28/6/09

Las Metamorfosis (i): El Concierto / La Añoranza

Xavier esta tan elegante como nervioso.
Las piezas del programa dicen ser de lo mas complicadas y la sala y la audiencia se muestran sin duda de los degustadores mas exigentes.
Cuando comienza a interpretar desaparecen las dudas.

Ejecuta liberado de ataduras o pesos, como si el auditorio se acogiera a su rincón de casa, el piano fuera el suyo propio, y tocara otra vez para nosotros y aun así pulsa un lazo tras otro con su talento y acepta la caricia de la inspiración como nunca.
No recuerdo haberme sentido tan maravillada que para cuando llega el descanso apenas poder esperar la continuación, desde que escuchaba a Karel.

Lo que sigue es una es una pieza especial. Una composición de su mentora y maestra Roman que dice, por lo poco que sabemos de ella, la confianza en que Xavier se supere.

Las primeras notas... Ya la primera nota pulsa la huella de las que vienen y cuando se escuchan estas con ellas también esta el hueco de las que ya fueron.
¿Es posible que una melodía se contenga en cada uno de sus acordes, silencios, cambios de ritmo y sonidos solitarios? Sientes lo que vendrá, lo que ha sido, lo que que esta siendo en una música despierta y consciente de si misma pero contenida en el aliento de su consonancia.
Por que conoce cada parte su afinidad pero se aflige desesperadamente al conocer la presencia de las otras, practicar su búsqueda, y encontrarse con la perdida. Se hienden en la separación que gotea melancolía.
Es la sensación de la falta abierta de lo que es mas intimo, desmarcada en miríadas de posibilidades a la espera de que cada uno escoja ese su propio vacío.

Aprieto la mano de Asier, muy pero muy fuerte y él se aferra también y luego ya sera, sentados frente a frente en la penumbra de nuestra habitación, sin las telas de mi torpeza, que alcance el contacto empatico con su entristecimiento y furia, que cada paso de la cadencia que inunda desde los dedos de músico de Xavier sin que pueda y esa es inherentemente su naturaleza conocer fielmente si el origen de la nostalgia que crece en las notas que se descuelgan proviene de la iluminación de la partitura o del expedito manantial del interprete.

Cuando la ultima nota, reunida junto a las otras, nunca sola pero atribuladamente mutuamente ciegas, se apaga, imposibilita el que nos alejemos los unos de los otros.
Mi hijo y yo necesitamos tanto nuestro abrazo como Pola y Jean o después los dos chavales y luego con los demás dispersa como una crecida.
Abrumados, la Añoranza que tañe tan adentro como desconocido agita la flor de las emociones y siembra transformaciones, y aguarda la cosecha.

¿Es Marión la misma aun tras su fachada?¿Que inquietud se le mostró a Pola?
¿Cual es la razón de sentir mi propia ausencia y el evocarme como a una desconocida?.
¿Que tiene ahora Xavier?¿Que palpito cuando la ultima pieza salia de su corazón a través de sus manos? ¿Que surco su alma?

Con las luces apagadas y en apelotonada piña, nos decidimos a celebrarlo.
Club de moda o al menos de nuestro agrado y bebida.
No puedo estar taciturna si no tranquilamente sonreír al ver a los chavales, los mas creciditos y los mas serios disfrutar de la alegría como si fuera lo que se debería.

Aparto la introspección para mas tarde y la luz de la mañana.
Pero se lo que mas me intriga es la sensacion ya a mi unida.
No podría decir que es lo que experimenta Pola, pero la impresión de la Añoranza que siempre cría miraba hacia el pasado, se proyecta en la dirección contraria.
Añoro quien soy. Me pregunto quien soy.
Me interpelo hacia el futuro.
Es un sentimiento de proximidad.
Como las notas de la música del concierto.

Y lo sustancial es que no es una locura.

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