31/12/11

Manos Rojas

La caravana de bruja de Lowri cruje con estridencia al detenerse en medio del claro al que nos habíamos encaminado.
Ya no reconozco donde estamos, cubiertas como por una espesa capa, por la noche cerrada y después de conducir en la casi oscuridad sin parar por senderos retorcidos .
Quizás este sea el corazón del bosque o en una profundidad similar, pero sea cual sea el lugar, su brutal silencio multiplica la tensión de los sonidos que se extienden desde la caja.
Incluyendo los gemidos de dolor.
Conozco la voz, entre las otras voces, dueña de esos gritos y su semblante y su nombre y el asiento de sencillo afecto que puso en mi pecho.
Es Esther. Esther Varanely se llama.
¿La recordáis? Le trajo a Charo la Joya mas preciada.
Y nos ayudo a todos a liberar la tierra de Ariel, Albora.
Es lo que hace mas difícil admistir la impericia de mis conocimientos ante la aflicción que sufre.
Una enfermedad que es una mezcla de ensueños y larvas de gusano que no le han parado de brotar del interior del cuerpo desde que regresaramos a la realidad en vigilia.
Es un efecto de la salida del sueño de Elizabeth donde había acabado, y la esta matando.

Todo ocurre demasiado rápido y demasiado desconocido y demasiado personal para mi, por lo que las manos de Lowri me han parecido mas útiles que las mías, ya sea solo por que sepa actuar mas despejada de mente en esta situación.

Al menos mi talentos si los puedo dedicar a proteger el improvisado hospital. No en vano hemos entrado en el mismo bosque que todo conecta.

Me pongo al trabajo.
No es una composición hermosa.
El contagio aquí y allá y continuado de la division de atenciones marcado por el sonido del dolor de Esther, me altera y se traslada a la tarea pero al final los dedos y la voluntad se mantienen con la firmeza de la magia tosca pero eficiente.
Lo que queda fuera, fuera se queda y la barrera ondea tenue mostrándose en mis sentidos.

Entonces viene el impás del desconcierto.

Ese instante en el que se te quedan vacías la manos y no sabes que deben hacer lo siguiente.
Deber entrar o permanecer a la espera.
Conozco bien el mal que dos sanadores al unisono sobre un paciente pueden lograr y mas si juegan las emociones añadido a todo ello.
Pero es Esther...
Conozco bien el alcance de mi ignorancia y sin embargo no por eso no hay peros y temores.
Una retahíla de dudas y de inseguridad que no cesan.
Es la contante pregunta sobre si me equivoco y su inseparable plegaria pidiendo estar haciendo lo correcto. Por que Esther es amiga...

Solo el brusco quejido de la puerta al abrirse y el grito acompañante entre suplica y orden de Lowri pueden rasgar la marea de pensamientos y sentimientos.

No va bien.
Lowri lo sabe y yo me sorprendo también al entrar a la tibia luz de dentro.
Lo que parecía un mal de infestación es mas complicado y profundo en su significado.
Y en la reacción.
El vientre de Esther esta distendido y abultado de forma equivocada y por la Diosa que crece palpablemente por momentos.
Es un imposible embarazo que tras mi apresurado palpar confirma la intuicion de Lowri.
Pero esto no es un nacimiento.
Es una invasion inmisericorde que se burla por completo de esta via sagrada.

Demasido rapido. Demasido desequilibrado.Demasiado inhumano.

La va a destrozar desde dentro sin misericordia y en lo que dura un latido.
Sé que sea lo que sea y como sea se lo tenemos que sacar.

No soy cirujana.
Ni puedo recordar ni la mitad de la mitad de lo que he leido sobre el tema.
Pero en mi mano el cuchillo empieza a cortar.
Piel y carne y tejidos y sangre mojandome los dedos con un tajo aterrador bajo el filo.

Pienso, Diosa, que ha mucha sangre. Mucha. Mas de lo que debiera. Que estropicio.

Delicada, una voz en mi, que me recuerda lo que es ser en verdad medico, entorpeciendo el ruido de fondo de las distracciones.
Es el susurro que habla, cuando contengo la respiración, al tomar el color de cada capa de carne y sangre y experimentar su espesura en el desplazamiento seguro de mis dedos buscando asir eso que crece en mi amiga.
El camino es dificil. La cosa es dura. Como una cascara. Palpita confrontada al toque palpitante de la vida humana que lo envuelve.
No sé a que se reducen mis pensamientos en ese preciso instante hundida hasta los codos en alguien que empieza a dejar de gritar y todo se resume a este ahora.
Tiro.
Lo que crece no sale y necesito volver a cortar.
La sangre me salpica de alguna vena o arteria al tiempo que suelto el cuchillo y lanzo mi mano de nuevo a asir y tirar.
Un chorro pringoso y caliente me cruza la cara cuando al final soy capaz de poder sacárselo .
Las manos roja y humedas como con fluidos guantes.

Apenas lo veo y casi no me importa. Pesa. Parece un huevo.
Son apenas unos segundos.
Abrir la puerta. Dejarlo en el claro.
Las luces de coche de Lowri iluminan el exterior y se que puedo ver la forma agitada del embrion entre el contorno de mis manos.

Pero son solo ellas las que quitan la atencion sobre el resto.
Rojas. Manos Rojas. Humeantes de calor evaporado en la fria atmosfera otoñal. Goteantes.
¿Que estoy haciendo? No es aqui donde debiera estar.
Me olvido de Eso.

Abro la puerta y dejo todo mi poder sobre las manos de Lowri que ya esta cosiendo.
Restaño el daño que he hecho y que Lowri va reparando.
Vuelvo a tocar la carne, el cartilago y la piel pero esta vez desde un metro de distancia pero valiendome del mismo contacto. No hay separación ni obstáculo.
Como el cuchillo antes, la Esencia ahora la empleo por primera vez en la vida asi.
Focalizada en la aguja enhebrada con tripa de cerdo de la bruja galesa.
Magia desapegada enriqueciendo el hacer de otros.
Como si en el instante la eternidad fluyera brevemente en aquel bosque entre nosotros.
Como si se desprendiera la negrura, la turbacion, y se recompusiera el compromiso.

Hechos y tareas hicieron estas manos despues con nutrida variedad.
Quiseron hacer daño, quisieron  marcar diferencias, quisieron, oh Poderosa cuan seguras y a la vez titubeantes, quisieron coger una mano y reconfortar.
Pero lo que recuerdan bien y bien cumplen es sanar.
Envestidas en sus ropajes ensangrentados no olvidan su  pacto y me imbuyen de la responsabilidad de cumplirlo.

Lo recorde una vez mas en el hospital.
Bendiciendo el trabajo de medicos y enfermeras dedicados a la salvacion de Esther. Y a la de Thelma.
Y hubiera continuado recordando hasta el ultimo aliento.
Por que no me daba cuenta de que se llevaba mis fuerzas. Ni me importo. No lo pense ni lo senti.
Lo hice por que ese era su momento. Por que la Magia lo requeria.
Y ella broto y ayudo a esos otros dedos a salvar vidas.

Ya no puedo hacer ciertas cosas con las manos desnudas.

Las debo enfundar en Manos de Hierro que canalizan otros aspectos del Mundo para herir con la calamidad o con el rayo. Para conducir al fuego o a la llama.
Trayendolos sobre la piel limpia y sin artilugios la profanan.
No funciona. Se desbarata en el interior.

Instintivamente se han separado ambos sentidos del mismo camino.
Como debe ser.
Pero aun dejan mucho por hacer. No todo es tan resuelto.
Tengo que dejarme aprehender. Y necesito llegar a dejarme dominarme.
Debo seguir descubriendo.
Dejar de rondar los extremos.

Joseph estaba allí para sostenerme y darme el animo y el anhelo y la realidad que necesite por que los milagros ocurren.
Gracias Tres veces Señora.
Por que es un buen hombre, valiente, devoto, cariñoso y aun naturalmente humano.
Él ha sido el bálsamo para la curandera.

Es que con estas manos, manos rojas, se curan la carne, el hueso, los órganos y las enfermedades pero para sanar el alma obran de una manera misteriosa y totalmente diferente.

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