31/10/11

Coger la Lluvia

Al completar el paso que me apea del tren de Londres, Oxford ya me anuncia lo especial que nuestra relación promete ser.

Una bocanada de esencia en bruto, invisible en el aire para la mayoría, en mi se vierte a través de la piel y el aliento. Viene de todas partes con un sabor como de algo propio.
Es diferente, de lo que esperaba y de lo que es, y por unos instantes me detengo estupefacta.

Si consigo centrarme, solo al final, es por que Cecile y Joseph están ahí, esperando y eso me engarza de nuevo al mundo de las palabras, de los pensamientos y a la cotidianidad en general.
Les sonrío a ambos agradecida. Es agradable que te reciban en las nuevas aventuras rostros familiares aunque creo que a Cecile aun no la he presentado.

Es la hermana adolescente de Marion, que en los tiempos de su boda con Anibal saco a la luz desde el baul de sus secretos.
Es lista como el hambre, pero con ese tipo de inteligencia que te hace sentir mejor al estar cerca y no envidia. Su contagiosa inocencia tiene ese don. Alegra verla haciendo cualquier cosa.
Al parecer la he pillado (fan de H.Potter como yo) en pleno tour de Hogwarts.

Nos abrazamos nada mas estar juntas, intercambiando chistes, comentarios y bromas.
Tambien saludo a Joseph, pero con mas comedimiento y formalidad, pero con la misma sonrisa.
Joseph esta aquí, liado a través de incontables llamadas telefónicas, como mitad traductor, mitad cicerone y quizas otra mitad, si es posible, mentor en mi empeño de ser alumna de lenguas clasicas y su literatura aqui en Oxford.
Ha sido tan amable, dándome pequeños consejos y hasta viniendo a recogerme, que siento que me estoy aprovechando de él.

Una parte de mi se felicita por cumplir con mis propios intereses pero otra parte, que cada vez me mira mas de frente con el ceño apretado, me insta a preocuparme por conocerlo y ser con el abierta y desprendida, y es esa la parte por la que rezo que triunfe y a la que me encomiendo con sinceridad.
Lo bueno es que al lado de Cecile eso es lo mas fácil del mundo.

Después de los saludos no me guardo la sensacion que he tenido al descender del vagón.
Nuestras reflexiones y comentarios al respecto se entremezclan en una pizca de asombro y fascinación mientras del anden pasamos a tomar su coche cargados con mis peculiares pertenencias.

Llueve.
Es normal.
Miraría al cielo intrigada si en estas fechas de Otoño no lo hiciera pero después de la marquesina de la entrada de la estación el agua cae con suave determinación y ese cantar compacto de fondo con el que me ha bienvenido en sus gotas grises y blancas.
Bajo la lluvia, unos segundos, siento el palpitar de la tierra viniendo de la dirección opuesta a las gotas, completando las lineas de la vida. Es un circulo, un manto y un abrazo que sigo sintiendo en el trayecto mientras conversamos de latín y griego y sobre habitaciones y matriculas y que solo cesa cuando por quorum paramos al almuerzo.

Allí, en la acogedora cafetería, es como si la presente arquitectura, física y emocional, distribuida por estas venerables construcciones y destilada de las personas y de los años, separara sutil pero claramente la vibración de dentro de la de fuera.
Y no por ser opuestas fueran necesariamente enemigas.

Poco a poco y a base de inundarse de delicioso té, probar excelentes tentempiés y distendir las palabras de sus refugios, los pequeños detalles entretejidos con las primeras sensaciones va surgiendo.

La de la desaparición de una compañera de Joseph, Elizabeth, lo mantiene razonablemente inquieto, pues no parece desentrañarse fácilmente por los canales comunes, y aun tampoco cuando ofrecida a buscarla por medios mas directos, las respuestas demasiado intensas que se presentan me desconciertan.
Tal es como si, bajo la lluvia de del otoño, desbordara una energia brillante con sabor a bosques y me llenara en la humedad y a traves del aire negandome a ver nada mas, calada con su fina y persistente ferocidad y vigor.

Doy todo de mi, no solo por Joseph, si no por la propia Elizabeth a la que mis propios instintos juntan con la percepción que estoy experimentando. No lo puedo definir. Mentalmente se extingue en la ultima silaba de Ogham con la que intento pronunciar la tonada de Karel, convenciéndome mas y mas de estar tratando de coger la lluvia con las manos desnudas.
Sabiendo que esa manera en la que lo estoy intentando no puede ser la forma.

Entonces es cuando chocan las pasiones e intenciones y la intrepidez.
Atrincherada en la disposición inamovible de ayudar a Joseph y henchida del caldo primordial del Pneuma que me inunda y lanzada como solo me lanzo yo, la Diosa proteja al mundo.

No bastan las manos y los dedos, reales o metafóricos.
En esta llovizna que nos envuelve la única manera de agarrar lo que Es, es mojándose e impregnándose hasta la médula. Una comunión intensa.
Si es así, y el picor detras de la nuca y la sensacion en la base de la garganta creo que no se equivocan, quizás es el momento, que sabia acabaría llegando, de ser lo que no sé como ser y aprender aquello que no logro aprender.

Implica el latido de las nubes y un centro terrenal situado en los bosques de aqui cerca e implica la promesa silenciosa que he hecho de encontrar a Elizabeth.
Y por supuesto mucha ignorancia. Sobre la misma naturaleza de ser Bruja.
Si os dijera todo lo que se sobre dar pasos de gigante y indistinguir entre lo blanco y lo negro acabaría sorprendente pronto.
En verdad es una de las razones por las que vine.

Descubrirme en realidad.

Y al parecer mis plegarias la lluvia las responde.


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