25/1/09

Los Sueños Amables (ii): Locura

Las cortinas de vapor del ensueño son descorridas con delicadeza por unos dedos que no son los míos y contemplo mis manos frenéticas que se afanan buscando.
He abierto cajones y los he desparramado, desvencijado armarios, desvalijado rincones, y desmontado habitaciones.
En esta casa hay muchas habitaciones. Mas de las que encontrarías contando.
Sé esto por que conozco mi casa. Yo la elegí así. Se la pedí con el empeño de todas mis artes.
Ahora en la casa de mis sueños, que mi amante me regalo, no puedo encontrar lo que he perdido y me saca de quicio y maldigo. Me perturba lo importante que es y saberlo y no poder siquiera recordar lo que es.
Me tropiezo con mi rostro en el espejo y es una estampa que no me sorprende. Mis cabellos apuntan desgreñados y sucios en todas las direcciones y mis ojos, quizás mas claros que de costumbre, me reflejan las pocas trazas de cordura disponibles detrás.
La luz agridulce de Londres se filtra entre los lienzos de los señoriales ventanales, y reluce mortecina sobre unas ropas que deben ser nuevas, supongo por que no las reconozco. Da lo mismo. Quizás intento probar otra cosa. No paro de cambiar. ¿Por que tener que reconocer lo que ves?. Vale, hoy matrona pastoral. ¿Mañana que quizás? ¿Coqueta colegiala?. Si, mas puta.
Me cabreo y no sé por que y es solo un segundo en el que fijo mi atención en el fondo de mis ojos, que el espejo se quiebra y estalla aburridamente en pedazos que no me importa si me alcanzan.
Golpeo las cosas desperdigadas por el suelo, por que dejar fluir la furia ha sido siempre excitante y catártico. No paro por mucho que me duelan los puñetazos y puntapiés. Los huesos se rompen, bien. Da igual. Puedo arreglarlos. Igual puedo arreglarlos. Si quiero.
Cuando intento derribar mi sillón es cuando se hace patente que esta.
Él lo coge en la caída y cuida que no se estrelle contra el suelo.
Nunca le ha gustado ver caer las cosas. Sobretodo las que le gustan.
- No deberías hacerlos así. A tonta y a locas. No hace mas que romper. Sin mirar. Luego siempre te arrepientes - señala con un tamborileo de sus dedos el mueble, tapizado en piel color vino añejo, grande y acogedor, capaz de resistir los embates de nuestros escarceos amorosos - Me dijiste que seria por siempre tu favorito.
Esta tan hermoso como la ultima vez que lo vi ¿Que fue? ¿Esta mañana, al amanecer?
No parece mas tiempo. Un tiempo en el que sus profundos ojos claros no han cambiado pero en que los míos ya no lo ven igual.
Su mirada tiene una intensidad que me derretía y me permitía amasar el deseo de su cabello lacio entre mis dedos, sus labios abiertos en mi boca y en mi entrepierna y la particularidad del olor diferenciado de cada contorno de su rostro y, lo que para mi no es promesa, de bajo la camiseta y los pantalones. Ese rostro que no se puede encontrar mas que en pocos mortales y no pocos dioses en privado codician.
Pero algo no esta en orden y mucho tiene que ver con lo que no encuentro. Rompe todo el hechizo.
- Evel - le digo con mi tono de voz preocupado tan poco frecuente - no puedo encontrarlo.
Mi cabeza no puede dejar de agitarse ansiosa hacia todas partes incontrolada si que pueda pensar el motivo.
- Mi querida Gabi - susurra con verdadera ternura mientras deja con delicadeza nuestro sillón en su lugar.
- No puedo, Evel. No puedo puedo encontrarlo - me sorprendo sonando desesperada.
- Para, Gabi, no te esfuerces. No esta aquí. Él se lo ha llevado. Lo has perdido.
Lo miro sin comprender. No tiene sentido lo que dice. Pero lo dice muy serio y eso me vuelve loca.
Por un momento tengo ganas de arañar esa belleza pero me detiene que sé que eso no me ayudara a encontrar lo que busco entre su piel bajo mis uñas.
Me agacho y remuevo todo a mi alcance, lanzo mi mirada en todas las direcciones.
- No. No esta perdido. Este lugar tiene muchos rincones. Lo sé por que yo misma no los he visto. Muchos. Solo hay que seguir buscando. Si no sigo buscando me va ha volver loca.
Me tiro de los pelos otra vez. Esa es la razón de mi desgreñamiento.
El se agacha junto a mi. Su cara esta taciturna, como cuando tienes una información que sabes dolorosa, pero no hay mas remedio que decirla en voz alta, y decirla delante de a quien corresponde.
Esa es la cara que ya he visto una vez, cuando aquella noche de agosto, me contó lo que es.
- Gabrielle, no. Déjalo, despierta. Deja de andar sonámbula. Coge la locura, es tu naturaleza, y vuelvela a poner en tu interior. Sabes lo que hace y que no causa daño.
Su voz. Su voz es como amor colgado de una silaba tras otra y es amor abierto en canal y con todas sus entrañas expuestas al viento. Es real como las agujas y la saliva en un vaso, que bebes y te recorre la garganta. Ahora lo tengo en la garganta.
Siento la nausea de giro loco que no se detiene y te tira del tiovivo una y otra vez y no quieres dejar de probar y de las estampas inexistentes para los demás que te acompañan allá donde vas, por que son parte de ti y tu les das sentido, y de la dulce mano de la irrealidad, en el que las cosas no ocurren si no quieres que lo hagan y te arroba con extrañas nanas.
Siento la verdad de aquella madrugada en nuestra cama, a dos puertas de aquí, expandiéndose con tanta violencia de dentro hacia afuera que mi piel no la contiene y se agrieta.
Siento el instante en que sentí el saber que debía volver a estar cuerda. En que me di cuenta, por que él no nunca mas me lo oculto, lo que había dejado estar dentro de mi. Con todo mi amor posible. La medida del alcance de la locura.
- No, Evel. Vete. Márchate. Lo único que tu hiciste fue alimentarte de mi locura y de tu fascinación por lo que yo era, mientras mi desequilibrado espíritu sin duda ni traba, te amaba.
No puedo mirarlo. No puedo mirarlo. Mis brazos se cruzan sobre el pecho con los puños cerrados a la altura de mis hombros.
No pude entonces. No puedo ahora.
- Pero, Gabi. Mira a tu alrededor. Tu ves los terribles sinos a los que te has llevado. Todos esos destinos infaustos te acechan.
Me ha intentado tocar. Le he quitado la idea con mis dientes. Ha sido demasiado rápido. Pero lo entiende.
- Déjame, Evel. Déjame, debo seguir buscando.
- Gabi. - suplica, suplica - Sabes que conmigo es el único sitio donde sobrevivirá tu libre albedrío y tu voluntad sera solo tuya. Sabes que conmigo estarás protegida.
Ralentiza las palabras. Evoca.
- Sabes que conmigo seras tu misma. Seras tu de verdad. ¿No te sentías mejor? ¿No te sentías a salvo? ¿No es cierto que no sentías dolor?
- Vete. Por favor, vete.
- Solo tienes que reconocer la verdadera demencia. Ese empeño que no he conocido en nadie mas. Eres única. Una loca que se esfuerza hasta el limite en la locura de su convicción de que esta cuerda.
Crees poseer la llave de la cordura y convencer a los que te rodean. Pero solo rascas la superficie...
Su dedo cabalga por el dorso de mi mano a un solo milímetro. El máximo contacto que le puedo dar.
- Si la rasco, Evel, no habrá perdida, todo se podrá cambiar sin necesidad de cambios. Manejare mi realidad a mi antojo.
Le veo sin mirar. Le veo bajo el amanecer. Le veo terriblemente.
- Seré amante de demonios.
Me susurra con toda la pasión e intimidad.
- De un solo demonio.
No puedo mas. Le digo a la cara la verdad.
- Evel, dará igual. En la locura tampoco hay sosiego.
Eso lo noto también yo. Sueño toda la amargura que implica.
La rotura que supone.
- Yo, lo siento - esta sinceramente apesadumbrado - He llegado hasta donde podía. Pero no puedo acercarme mas a ti.
Un sentido suspiro inunda la sala.
- A Él no le gusta que intente recuperar lo nuestro. No le gusta perder.
- No hubo nunca un lo nuestro, Evel.
La pena se filtra como un artificio pero no puedo dejar de pensar que es real. Es como un acorde culmen en la representación de un drama.
- No te engañes, Amor. Yo pelearía por ti, aun con Él. Pero solo si hubiera una certeza, fiel y sincera, de volver a saborear tus labios de nuevo.
- Tu no puedes amar.
- No. Pero lo intento.
- Diosa. No, Evel. Vete.
- Entonces. Es un Adiós.

Las cortinas ya no están. Es otro sueño que cae como la sombra sobre mis hombros y me cubre por completo. Creo ver a Eugen por un segundo, pero quizás es solo un sueño dentro del sueño.
Después solo sueño con un suelo cuando al caer lo golpeo.

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