hay fuerzas inconmensurables que te visitan a cara descubierta. Marion cuando fue con todo a Él para ofrecérselo y volvió sin nada en ella y ni un cambio en Él. Juntos casi los aplasta cuando murió Sara. Anibal la traga cada vez que se le pone enfrente su rostro y se pregunta si seria capaz de reventarselo. Charo cada vez que los que quiere resbalamos y no nos puede sostener.
Y son mas. Yue, Santiago, Natasha, Emil, Annette...
Todos los seres humanos son conscientes que se encontraran con fuerzas opuestas que se descubre no pueden desbordar o ni siquiera igualar con las suyas propias o en unión con las de otros. La diferencia es que a nuestra magnitud, le corresponde también un poder gigante.
El misterio de nuestras vidas es como lidiamos, no con lo inabordable, si no con las emociones que la comprensión de su existencia hacen creer en cada uno de nosotros.
Lo triste es que conmigo no se equivoca. Una parte de la razón le asiste en su retorcida acción de negarme el derecho a elegir.
Eugen me transporto a las sendas del sueño donde la impotencia lo es menos, difundida en la amplitudes de los planos sin limite, que residen un paso mas allá de la vigilia.
Deambulando entre sueños amables, llenos de escenas conocidas, la cacofonía insistente de vivencias sin cota, reducen la fijación de tus propios limites hasta que se confunden en un ruido de fondo incomprensible.
No la siento. Eugen me transporta por que ahí no la siento.
Mientras Él toma a Asier de mi abrazo. Juega con los demás cada uno en su propio espacio de juegos.
A Yue le incrusta de un golpe en el techo.
A Xavier lo tortura con el hecho consumado de lo que esta haciendo.
A Marion no necesita mas que mirarla para remover la herida.
Los que vendrán después, irán recogiendo la mordaz pulla. No olvida a nadie.

Mientras Charo muere en la azotea a manos de Eriltes como lo ha hecho incontables veces antes.
Mientras Los Malditos regresan de su expedición nocturna a nuestra casa no del todo con las manos vacías.

Puedo asegurar que a una madre no se le puede ocultar la realidad de que se le roba, de su regazo, un hijo pero en ese ahora, la elección de Eugen hace que el rostro de la impotencia no sea el mio.
Y no siento ninguna alegría cada vez que me lo cuentan.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Querida Gabrielle,

en los momentos en que me quedo a solas en tu habitación, velando tu sueño y preguntándome cuánto tiempo flotarás en el limbo al que Eugen ha decidido abandonarte, me confieso contigo esperando que no me oigas ni recuerdes nada de lo que te cuento cuando despiertes.

Sé que de algún modo me escuchas. Diría que tu rostro se ve más reconfortado cuando traigo hasta tu habitación mi flauta o te llevamos al salón mientras ensayo al piano. Por eso no puedo evitar sentirme un desalmado que aprovecha tu postración para desahogar todo lo que no me atrevo a hablar con los demás, para compartir mis profundos remordimientos.

La imagen de Eugen llevándose en brazos a Asier vuelve a mí una y otra vez. No pedo dejar de torturarme pensando que había algo que podía haberle dicho para evitar que se lo llevara, ¡pero me sentía tan asustado!, tan inmensamente torpe e ignorante que temía acabar ofreciéndole algo y no obteniendo nada a cambio... Estaba aterrado. Te juro que lo intenté, pero sólo pude conseguir que me dejara sostenerlo una vez más en mis brazos. Entonces vi su carita apacible y sus enormes ojazos marrones (¿qué tienen Gabrielle que tanto me reconfortan?), esa mirada tan clara y directa que parece siempre estar comunicando un consuelo, la más nítida esperanza. Recuerdo a Eugen sonriendo complacido con mi petición, pues todavía se regocijó más cuando, antes de acabar desapareciendo con él, alargó sus manos hasta a mí y tuve que ser yo mismo quien se lo entregara... ¡Perdóname Gabrielle!, ¡Lo siento tanto! No hago más que rogar que si vuelve con nosotros algún día su mirada siga siendo la misma, que no haya podido destruir lo que nos revela; ¿qué pasaría entonces?, ¿qué será de nosotros? Gabrielle, tu niño es una señal, un mensaje de algo importante, una bendición como lo era Sara... Por eso se lo ha llevado. Y aunque a él debido al pacto no pueda matarlo, no puedo evitar pensar que pervertirá todo lo que empezaba a significar, todo lo que estaba destinado a ser. Todavía no sé cómo, pero tenemos que recuperarlo.

Hay algo más que sé que está matando a Marion, aunque no hable de ello. Y es que Eugen apareció esa noche porque ella le llamó; y lo hizo, Gabrielle, para salvarme, para hacer huir a los Malditos que tanto le temen y evitar que me arrastraran hasta las sombras con ellos.

Gabrielle, ¡siento que Asier ha sido etragado a cambio de mi vida! Por favor, ¡perdóname!