25/3/12

Despertares a la Sombra de la Esfinge

Del buen y mal sueño puedes recoger los vertidos derramados por sus venas.
Estados febriles volcados sobre las encrucijadas donde se encuentran los soñadores.
Los contemplas en una etérea copa, a veces de hueso, a veces de marfil antes de beberlos.
El brindis se prepara en un improvisado circulo de lechos, que para el momento, se convierte en una puerta a un instante y estado concreto de una persona unida a otras mas:

El sueño del Hombre Malo.

Como la calentura, la ensoñación sabe ardiente, caliente en los detalles y reveladora en su toque, pero sin embargo, la vileza que a veces puede poseer y ser saboreada como la bilis, goza aquí de extensos campos propios que desdibujan las posibilidades de purificación.
Son sumideros.
Como huellas de un punzón horadando Pozos.
De ninguna forma inermes. Vivamente activos y actuales salpicando en tu mente. Aunque estemos sacando el cuerpo por una ventana hacia el pasado y se nos antoje que aun estamos protegidos bajo el interior de los muros.
Partimos del foco que el alma de en cristal del Hombre Malo dejo a nuestro alcance para despertar en este paisaje de conectivo de miradas de imaginaciones. Un sueño engrandecido en la acumulación de ensoñaciones que sus visitantes tejen lo largo de la eras.

Dentro y bajo la oscuridad de la vigilante Esfinge.

Este es  un resguardo de memoria atemporal. Viviente.
En la noche y el día aun la imaginación de los participantes acuna la contemplación de estos lugares en un punto pinacular de la historia.
El cruce del latido de esta Obra inmortal del genio humano con la mirada de hombres y mujeres de allende los mares a los que separan las naciones y los nacimientos.
La peculiar calidez y acritud envolvente tersa las tinieblas de la noche en el desierto próximo en el que se contornean las pirámides y a lo lejos, al otro extremo la bulliciosa ciudad.
Sintiendo como si los cientos de años vislumbrados a través de sus siluetas cobijaran la mas próxima familiaridad.
Extraño fuego entre el pecho y el estomago.

Al surgir del protector vientre de la vigía nos sumergimos en los pequeños detalles que remarcan la identidad de esta evocación en la umbría.
Lucha y conflicto. Quizás magnicidio. El choque de un mundo nuevo con un mundo antiguo el día que Napoleón trajo su invasión al anciano Egipto.
Pero, aunque haya diferencia entre estos cosmos, imperturbable es el hecho que en ellos medran monstruos. Los Monstruos de la Razón, ocultos entre los insignes Ciento Cincuenta y Cuatro incubando en el seno de la magna expedición.
Estas criaturas larvan en el sueño y se cruzan con nosotros en las parcelas de aquellos que estan conectados a esta época como la Hambrienta Dora, siempre tan ávida de Ariel, o el mismo Hombre Malo, o Regina.

Buceando a pulmón desnudo en la patina de los recuerdos imaginales de los allí y entonces presentes entra la desagradable corrupción del paladeo de los sueños que es el saber del concepto del Pozo.
Tan podrido interiormente que no es fácil distinguir lo que los separa de los Egocéntricos Malditos a los que se dicen tratan de combatir.
El orgullo y la blasfemia y la voraz oscuridad se pelean con amor y plegaria y la luz del fuego y no con su negación completa y con la profundización del pecado y la tortura y la muerte de los inocentes.
Cierto es, que esta es una ilustración adquirida a través del filtro de los vapores soñados, pero en nuestro deambular de aquí y allá dentro de la gran historia abrazada a todas esas otras pequeñas contiene la sensacion de la verdad.
Son esas gotas de congoja que enturbian un firmamento de magnifica visión y lo empañan con sensaciones agridulces sino amargas .

Chloe no es ninguna de esas figuras que bordean en cielo, o en las calles o entre las tiendas.
No esta en una de esas conversaciones que se hacen comprensibles bajo el espectro de un mundo de imposibles.
Sin embargo, alborozadamente si lo son las noticias sobre Calin y para mi total confusión también Joseph.
Cuando el viejo y arquetipico cotilla al que sonsacar cosas, nos dice que nos va a poner en contacto con el Protector no esperaba ver entrar a Joseph esplendoroso en un dieciochesco atuendo de aventurero, sombrero sin pluma, espada al cinto y cicatriz en la mejilla.

Tiemblo tanto entre la emoción y el miedo, entre la atracción y la preocupación que desbordo tanto mi control personal que ni me muevo ni puedo hablar deseando después no aparecer tan tonta como estoy siendo.
Pero en este sitio de cambios tan bruscos como es el sueño y de criaturas tan extremas como Bertolet y Dora no hay capa que oculte la verdad.
La de la inconsistencia que me es nata y del esfuerzo alerta con el que no puedo dejar de bregar y bregar para no arrastrar a quien esta cerca hacia el Agujero.

Necesidad de Sabiduría que se que es lo que en susurros y miradas y a veces abiertamente se nos pide.

Las sombras de la mirada de la Esfinge proporcionan visiones enigmáticas como el deseo perentorio de morir del Hombre Malo o la ternura ofrecida en los rasgos casi cubiertos por completo de voracidad inhumana de Dora al ayudar a Ariel o la verdadera negrura que exuda la Razón de Ser del Pozo.
Y también la de no solo la estampa de un hombre de audacia y capacidad revestido con ensoñadoras ropas y talantes, si no el aura bajo la lente imaginal de su persona firme al tanto de Elizabeth, y mano derecha de Calin príncipe Amin, protegiéndola y arropándola con la naturalidad de quien se revela de su ser o mas fácil e incompleto de decir es su ser.

Visiones misteriosas que cuyo arcano consiste en que cambias por ellas o te niegas a cambiar al traspasar la puerta que guardaban.

Aunque las huellas de la acción se trasladan hacia otros derroteros y la atención se esparce por un millar de nuevos detalles emocionantes y tétricos, una luz de candela dejo encendida en el camino alumbrando este punto de la escena en la vida.

Siempre me a atraído la promesa de seguridad y protección en los hombres y mujeres que he deseado pero no es cuestión de absorber una ofrenda inmensa para ver si puede rellenar la profundidad de la perdición.
No es amor. No es cariño. No.


La sensacion cohibida de no lanzarme como acostumbro es intensa.
No de evitar buscar el amor, no es eso.
De confundirlo con el hambre de otros deseos de mi ser.

A veces me pregunto si actuó consciente o inconsciente en la lucha con el destino que se me ofrece.
La misericordia, el deseo de compartir incondicionalmente, la voluntad de dar todo de sí mismo y la generosidad sin límites, la extrema compasión esta en todo momento junto a mi. Ese es mi sino.
En lo divino. En lo humano.
En los que me quieren.
Pero ¿Y en mi?
¿He vivido tanto que soy una eterna adolescente con el deseo feroz de que no que no muera esa nubilidad ególatra?
¿Engaño una y otra vez al rito de madurez, a mi misma y a los que me rodean?

Me digo que lo intento.
Pero no es intentarlo.
Amar es amar.

Otras tareas y preocupaciones llenaron los costales de lo que paso. Alforjas a vaciar y descubrir luego. Pero y de los ojos... De los ojos de aquellos que están despiertos.

Los ojos de la estatua milenaria me miraron.
Los ojos de Regina me miraron.
Los ojos de Joseph me miraron.
Me miro y me veo a través de ellos.
¿Que ves Gabrielle?
¿Que haces?
Buenas preguntas.
¿Y las respuestas?

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